La situación en La Palma es crítica, y es que el volcán de Cumbre Vieja lleva en erupción desde el domingo 19 de septiembre, cumpliéndose ya más de diez días que parecen eternos para los habitantes de la zona. El magma, que ya ha llegado al océano, ha formado un delta de aproximadamente 500 metros de ancho, arrasando todo a su paso y afectando a casi 1.000 casas a su paso, de las cuales 855 han quedado completamente destrozadas según ha documentado Copernicus, un programa de observación y monitorización de la Tierra liderado por la Comisión Europea.
La llegada de la lava hacia el mar supone un respiro según informan los expertos, ya que se estima que las coladas de magma dejen de ensancharse en la zona de tierra engullendo más y más terreno, incluidas casas y espacios destinados a la agricultura. Desgraciadamente, estos días de incansables emisiones han sido suficientes para cambiar la vida de personas como Julia, Gael, Adrián y Ana Belén, cuatro jóvenes palmeros que están viviendo en primera persona la angustia provocada por la erupción.
Aunque no ha habido que lamentar víctimas mortales, muchos ciudadanos de La Palma lo han perdido todo. Para algunos de ellos como Julia, una joven de 24 años de Los llanos de Aridne (al oeste de la isla y muy cerca de la erupción) que ha tenido que ser desalojada junto a sus padres, “lo peor de todo es la incertidumbre". Según explica a Yasss "todo lo que nos dicen son estimaciones, no se sabe qué va a pasar ni cuándo va a acabar esto. Es muy frustrante y hay un ambiente de miedo colectivo. Hay gente mayor sin teléfono que ha pasado días sin decirle a sus familiares que están bien. Yo estoy con mi familia y por suerte nos hemos podido comunicar en todo momento con mis tíos, pero aun así lo pasas mal por ti, por lo que has perdido, por lo que puedes perder, y por lo que están perdiendo los demás, los conozcas o no”.
Tal y como Julia comenta, lo más duro para los habitantes de La Palma está siendo lidiar con la incertidumbre a corto y largo plazo. El hecho de no saber cuándo van a finalizar las emisiones de magma y, sobre todo, de gases volcánicos, está afectando psicológicamente a las familias que se encuentran en la isla y que no saben cuándo podrán volver a retomar y reconstruir sus vidas.
“Es muy difícil porque ves cómo algunos se aprovechan de la tragedia”, relata Gael, de 28 años y natural de Santa Cruz de La Palma. “Esto no es una oportunidad turística, un milagro de la naturaleza o algo digno de presenciar, esto es una tragedia. La gente está viendo como el volcán se traga sus casas”. El joven, que vive actualmente en Tenerife pero que es natural de La Palma, mantiene el contacto diario con familiares y amigos que sufren en primera persona las consecuencias del volcán. “Hay que imaginarse lo que es salir de tu casa sin saber si vas a poder volver”, afirma. A lo que añade “lo ruin que es utilizar esto con fines políticos cuando hay vidas en juego”.
A las viviendas particulares arrasadas (unas 981), se suman los negocios como las entidades plataneras, que han quedado totalmente destruidas afectando a la economía de familias y de la isla de La Palma. También se suman a las pérdidas algunos colegios que ahora mismo están inutilizados, carreteras y zonas naturales que, desgraciadamente, tardarán años en recuperarse.
La indefensión se junta con la frustración ante la visión ajena de la catástrofe (como los negacionistas del volcán), ya que no son pocos quienes etiquetan lo sucedido como un fenómeno de la naturaleza espectacular. Si bien puede resultar llamativo, ahora más que nunca debemos hacer un ejercicio de empatía y entender que quienes lo viven desde dentro están perdiéndolo todo, incluidas vidas animales, pues son muchas las organizaciones, vecinos y Fuerzas de Seguridad que trabajan incansablemente para mantener a salvo a las mascotas y seres vivos de la zona.
“Estamos en shock”, nos cuenta Adrián, de 25 años, que vive en Tazacorte y también se ha visto afectado por el volcán. “No te esperas que pase. Lees en redes a gente que dice que cómo es posible que hayamos construido cerca de un volcán, que nos exponíamos a esto. Les mandaba a reconstruirnos las casas. Es que no te esperas que pase”, repite afectado. “La vida nos cambió y cuando lo asumamos, la ansiedad será muy fuerte”.
Por el momento son muchos quienes se han sumado para proporcionar su apoyo a los vecinos de La Palma, tanto a nivel económico como emocional. En este último campo, destaca la labor del Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, así como el Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes. Entre ambos suman casi cien voluntarios que están proporcionando apoyo psicológico a los afectados de La Palma.
Ana Belén, psicóloga de 27 años, comparte el miedo con el que vivió la erupción: “la situación fue complicada desde el primer día que comenzaron a sentirse los seísmos en la isla, aunque en un primer momento piensas que no va a ocurrir, siempre te da un poco de miedo imaginarte la situación”, recuerda. La joven, que en aquel momento estaba en Tenerife trabajando, vivió con gran impotencia el no poder estar allí para ayudar a sus seres queridos: “Por suerte, mi familia vive lejos de la zona afectada, pero tengo amigos y conocidos que han sido evacuados, que vivieron muchos días con la incertidumbre de saber si su casa seguía en pie o no”.
