Para interpretar una poesía utiliza de ejemplo a Rosalía o si quiere que sus alumnos se lean un libro del tipo 'La Regenta' les hace crearse un perfil ficticio de Instagram para que a su estilo y como se hace ahora a través de stories y de publicaciones recreen esta apasionante historia de la literatura clásica. Así se garantiza que leerán el libro y, lo que es mejor, que esta experiencia la recordarán toda su vida.
Eso es lo que le gusta a Cristian Olivé. Provocar emociones en sus alumnos para que no olviden nunca estas clases tan atípicas de Lengua y Literatura.
Pero es así, su método está revolucionando las aulas y con el que ha empezado a crear un ejército de 'Profes rebeldes', por cierto, nombre del libro que acaba de publicar y en el que cuenta el secreto de lo que pasa dentro de sus clases. En él explica cómo quiere cambiar la educación desde dentro, potenciando el talento y la creatividad de sus alumnos. Y, ¿cómo lo hace? A través de lo que a los chicos les gusta o con lo que de verdad se sienten identificados: Rosalía, Fortnite, Netflix, Instagram o las mismas pancartas del 8 de marzo. ¡Una experiencia emocionante!
¿Cuándo se despertó en ti esta inquietud por enseñar a los chicos en función de lo que a ellos les interesa?
Yo desde siempre tuve esa inquietud y como mi materia de Lengua y Literatura tiene ese matiz de que puede ser aburrida, decidí darle una vuelta porque yo sabía que tenía muchísimo potencial. Fue entonces cuando decidí acercarme a los chicos y usar elementos de su día a día como pueden ser Instagram, Youtube, Rosalía para que estos fuesen parte de mi herramienta educativa. Así les daba varios mensajes: primero que no les estoy juzgando de manera negativa, que eso es muy de adultos y segundo que se puede aprender de todo lo que nos rodea y eso es lo que me gusta que tengan.
Y, aunque eres muy joven, ¿te ha costado ponerte al día?
Pues me dicen muchas veces que por mi juventud lo tendré más fácil, pero no es así. Es una cuestión de actitud. Yo no he jugado al Fortnite en mi vida. No soy consumidor de Youtube. No lo utilizo de manera habitual como usuario, pero en cambio sí que lo analizo. Escucho a mis alumnos lo que les interesa y con esto quiero decir que la juventud no tiene por qué ser necesariamente una razón para que esta metodología funcione. Al final, el secreto es escucharles mucho y preguntarles qué es lo que les gusta. Las respuestas las tienen ellos y lo único que tenemos que hacer los adultos es dar una vuelta a eso que nos cuentan. Con el videojuego del Fortnite me costó, pero también le saqué partido (risas).
Lo has conseguido sacar, ¡mucho mérito!
Sí, costó pero se logró y ahora el siguiente reto viene con TikTok. Me he propuesto que antes de que se acabe este curso haré una actividad que llevo pensada.
Ya se pueden ir preparando...
Sí, desde luego (risas)
Con esto demuestras que ese miedo que tenías de poder aburrir a tus alumnos cuando empezaste a ejercer de profe es imposible. Les tienes siempre alerta.
Sí, yo tenía muchísimo miedo de repetir siempre lo mismo porque eso es aburridísimo, pero por suerte nunca me ha pasado porque de un año para otro siempre pruebo alguna actividad nueva. El objetivo es aprender. El año pasado por ejemplo fue un curso brutal porque me dejaron volar la imaginación y nunca se quejaban. Al revés, querían siempre más y a mí eso me generaba una adicción. Y te tengo que decir que este año no he repetido casi ninguna de esas actividades. Son nuevas todas y eso que estoy trabajando las mismas tipologías textuales, la misma gramática, los mismos personajes literarios clásicos, pero les estoy dando la vuelta para generar otra vez su expectación.
De cara a una evaluación con el típico control o examen, ¿cómo lo haces?
