En un mapa donde la música urbana y latina son las superpotencias que acaparan casi todas las listas de éxitos, el proyecto St Woods (alias bajo el que se esconde el madrileño Nacho García) resiste en una esquinita cual irreductible aldea gala. Aunque de pequeño soñaba con emular al cantante de Greenday y con enamorar a Avril Lavigne, la desnudez de una guitarra acústica y tocar en plena calle en Viena o Londres llevaron a este joven inquieto a investigar sonidos del indie folk.
Comparado a menudo con el estadounidense Bon Iver, St Woods ha llamado la atención de la agencia internacional de Nick Cave y ha compartido escenario con los Kaiser Chiefs. 'My honor' es el último single de este artista, al que no le asusta sonar “intensito”, y que ha encontrado en la música intimista la forma de hablar de sus emociones. Y sí, también de la tristeza.
Pregunta: La pandemia te pilla en un momento muy fructífero como artista emergente. ¿Ha cambiado la covid tus planes?
Respuesta: El año termina bien, aunque nos ha truncado muchos planes. Íbamos a hacer gira por Reino Unido, por Estados Unidos, empezar a plantar semillas en Alemania, Francia, Bélgica… Todo eso pasa ya no a 2021, sino a 2022. Pero mientras no paramos. Hemos lanzado música nueva, el concierto en el Teatro Lara… Hace poco ha salido el resumen del año en Spotify y, aunque solo son números, ver cómo hemos crecido me pone muy contento.
¿En qué punto está tu nueva música?
Antes era más tradicional, escribía las canciones en bloque, con la idea de hacer discos. Pero ahora me gusta la dinámica que, para bien o para mal, se está imponiendo: la de los singles sueltos. Si estoy componiendo una canción y me gusta, ahora la produzco, la grabo y la saco. La sensación de lanzar música que has hecho en el momento es muy satisfactoria.
Tu propuesta poco tiene que ver con la música que copa las listas de Spotify. ¿Qué te atrae del folk?
Soy un poco narcisista, y la manera que he encontrado de contarle mis dramas a la gente es a través de este estilo intensito, no me escondo. Tengo muchas referencias, artistas que me han influido mucho y que tienen este tipo de musicalidad. Aunque mi Spotify es un 'Caribe Mix' constante, porque escucho de todo, y de hecho bebo de muchos estilos para mi trabajo como compositor para otros artistas. Pero cuando tengo que cantarlo yo, prefiero el folk.
Tienes una playlist que se llama "Me gustan las canciones tristes". ¿Es la tristeza un sentimiento del que se aprende?
La hice a principios de la cuarentena, en plena bajona. Quizás me genera rechazo este positivismo extremo que nos obliga a estar felices todo el rato. Parece que si no eres feliz, la culpa la tienes tú. Es como en la peli 'Del revés', la tristeza es necesaria, sin ella el resto de emociones no funcionan. Hay aprendizaje, hay un proceso de adaptación. Tenemos que aprender a convivir con las circunstancias que no encajan en el estereotipo de la felicidad.
Hemos aplicado una especie de meritocracia a la felicidad, y da la sensación de que si no eres feliz es porque no te lo estás currando demasiado. Y es como: déjame primero llegar a fin de mes, y luego ya veré si soy feliz.
¿Cómo empezaste en la música?
Empecé de pequeño, queriendo ser Billy Joe de Greenday y casarme con Avril Lavigne. Tuve mi grupo de versiones de canciones pop rock, que se acabó cuando me fui a estudiar a Bélgica. Allí empecé a tocar en la calle, a ver qué pasaba. Como en la calle tocaba con una guitarra acústica, empecé a interesarme más por el indie y el folk. Antes de la pandemia, la música era mi ocupación a tiempo completo, tanto con St Woods como siendo autor para otros artistas. Ahora además trabajo en una tienda de discos.
Mi carrera está en un punto de despegue, creo que cuando pueda dar una gira lo suficientemente grande volveré a estar ahí. Pero de momento, mi casera no acepta la exposición que me ofrecen los festivales de música para pagar el alquiler.
¿Qué aprende un músico de tocar en la calle?
