Las manifestaciones antirracistas de Estados Unidos, convocadas tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía el pasado 25 de mayo, han puesto sobre la mesa un debate que arrastramos desde hace siglos: el del racismo estructural y sistémico. En las calles, las proclamas y canciones reclaman un espacio seguro e igualdad de derechos, mientras que, en el ámbito virtual, decenas de hashtags y propuestas tratan de amplificar los mensajes de las personas racializadas.
La industria musical también se ha volcado con la justicia racial, con un apagón cultural histórico. Por otro lado, cientos de artistas han marchado por las calles exigiendo justicia y antirracismo, haciendo lo propio en sus redes sociales o contribuyendo económicamente con las fundaciones de ayuda a las familias de las víctimas del racismo, así como a aquellas asociaciones que luchan contra la xenofobia.
El debate también ha llegado a la filología. Tal y como en España tenemos interiorizado el lenguaje racista (‘trabajar como un negro’, ‘ir hecho un gitano’ o ‘panchito’), en Estados Unidos también tienen expresiones y vocabulario colonialista. Es el caso de la catalogación de música ‘urbana’, un concepto que se refiere a la música con raíces latinas o negras, hecha en la calle, y que cada vez está más obsoleto.
Los premios Grammy, los más importantes de la industria musical estadounidense, anunciaron hace unas semanas que la categoría de música ‘urbana’ (que han ganado artistas como the Weeknd, Beyoncé, Pharrell Williams o Frank Ocean; en los últimos ocho años, todos los galardonados han sido personas negras) pasaría a ser ‘música negra’.
Algunos artistas llevaban tiempo reclamando este cambio. Es el caso de Billie Eilish o Tyler the Creator, que el pasado mes de enero ya habló de este tema en la gala de los Grammys: “Apesta que, estemos donde estemos (y me refiero a tipos como yo) vamos a estar encajados en un determinado género: siempre nos ponen en las categorías de rap o urbano”, explicaba a los periodistas el ganador al mejor álbum de rap. “No me gusta la palabra ‘urban’, para mí es una forma políticamente correcta de decir ‘nigga’”, añadió.
Ese mes, la academia encargada de dar estos premios ya anunció iniciativas para “asegurar la correcta representación de los artistas y las audiencias”. Parece que, poco a poco, empiezan a verse algunas de ellas.
Lo de los Grammys y la industria musical son pequeños detalles, pero favorecen el diálogo y son aplaudidos cuando pasan. Ocurre lo mismo con las plataformas de cine y televisión, que están retirando en masa capítulos de sus sitcoms más famosas porque, en al menos un capítulo, alguno de los protagonistas blancos se pinta la cara de negro. Más allá de cualquier otra cosa, lo que debería alarmarnos es que en series tan recientes como ’30 Rock’ (2006-2013) o ‘Scrubs’ (2001-2010), el ‘blackfacing’ sea un gag cómico recurrente.
En todos esos casos, creadores y protagonistas han reconocido públicamente sus errores y han prometido solventar el dolor que hayan podido causar en las comunidades racializadas, para que sea más sencillo avanzar. Algo parecido, ya que estamos hablando de música, ha hecho Lady Antebellum. El grupo de country formado en Nashvillle (¿te acuerdas del “it's a quarter after one, I'm all alone and I need you now”?) recibe la segunda parte de su nombre de un estilo arquitectónico propio de los estados esclavistas del sur de EEUU. ¿Alguna vez has visto, en el cine, esas mansiones enormes, blancas y pretenciosas, construidas en los años previos a la guerra civil estadounidense? A esas nos referimos.
“Como banda, intentamos que nuestra música sea un refugio inclusivo para todos. Hemos visto y escuchado más que nunca estas pasadas semanas”, explicaba el grupo en un comunicado, y añadía que, después de una reflexión personal y charlas con sus amigos, habían decidido cambiar el nombre de la banda a ‘Lady A’. “Cuando nos juntamos hace casi 14 años, llamamos a nuestra banda ‘antebellum’ como un homenaje a las casas en las que nos tomamos las primeras fotos. Como músicos nos recordaba a los sonidos del sur que nos influyeron”.
“Nos avergüenza decir que no tomamos en cuenta las asociaciones de esa palabra con el periodo de la Historia previo a la guerra civil, lo que incluye la esclavitud”, siguen. “Lamentamos profundamente el daño que esto ha causado y a cualquiera que se haya sentido inseguro, invisible o sin valor (…). Hoy hacemos un cambio. Esperamos que te unas a nosotros”.