Yo soy un gran detractor de los exámenes porque al final toda esta creatividad y esta vivencia que yo creo que es lo que tiene que ser el proceso de aprendizaje se pierden con un examen. Yo defiendo el hacer pruebas para que se acostumbren a lo que es hacer un control porque en algún momento de sus vidas desgraciadamente se van a tener que encontrar con ello, aunque haya muchos profes rebeldes que no quieran. Yo les puedo y quiero enseñar a aprobar un examen, pero lo que de verdad me interesa y evalúo, es el proceso diario de trabajo en equipo. Ahí es donde ellos van a brillar.
Me queda claro que para ti el examen es totalmente secundario y si pudieras prescindible
El examen al uso está porque forma parte del sistema, aunque yo creo que poco a poco estos irán quedando más relegados. Para mí lo importante es el camino más que el objetivo porque entonces les estamos enviando un mensaje que me parece muy poco honesto por nuestra parte. Aprendemos para demostrar y no, aprendemos por placer. No tengo que demostrarte si lo sé o no, porque a lo mejor yo he llegado a una conclusión diferente de la tuya. Eso es lo que debemos hacer en la educación. Mirar ese tipo de conclusiones distintas a las que han llegado y no tanto que todos digamos lo mismo.
El hacer un examen implica mucho lo de 'estudiar para aprobar y no para aprender' por eso luego pasado el peligro se nos olvidan los conceptos
Yo soy siempre muy crítico con la memorística porque la memorización no provoca emoción. Provoca simplemente recordar una cosa para un momento concreto, pero luego lo olvidamos. Yo en el libro lo digo mucho y es que para que mis alumnos recuerden lo que yo les he enseñado tienen que emocionarse con lo que yo les estoy enseñando y con lo que ellos están haciendo. Los conceptos se pueden perder, pero la emoción va a quedar y es una idea en la que a mí me gusta mucho insistir en mis clases.
Hablas de tu profe de filosofía como una de esas grandes influencias, ¿qué otros ejemplos son los que te ayudaron a ti a entender hoy así la enseñanza?
Para mí de referentes son aquellas profesoras que me demostraron que yo era una persona y me trataban de tú a tú. Porque el hecho de que fuera profesora no quería decir que allí hubiera una jerarquía enorme. Yo igualmente sentía respeto hacia ellas porque al final eran mis educadoras, pero me hablaban de tú a tú. No me juzgaban. Me respetaban. Generaban un clima de confianza en la clase para que yo no tuviera miedo a preguntar. Tenemos que generar ese clima de confianza en el aula para que los alumnos se sientan también parte del aprendizaje. Yo trato de demostrarles que puedo aprender mucho de ellos. Eso me parece también muy emocionante, el que un alumno pueda enseñar algo al educador.
Frente a esa forma de enseñar está la opuesta. El explicar algo y que haya que seguir sí o sí el ritmo y si no se hace pues habrá muchos que se queden en el camino. Digamos que así solo se enseña entonces para una minoría, ¿a ti eso te parece bien?
Me parece mal. Con las actividades que planteo pretendo justo el efecto contrario. Y me he dado cuenta de que los alumnos que tenía ganados lo están igualmente, pero los que no tenía ganados lo consigo así o, al menos, un poquito más. Y eso ya es una victoria. He visto a gente que a lo mejor se negaba a leer y ahora se lanza a ello porque la actividad que va a hacer después le motiva.
De pequeño, ¿cómo eras tú de estudiante?
Era un alumno mediocre. No destacaba ni para lo bueno ni para lo malo. Intentaba no llamar mucho la atención y sí que es verdad que me encantaba relacionarme con los profes. Me llamaba muchísimo la atención su trabajo y siempre les preguntaba y por eso a veces me llamaban repelente. Pero, ¿qué le iba a hacer? Me interesaban más los adultos que los que estaban a mi alrededor. Rebelde he sido ahora (se ríe) pero estoy seguro de que si hubiera hecho actividades de este tipo habría ido más allá. Me hubiera querido superar a mí mismo.
Haciendo esto, ¿te has enfrentado alguna vez con alguna barrera que ha intentado limitarte tu experimento educativo?
Sí, porque muchas veces al tener clases tan enormes y con tanta gente hace muy difícil el hacer actividades que sean tan personalizadas. Para mí ese es un gran handicap que nos encontramos en las aulas. Que tengamos 30-35 alumnos desde el punto de vista tecnológico es un poco complicado de gestionar, pero vas tanteando y al final consigues el resultado, sobre todo cuando los chavales también te ayudan para que funcione. Ese es el mejor estímulo.