Tras la erupción, Ana Belén, que se crio en la zona Barlovento, decidió cargar su coche de donaciones desde Tenerife y viajo a La Palma para ayudar. “Fue más duro de lo que esperaba, casi en cualquier parte de la isla puedes escuchar el rugido del volcán y la lluvia de ceniza. La isla está completamente desolada”. Sin embargo, destaca la colaboración ciudadana en la zona de Breña Alta, que estaba repleta de donaciones de comida, juguetes, ropa, comida para bebés y animales, etc.
“Y este solo era uno de los muchos puntos de recogida que habían habilitado en la isla. Había muchísimos voluntarios clasificando todo lo que llegaba y atendiendo a gente que iba buscando ayuda. En especial, recuerdo a una chica que estaba cogiendo llamadas, en ese momento le preguntaban por dos perritos que se habían perdido y que sus dueños estaban buscando desesperadamente, fue muy duro”, a lo que agradece el trabajo incansable de voluntarios, científicos, bomberos, policías, guardias civiles, protección civil, alcaldes y alcaldesas, protectoras de animales y familias que han cedido sus casas. “En La Palma la gente es muy familiar y muy cercana. Los pueblos son pequeños y todo el mundo se conoce, por eso sufrimos mucho al ver que nuestros vecinos pierden sus casas, creo que el sufrimiento compartido genera que el apoyo colectivo sea mucho mayor”, matiza.
Ana Belén ha recalcado la importancia de empatizar con los afectados. “La gente que viene a intentar sacar la mejor foto del volcán o un vídeo lo más cerca posible, entiendo que no quieran perderse un fenómeno natural tan difícil de ver, pero deberían comprender el dolor que sufre la gente cuando ve que hay gente visitando la isla solo para ver “el espectáculo”. Son nuestras casas, nuestros colegios, nuestras calles, nuestra gente, nuestro paisaje”, a lo que añade que la zona de La Palma no tiene autopistas, metro ni grandes centros comerciales, pero sí un ecosistema único que está en riesgo por el volcán. “No nos entra en la cabeza que se pueda estar debatiendo el hecho de construir casas en zonas volcánicas o que algunos medios estén intentando buscar responsabilidades políticas. Aquí no hay culpables, solo víctimas. Las 8 Islas Canarias estamos formadas por lava y después de este volcán vendrán otros, pero no cambiamos nuestro paraíso por nada del mundo. Estos son nuestros riesgos, igual que en otras partes del mundo sufren terremotos, inundaciones o grandes nevadas, y no por eso dejan de construir en esos lugares”.
Además, destaca el poder de las redes, que en ocasiones pueden convertirse en un arma de doble filo: “Hay gente que ha visto mediante un vídeo, cómo su casa era engullida por la lava, y esos vídeos circulan y se comparten por las redes sin pensar en las consecuencias". Por su parte, la joven opina que "los vídeos que hay que compartir son aquellos en los que se ve a la policía cargándose las cabras a la espalda para poder sacarlas de las zonas de riesgo, aquellos en los que se ve a los voluntarios limpiando las cenizas de las casas de las personas mayores, aquellos en los que se anima a la gente a que acuda a los puntos de donación para que se lleven todo lo que necesiten”.
Como bien destaca, es importante evitar hacer afirmaciones morbosas o banalizar con lo sucedido. Se está viendo como muchos consideran el volcán una atracción turista, y Ana Belén lanza una reflexión: “no podemos estar pensando en los posibles beneficios, cuando las consecuencias han sido y están siendo tan duras”.
"Esta situación no va a terminar cuando el volcán se apague, a la isla le queda un largo período de recuperación, hay zonas que han quedado prácticamente incomunicadas por el destrozo de las carreteras, se han destruido muchos cultivos, negocios, etc. Y en cierto modo, los palmeros sentimos que ahora somos noticia porque el volcán está despierto y es atractivo, pero que cuando se apague estaremos solos. He escuchado a muchos de los afectados pedir que, por favor, no les olvidemos”, enfatiza la joven psicóloga.
También aprovecha para pedir a todos aquellos que ahora nos interesamos en la actualidad sobre el volcán, que en un futuro sigamos ayudando, fomentando el turismo y poniendo nuestro granito de arena para la recuperación de zonas naturales, negocios y hogares. Mientras tanto, la joven recuerda que “los ayuntamientos de los municipios afectados y el Cabildo de La Palma han habilitado algunos números de cuenta para que la gente que lo desee pueda ayudar económicamente a los afectados”.
Es momento de estar unidos y cuidar unos de otros, independientemente de dónde vivamos o de si podemos colaborar económicamente o psicológicamente para minimizar el impacto de la catástrofe.