A veces nuestra rubicunda imagen y nuestro currículum lleno de cursos y trabajos (que hemos hinchado un poquito) no bastan para conseguir un empleo o pasar la criba en una beca feroz llena de candidatos avispados que parecen haberse criado en un arrabal de Bangkok. En algún momento, lo quieras o no, necesitarás pedirle una carta de recomendación a un viejo profesor, una exjefa o incluso algún compañero de curro al que hace ya años que dejaste de contestarle los whatsapps donde te preguntaba por tu vida.
La vida laboral es así de resbaladiza; le encanta arrojarte a la cuneta y masticarte. Pedir favores con tu mejor tono de oveja descarriada, de anciano abandonado en una gasolinera, en fin, ponerte a tiro y tocar algunas puertas con guante de seda es casi una necesidad.
No sirve de nada que entones un canto penoso de cisne. Solicitar una carta de recomendación tiene sus trucos, y aquí te los contamos como quien suministra un veneno.
Sin desmerecer toda la inventiva y cara dura que se necesita para dar el paso, no es lo mismo pedirle la carta a un profesor o una jefa con el que sigues yendo a cenar de vez en cuando que hacerlo a puerta fría. Eso no significa que no puedas pedirle la carta a una figura de prestigio que jamás haya oído hablar de ti y de aquella profesora que te puso una chincheta verde en el corcho del parvulario, pero entonces los pasos serán más lentos y bastante más educados, casi como una trama palaciega llena de temores, a la espera de la respuesta del desconocido. No te acobardes, tampoco es para tanto.
Eso sí, ten en cuenta que suele ser mejor pedirle la carta a alguien que pueda validar tu perfil, que conozca tus fortalezas y debilidades, y con quien además te una algún tipo de enlace, por muy ligero que sea. Puede ser un conocido común, o bien alguien con quien mantienes un contacto cordial. Encuentra la hebra os cose y cómo recordarle que existes. ‘¿Te acuerdas de mí? Verás: yo era el que limpiaba los baños en el Locutorio donde eras gerente. Una vez me derramaste café hirviendo encima, en ese momento me sentí muy unido a ti’.
Algo muy recomendable es demostrar que conocemos bien a quién nos dirigimos. Dádiva, caricia, admiración, pero sin convertirte en un esbirro con hechuras de falsedad y tono impostado. No hay que abusar en eso de dar jabón al prójimo. Tendrás que explicarle a tu valedor las razones para elegirlo y por qué consideras que su perfil y experiencia, en suma, su figura, son importantes para ti. Que quede claro: admiras lo que esa persona representa, y por eso le pides que te ayude.
A menos que tengas una amistad a prueba de hierro con la persona que te avale o le donaras un riñón y esté en deuda eterna contigo, pedir una carta de recomendación exige un ritual de formalidad que pasa por solicitarla de forma escrita. Una deferencia que le mostrará a tu avalista cómo explicas lo que pretendes, los motivos que te han llevado a pedirla y la claridad con la que te ‘vendes’: tus objetivos, tu proyecto, por qué la estás solicitando exactamente.
Tendemos a decirnos que el mundo es un arrabal de podredumbre, y así como en nuestra vida profesional nos cruzamos con auténticos trepas que están deseando vender tus órganos en el mercado negro para conseguir ellos el puesto deseado, tan cierto es esto como que muchas otras personas se conducen con profesionalidad, empatía y están dispuestos a ayudar a otros. Lo más probable es que en algún momento tuvieran que pedir una carta para un trabajo, como ahora estás haciendo tú, y les hubiera gustado que les echaran un cable.
Este principio es el fundamental: no tengas miedo de pedirle la carta con educación a la ‘figura más alta’, esa persona que crees que jamás te la haría o que te parece inalcanzable. Te sorprenderías con la bondad y la amabilidad que hay detrás del rostro más frío y distante. Pide y se te dará.
En el correo que le escribas a tu valedor o valedora, haz valer tu educación, remarca todo lo que sea necesario tu agradecimiento y la ‘excepcionalidad’ de la solicitud. Algo así como: ‘No te molestaría si no fuera imprescindible’. Sí, porque pedir al pedir una carta estamos vinculando la profesionalidad y la amabilidad de esa persona a nuestro perfil, y por eso mismo tenemos que dirigirnos a él o ella con altura de miras. No te olvides de dejar la puerta abierta al rechazo, aunque te parezca un contrasentido. ‘Sin compromiso, entendería por supuesto que ud. no tuviera tiempo o no considerara que mi perfil es el más apto’.
Paso imprescindible: adjuntar tu currículum a la solicitud, sobra decirlo. Un paso mucho más confiable para el que te lee y te tiene que hacer el favor es relatarle de forma amena y discursivamente aceptable, sin monosílabos ni frases cortas, cuál es tu historia: de qué trabajos vienes, en qué proyectos consideras que has dado más la talla, qué pasión y objetivos te mueven. Los currículums los carga el diablo. Relatarse a conciencia frente la persona que te avala con la carta es la mejor manera de encontrar un terreno para vincularse y que la vergüenza de pedirla no sea tanta.