Pronto se cumplirá un año desde que virus, mascarillas, distancia social y confinamiento llegaron a nuestras vidas. Sin embargo, para mucha gente de la comunidad LGTBIQ+, estas medidas de protección no eran unas desconocidas. La pandemia del VIH/SIDA acabó con un gran número de vidas de varias generaciones, especialmente entre los hombres homosexuales, y la nueva serie de HBO, 'It’s a sin' es un homenaje y un canto a todos ellos.
Creada por Russell T. Davies, la serie se desarrolla en el Londres de finales de los ochenta y principios de los noventa. Davies se basa en muchas de sus experiencias, pues era un chico joven y gay cuando los primeros casos de VIH llegaron a Inglaterra. Eran momentos de gran confusión: nadie sabía por qué tantas personas estaban enfermando, y mucho menos qué debían hacer para curarlas. Durante los años en los que todavía no se había identificado el virus del VIH se especuló con múltiples teorías, y muchos miles de chicos murieron creyendo que tenían "cáncer gay".
La infección truncó la juventud y la vida de un grupo de jóvenes que, en muchos casos, abrazaban la libertad de ser quienes eran por primera vez. Es el caso de Ritchie Tozer, el protagonista de 'It’s a sin' (interpretado por Olly Alexander, el cantante de la banda Years&Years), a quien al principio de la serie vemos arrojando al mar una caja de condones que le regala su padre. El VIH/SIDA diezmó una de las primeras generaciones de la comunidad LGTBIQ+ que llevó su identidad a las calles, a las oficinas, a las leyes. De repente, la lucha por los derechos y la igualdad fue ferozmente sustituida por la lucha por la supervivencia.
En un mundo donde la homosexualidad seguía siendo vista como una desviación o una enfermedad, la pandemia del VIH/SIDA fue recibida por muchos como un castigo divino, un mazazo celestial destinado a acabar con los pecadores y los sodomitas. Como se cuenta en la serie, los enfermos eran tratados como apestados, incluso por algunos miembros del sistema sanitario, y su diagnóstico sirvió para reforzar la creencia de que el sexo "contra natura" era un pecado que merecía un castigo.
El título de la serie, que hace referencia al himno de los Pet Shop Boys de 1987, conecta la realidad de la trama con esa idea. Los personajes vivirán el conflicto interno de pensar que su infección es algo que merecen, una consecuencia mortal de sus actos. Para un joven gay que llegara desde un pequeño pueblo (o como Ritchie, desde una isla) al Londres de los ochenta, la ciudad debía ser algo así como el nirvana. Del ocultamiento y el miedo a los clubes, discotecas, pubs y fiestas donde relacionarse con otros hombres visiblemente homosexuales.
La generación que retrata 'It’s a sin' pasó del armario al hospital (cuando no a la tumba) con un único y breve momento de libertad. Para cuando se atrevieron a amar y a acostarse con quienes querían, el virus estaba esperándoles.
Si un personaje encarna el espíritu de 'It’s a sin' –cuyo acercamiento a tan trágicos hechos pretende ser lo más amable posible, combinando drama con comedia– es Jill Baxter (interpretada por Lydia West), la mejor amiga de Ritchie. Una chica que se mueve por el ambiente gay y artístico de Londres como pez en el agua, y que se convertirá en acompañante y guardiana de sus amigos cuando enfermen. Jill es el homenaje que rinde la producción a todas esas mujeres que, a salvo del núcleo duro de contagios, jugaron un papel decisivo para que el VIH/SIDA fuera tomado en serio. Cuando médicos o políticos despreciaban a los gays, ahí estaban ellas para defenderles.
Jill es la primera que se toma la infección en serio, es la primera del grupo de protagonistas en unirse a las incipientes organizaciones que surgían para informar y prevenir, y se convertirá en la primera en comprender que muchos enfermos, aislados de una familia que no conoce su identidad y que les repudiaría, necesitan compañía y comprensión además de medicamentos.
El homenaje de la serie es mucho más completo: el personaje está inspirado directamente en Jill Nalder, una activista real que además interpreta el papel de la madre de la Jill de ficción. Nalder ha descrito esos años como marcados por "el miedo y el secretismo". El miedo "a cada tos, a cada marca en la piel", y el secretismo que obligó a muchos gays a "ocultar al mundo su enfermedad".
En un mundo donde los menores síntomas vuelven a ser vistos con preocupación, como la señal de algo peligroso, 'It’s a sin' nos recuerda que ninguna medida es tan potente contra la enfermedad y el virus como la unión y los cuidados entre nosotros. Los millones de personas que perdieron la vida a causa del VIH/SIDA nunca llegaron a ver el mundo que ellas mismas ayudaron a construir. Lo mínimo que podemos hacer es recordarlas.
Julián Bravo es un chico de Badajoz que quiso compartir con Yasss su historia. Nos contó cómo fue enterarse de que tenía VIH y cómo lo primero que se le pasó por la cabeza cuando conoció la noticia fue su madre. Si habla abiertamente de lo que le ocurrió a él es porque cree que "queda mucho por recorrer todavía", ya que incluso dentro de los círculos de personas gays se está perdiendo el miedo al VIH y señores: sí que ocurre"