Las sociedades cambian, y aunque a veces nos cueste muchísimo ver cómo, en realidad, estamos mejor que antes, lo cierto es que hay cientos de argumentos para demostrar que estamos evolucionando. Las leyes se mejoran, los derechos se conquistan, y los comportamientos caducos se superan. Sin embargo, las grandes historias que impactan en una o varias culturas tienden a permanecer inamovibles, y eso, en ocasiones, se convierte en una piedra en nuestro camino hacia delante.
Habrá gente todavía que crea que el cine, las series, los libros, la música, o los programas de televisión no son más que un mero entretenimiento inocuo. Pero no es así. De hecho, puede que a un colectivo o grupo social le marque más, para bien o para mal, una película que una manifestación multitudinaria. Y antes de que existieran las teles, las radios, el cine, ya existían ciertos relatos que habían ayudado a moldear sociedades. Por poner un ejemplo muy sencillo y que todo el mundo puede identificar, hablemos del Nuevo Testamento: la figura de Jesucristo se ha usado durante milenios para decirnos que tenemos que ser buenos porque, si no, no alcanzaremos la gloria. Y es bastante fácil encontrar momentos históricos muy posteriores a Jesús en los que se ha usado su nombre para justificar actos y tomas de decisiones muy reprobables y que, sin duda, frenaban el progreso de una sociedad.
No quiero decir que Cenicienta esté a la altura de Jesucristo en cuanto a impacto cultural, por supuesto. Pocas narraciones han sido tan decisivas para una cultura como la del Nuevo Testamento. Pero que esa sea la de mayor influencia no quiere decir que no haya habido otras muy destacables, y, ahora sí, el cuento de hadas sobre una pobre mujer muy trabajadora rodeada de malas personas a la que salva la magia ha dado la vuelta al mundo, en diferentes momentos de la Historia, para contarle a las niñas lo que deben hacer para conseguir una vida feliz.
La historia de Cenicienta se ha contado de muchas formas diferentes, adaptándola a los tiempos y a la cultura de cada zona (hay un libro titulado '345 historias de Cenicienta', escrito por Marian Rolfe Cox, que da buena fe de ello), aunque, casi siempre, con una misma intención.
A pesar de que hay en el mundo más versiones de la Cenicienta que ratones tenía ella en su casa, los múltiples relatos que han transmitido su historia suelen tener en común varios detallitos: que la protagonista es una mujer buena, guapa y trabajadora pero muy desgraciada en la vida, y el zapato o sandalia que la representa porque ayuda a identificarla. En prácticamente todas las versiones la moraleja es siempre la misma: si eres buena a pesar de todo el mal que te hagan, llegará tu recompensa (vamos, que si te portas bien irás al cielo, pero en una adaptación solo para mujeres para dejar bien claro que una buena chica es la que trabaja de sol a sol y encima tiene una sonrisa siempre en la cara).
La versión más antigua de la que se tiene registro escrito proviene de la Antigua Grecia. Es el cuento de Rodhopis (Ródope), una cortesana griega que fue capturada por unos piratas para ser esclava en Egipto. Otra de las más famosas e influyentes es la versión china. A esta se le debe el detalle de que el pie de la protagonista sea muy pequeño, razón por la que el zapatito no le cabía a ninguna otra chica más, ya que el tamaño reducido del pie es un signo de belleza en esa cultura. La Cenicienta china se llama Yeh-hsien, y es una joven maltratada por su madrastra y hermanastras que sale adelante gracias a la ayuda de un pez dorado que alberga el alma de su madre. En esta versión también hay un gran baile y se añade la magia realizada por el pez dorado que permite que Yeh-hsien acuda al evento transformada por un hechizo para que su propia familia no la reconozca y pueda, así, acercarse al príncipe, al que conquista con su belleza.
La versión china apareció en un momento de máximo esplendor cultural en ese país, y se cree que a través de los intercambios comerciales de la ruta de la seda se puedo extender al resto del mundo donde inspiró a cientos de escritores. También hay una Cenicienta india, una árabe, una escocesa, una persa, una italiana... hasta llegar a una de las más famosas, la versión francesa de Charles Perrault publicada en 1697 en la colección 'Cuentos de Mamá Ganso'.
El cuento de Perrault es la historia de Cenicienta que mejor conocemos porque fue la principal fuente de inspiración para la película animada de Disney de 1950. Lo único que añadió Disney fue que Cenicienta era amiga de los animales de la casa (excepto del gato malvado), pero la trama es prácticamente idéntica.
Y dando un gran salto hasta 2021, recientemente se ha estrenado en Prime Vídeo una nueva versión cinematográfica que reescribe la historia de Cenicienta dotándola de una aspiración personal, ser diseñadora de ropa y montar su propio negocio, dejando en un segundo plano la historia de amor con el príncipe.
Cenicienta es un personaje muy bien pensado para que le cojas cariño enseguida y te apiades de ella. A pesar de las desgracias que ha sufrido en su vida (bien sea por ser raptada, por haber perdido a sus padres o por las humillaciones constantes por parte de su madrastra), ella sigue adelante con sueños e ilusiones y, además, cumple con todo lo que le exigen sin rebelarse. ¡Qué mona!
Mientras que los héroes masculinos en los mitos, cuentos y leyendas tienen atributos como salvadores, fuertes, inteligentes, valientes... las heroínas de los cuentos se centraban en otro tipo de valores para enseñar a ser mujer, primero, y a ser buena esposa, después. Porque no podemos olvidar que el premio de Cenicienta es un príncipe. Del mismo modo que no podemos olvidar que Disney nos grabó bien a fuego a varias generaciones de mujeres el cuento del amor romántico.
El relato clásico de Cenicienta ha estado repitiendo durante siglos y a varias generaciones que si eres mujer y quieres tener tu final feliz, debes de cargar con todo lo que te echen encima y cumplir con lo que se te manda sin enfadarte nunca ni alzar la voz, porque es la bondad (y la belleza) lo que hace perfecta a una joven.
Por otro lado, también se podría escarbar la lectura "si te esfuerzas, sufres y te sacrificas, llegará tu recompensa". Pero ya sabemos que no siempre querer es poder y estas moralejas ya están más que desmontadas en nuestra cultura. ¡Pero, aún no, superadas! Y eso es, en parte, al poder de estos relatos milenarios que tan a fuego grabaron estas lecciones a la sociedad.