Es muy didáctico, es una ducha de humildad constante. Cuando tocas en una sala, aunque sea de telonero, la gente que tienes enfrente ha venido a ver un concierto. En la calle, si alguien se para es porque ha detenido lo que está haciendo para escucharte. Aprendes que no le vas a gustará todo el mundo, ni caer bien a todo el mundo. Además, puedes probar tus temas de manera directa y ver lo que funciona.
¿Cuándo pasó de ser una afición a ser una carrera?
Cuando volví a España, la música todavía era un hobby. Aunque muy pronto empecé a mover mis maquetas, y algunas piezas empezaron a encajar. Se interesó Live Nation, algunas discográficas… Empecé a ser consciente de que, o empezaba a tomármelo en serio y dedicarle tiempo, o no se iba a convertir en una profesión. Hace un año y medio aposté por el proyecto y es cuando se profesionalizó. Giras, promo, lanzamiento… St Woods sigue siendo un proyecto casero, pero ahora cuento con un equipo que me ayuda en todo el proceso.
¿Desde el principio apostaste por cantar en inglés?
Más que una decisión, fue un acto reflejo. De pequeño cogí la costumbre de ver películas y series en inglés, de leer y traducir las letras de los grupos que me gustaban… Todo ese vocabulario es el que uso en mis canciones; para referirme poéticamente a la tristeza me sale automáticamente sadness. Me han dicho mucho que si cantara en español me iría mejor, y puede que algún día lo haga, pero no esperando resultados comerciales. De momento solo me veo cantando en inglés.
Tu abuela te decía que en inglés todas las canciones suenan igual.
Si fuera por mi abuela cantaría canciones del Fary, que me parece un icono, pero de momento no me sale [risas]. Todavía meto alguna vez la gamba en inglés, pero hice la carrera en ese idioma, leo todo en inglés, veo cine y series… Ahora que quiero que mis canciones mejoren en ese aspecto, estoy leyendo literatura muy diversa en inglés, porque se nota mucho cuando un letrista lee y cuando no lee.
Ahora mismo, los artistas emergentes están presentes en todas las partes del proceso, desde la primera idea de la canción hasta las stories que promocionan un lanzamiento.
¿Hay partes que disfrutas más que otras?
Soy capaz de disfrutar de todas. Por el modelo actual de la industria, que te obliga a sacar canciones nuevas cada dos días, no queda más remedio que aprender a hacer de todo, hasta de la dirección artística de los vídeos. Es eso o tirar de amigos, pero creo que si tiro de ellos son los primeros a los que tengo que pagar. Me quema un poco la rapidez, el no ser capaz de disfrutar lo que haces porque ya estás pensando en lo siguiente.
Siendo nativo digital, ¿qué importancia tiene para ti el formato físico?
Me gusta, lo consumo. Pero en un proyecto como el mío, tienes que decidir entre editar en físico o poder hacer más música. Pero todavía disfruto del ritual del disco, de ir a comprarlo cuando sale y sentarte delante del equipo a escucharlo sin hacer nada a la vez. Hacer tangible un disco es algo que aprecio y que espero poder volver a hacer con mi música. Además, es la manera más directa de apoyar a los artistas.
En un año en que hemos estado sobre todo en casa, tu música le ha puesto banda sonora a mucha gente.
Es algo que todavía me cuesta asimilar. Ver que la gente trae a su casa y trae a su vida mi música todavía no me entra en la cabeza.
Has sacado tu último single, 'My honor', en plena pandemia. ¿Qué será lo próximo?
En confinamiento tuve un bloqueo absoluto, pero ahora estoy escribiendo mucho. Para mí y para otras artistas. Quiero aprovechar esta racha. En realidad siempre estoy produciendo, pero no me lanzo con una idea hasta que no lo tengo muy claro.
Tocas en febrero en el Teatro Lara. ¿Qué podrá ver el público en ese concierto?
Como iba a ser en mayo, está muy ensayado. Es mi presentación en sociedad como artista con banda. Vamos a ser cinco en el escenario, y sonará potente. El setlist está muy pensado, y siempre quise que este concierto fuera en el Lara, que es un sitio mítico de la cultura emergente en Madrid, y me gusta formar parte de eso.