Cuando creíamos que el 2020 ya no podía depararnos nada más, resulta que nos enteramos que solo nos quedan unos pocos días de vida porque el fin del mundo está al caer: el 'ultimátum a la Tierra' será el próximo día 21 de junioel 'ultimátum a la Tierra' será el próximo día 21 de junio según la teoría del científico estadounidense Paolo Tagaloguin. Así, sin paños calientes y después de un encierro por el coronavirus, nos hemos enterado que tras la espera y el confinamiento, cuando íbamos a ser un poco más libres, pues resulta que todo se acaba. Fin de la película y, ¡menudo papel nos ha tocado!
Podríamos no alarmarnos demasiado porque estamos acostumbrados a otros fines del mundo que se han anunciado y que eran un fail sin más, pero dado que el 2020 no para de sorprerdernos (para mal), sí que podríamos llegar a creer que esta vez era el anuncio verdadero. Lo peor de todo es que todavía seguimos con las fases y no podemos movernos ni para aprovechar las últimas horas.
Y claro desde que nos hemos enterado ya no levantamos cabeza. ¿Para qué? Si a todo esto le queda nada y menos y eso del 'carpe diem' en la desescalada no es tan divertido, ¿por qué íbamos a ilusionarnos con hacer planes o algo nuevo? Para nuestra tranquilidad, todavía hay esperanza ya que no todo lo que se ha dicho es cierto y hay una serie de errores de interpretación en el Calendario Gregoriano hechos por este científico que tirarían por tierra su teoría.
Para él (que por cierto ha borrado recientemente el tuit apocalíptico en el que lo explicaba) el fin del mundo se fijaba en diciembre de 2012, explicado por el paso del Calendario Juliano al Gregoriano y a su ajuste de 11 días que cada año se quitaban para reflejar mejor el tiempo que tarda la Tierra en dar la vuelta al Sol. Con esa explicación se nos ha tratado de decir que realmente no estábamos en 2020, sino en el año 2012 y el próximo domingo sería concretamente el 21 de diciembre: la fecha del fin del mundo según los mayas.
Ahora bien, se han pasado por alto varios errores que desmontan esta cuenta atrás y que vamos a explicar a continuación:
Para empezar vamos a retomar las clases de historia porque no están bien puestas las fechas. Esto no es determinante, pero ya dice mucho de que la teoría del fin del mundo para el 21 de junio puede estar infundada y que las cifras bailan bastante. La base de todo está en el Calendario Gregoriano, pero se han comido un par de siglos desde que se estableciese su inicio. No empezó en 1752 como se dice, sino en 1582, al menos para los países católicos, entre ellos España. Lo del año 1752 corresponde al momento en que lo adoptaron países protestantes, fundamentalmente Inglaterra. Con esto ya cuadrado pasamos al fallo siguiente (y más grave) para sostener esta teoría.
El gran error estaría es decir que cada año se han quitado 11 días al calendario desde que se instauró el modelo gregoriano. Esos 11 días se quitaron al calendario una sola vez, en 1582, (no cada año) para compensar el 'extra' de minutos (11 minutos exactamente) que cada año bisiesto había estado sumando al calendario desde que se estableciera el Calendario Juliano. Lo explicamos.
Todo parte de la fecha de 1582 (la correcta) en la que el Papa Gregorio se dio cuenta de que la Semana Santa iba a meterse casi en febrero y eso le pareció un poco extraño. Demasiado pronto. Por eso decidió pedir a astrónomos expertos que descubrieran por qué estaba pasando eso y hallaron una respuesta: resulta que el movimiento de traslación de la Tierra no dura exactamente 365 días. Para ser exactos es de 365 días, cinco horas y 49 minutos. Los del Calendario Juliano lo sabían, pero redondearon a 365 días y seis horas, inventando los bisiestos cada cuatro años. ¿Y qué pasó? Que sin darse cuenta metieron 11 minutos extra cada año. Esos 11 minutos extra, que parecen poco, acabaron por desplazar casi un mes algo tan importante para el Papa Gregorio como la Semana Santa. Y ese error del Calendario Juliano fue lo que se corrigió con el Calendario Gregoriano. Ahora viene el cómo.
Para empezar, le quitaron 11 días al calendario en octubre de aquel 1582 para compensar siglos de deriva errónea. Solo fue esa vez y no como se ha explicado recientemente que fuese algo que se hiciera cada año. Y para evitar que el error volviera a alterar las fechas unos siglos después, los astrónomos del Siglo XVI calcularon que, cada 400 años, habría que quitar tres de esos días bisiestos. ¿Por qué? Pues porque cada 400 años, a razón de 11 minutos por año, metemos al calendario tres días más casi exactos.
¿Y en qué años hay que quitar esos días bisiestos? La manera Gregoriana de calcular el calendario (que sigue siendo la que conservamos hoy en día) mantiene lo de añadir un día extra cada cuatro años (los bisiestos) pero eso sí para corregir los famosos 11 minutos, cada cuatro siglos ordenaron a las generaciones futuras quitar tres de esos bisiestos. Ahora había que decidir cuáles.
Se estableció que en todos los años que fueran múltiplos de 100 (1600, 1700, 1800, 1900…), no tendrían 29 de febrero. Y que los años múltiplos de 100 que también lo fueran de 400 (1600, 2000, 2400…) esos sí mantendrían el 29 de febrero.
Esto sirve para que nos quedemos más tranquilos y que no estemos contando los días como locos hasta el domingo. A la teoría del fin del mundo para el 21 de junio parece que le falta rigor y saber cómo funciona realmente el Calendario Gregoriano. Podemos respirar tranquilos.