Y por curiosidad, ¿cómo haces el ensayo de esas prácticas tan elaboradas? ¿Directamente te lanzas a la piscina o haces pruebas en casa?
Al principio sí que preguntaba mucho si esto les interesaba o no, pero ahora ya he conseguido una técnica con la que voy entendiendo lo que realmente les va a emocionar, lo que les va a despertar algún interés. Y, últimamente ya me lanzo directo a la piscina en clase. No hago pruebas. Antes podía sentir un poco de miedo, pero también soy defensor de que no pasa nada por sentir algo de vértigo. Si te equivocas, no pasa nada. Se vuelve a empezar.
¿Cómo es tu relación con los alumnos repetidores?
Yo no quería de los chavales que tengo que hubiese repetido ninguno. De hecho me enfrenté a mis compañeros por ello, pero bueno este año solamente tengo un repetidor y él actúa como anunciador de mis actividades. Es como tener un cómplice en el aula y eso a mí me ayuda muchísimo.
¿Cómo es eso de llegar a clase y decirles que tienen que hacer un libro de un scape room o un comentario de texto con un perfil ficticio en Instagram o analizando las canciones de Rosalía?
Es genial yo he intentado con la práctica del perfil ficticio en Instagram que los alumnos sientan la lectura como una vivencia personal. Tenemos ese ejemplo de Instagram o también el de crear un álbum musical como el de Rosalía y analizar cada canción porque en este caso cada letra de la canción expresa una parte del libro de forma poética. Con esto hemos hecho poesía, literatura, trabajo de gramática, pero sobre todo hemos potenciado la creatividad que esa es mi mayor obsesión.
¿Qué es lo que más le puede frustrar a Cristian en el mundo de la enseñanza?
Encontrar alumnos no creativos o que no tengan ganas de desplegar su creatividad. Eso es lo que más me frustra.
¿Y les has conseguido motivar?
He hecho todo lo posible. Les he tocado mucho las narices para que al final tengan ganas de hacer algo. En muchos casos lo he conseguido y lamentablemente en otros no y eso me genera frustración.
De toda la aventura, ¿qué es para ti lo más gratificante?
El ver justamente cómo los chicos van creciendo como personas. La forma en la que empiezan y cómo luego acaban. Ese proceso de maduración en el que les has acompañado. Eso me emociona. Yo sigo siendo un niño loco e inmaduro que quiere seguir jugando y aprendiendo. Y si ellos comparten eso conmigo, desde luego que no hay nada que me pueda llenar más. Los juegos de mil maneras dan sentido a todo.
Desde luego que es emocionante, pero terminarás agotado...
Sí, pero es mi forma de trabajar. Quiero que todo forme parte de mi vida. No solo soy profesor dentro del aula. Me gusta pensar cómo sacar todo el potencial a los chicos cuando estoy fuera. Hay tantas formas... Si consigo algo, aunque sea una idea fuera del horario, me doy por contento. Me parece fascinante el poder mejorar y eso es algo que no se puede lograr tan fácil en otros trabajos.
¿Cómo ves la educación de ahora? ¿El futuro?
Como lo veo yo no lo sé, pero sí te puedo decir cómo no me gustaría que fuera. Me gustaría que mis alumnos acabaran su educación obligatoria siendo personas tolerantes, personas con espíritu crítico, personas que respeten su entorno y a las personas que tienen a su alrededor. Para mí ese es el objetivo y, que por supuesto tengan inquietudes. Que tengan ganas de aprender.
Ambicioso, ¿eh?
Sí, pero lo conseguiremos con muchos profes rebeldes.
¿Y los riesgos a los que os vais a tener que enfrentar los profes rebeldes?
Bueno pues seguro que las instituciones no nos lo van a poner fácil y por eso yo siempre digo que la educación para que cambie tiene que ir al ritmo que cambia la sociedad y no al que nos marquen las instituciones. Ellos toman decisiones políticas y nos tienen al margen, cuando al final somos los que conocemos de verdad el mundo educativo, el campo en el que nos movemos.