Desde que la taquillera película de Steven Spielberg nos presentase a los tiburones como unos asesinos sedientos de sangre, todo cambió para nosotros a la hora de adentrarnos en el mar. Ya puede presumir uno de ser un valiente con los amigos y de nadar bien lejos sin mirar atrás, pero la realidad es que nuestros ojos están puestos en el fondo y en todas esas sombras que nos dan verdaderos sustitos o reales escalofríos.
Sobre los tiburones se ha hablado mucho en el cine. Tal vez demasiado. Y se ha hecho creer que la sangre humana les vuelve literalmente locos, que estos se convierten en una especie de máquina devoradora con ojos saltones que pueden sorprendernos por menos de un rasguño, pero ¿qué hay de verdad en todo esto? ¿Es una realidad o un mito?
Cansado de que le cuelguen al animalito este sambenito del terror de los mares, un youtuber se ha arriesgado a ofrecer su propia sangre en aguas infestadas de tiburones para averiguar de una vez por todas si es eso cierto de que estos depredadores marinos tienen especial devoción por el olor de la sangre humana. Mark Rober, el atrevido o temerario (según se mire) es un exingeniero de la NASA y youtuber que ha logrado con su vídeo alcanzar los casi 30 millones de visitas y acumular cerca de 40.000 comentarios.
Su experimento que ha coincidido con la 'Shark Week' de Discovery Channel se ha llevado en las cristalinas aguas de Bahamas para que sea todavía más heavy el efecto de la sangre y ha contado de varias partes. En un principio se ha querido tentar a los escualos con unas tablas de surf, por eso de que estos confunden muy a menudo a los surfistas con focas y sobre ellas se han vertido varios líquidos: agua de mar, orina, aceite de pescado y sangre de vaca. Vamos, una mezcla que mucha hambre tendrían que estar pasando para sucumbir a ella.
Y tras merodear sin demasiado interés por esas sustancias, lo que se pudo ver con esta primera parte del experimento era que lo que despertaba algo más su atención era solo la sangre de vaca. Para ser más exactos, ninguno se interesó por el agua de mar ni la orina, ¡tontos no son!, 4 de ellos se decantaron por el aceite de pescado y 41 por la sangre de vaca.
Pero la cosa no iba a quedar ahí. Faltaba la parte más delicada y la que podía dar al traste con el mito de que la sangre humana resultaría el mejor estímulo para despertar el hambre en un tiburón. Mark Rober daba un paso más y ofrecía a los escualos su propia sangre.
¿Y cómo lo hizo? Pues la expulsó al mar en dos tablas de surf que bombeaban el líquido a dos velocidades. El resultado de este loco intento fue un plantón antológico por parte de los tiburones tras una hora de espera. A lo que ha determinado el youtuber que "no es un experimento perfecto", pero sí le ha dado una ligera pista sobre los gustos de los escualos: "Creo que es seguro decir que si ningún tiburón viene tras 15 gotas de sangre humana por minuto en medio de aguas infestadas, estarías a salvo con un pequeño rasguño".