2020 ha sido el año del coronvirus, de eso no tenemos nadie ninguna duda. Pero si intentamos resumir el año sin tener en cuenta la pandemia (¿podríamos?), entonces tenemos que reconocer que 2020 ha sido el año de Bad Bunny. El artista publicó el año pasado tres discos. Sí, sí, tres. Dos álbumes de estudio, 'YHLQMDLG' y 'El último tour del mundo' y uno recopilatorio, 'Las que no iban a salir'.
Además, justo al terminar el año Spotify anunciaba que Bad Bunny se había convertido en el artista más escuchado en todo el mundo, con un total de 8.300 millones de reproducciones en esta aplicación, batiendo también otro récord, y es que ha sido el primer cantante de habla hispana en alcanzar este reconocimiento.
Estamos acostumbrados a pensar que, ante tanto éxito, la vida de Bad Bunny tiene que ser de película. Tendrá muchísimo dinero, tendrá todo lo que desea, será feliz junto a sus seres queridos... pero el éxito, en ocasiones, tiene una cara B de la que no se habla tanto.
Cada vez son más los artistas que hablan con naturalidad del precio que hay que pagar por obtener ese éxito. El cantante colombiano J Balvin contó que sufría ansiedad y depresión y que había necesitado la ayuda de un psiquiatra, y Billie Eilish, otra de las cantantes que más existosas del momento, contó hace poco que llegó a tener pensamientos suicidas al no saber gestionar los comentarios de sus haters en redes sociales.
En una entrevista concedida a El País y publicada el pasado 3 de enero, Benito Antonio Martínez Ocasio, nombre real del cantante, habló sobre muchos temas interesantes, desde el colonialismo de España en América como de la depresión.
En tan solo cuatro años, Benito ha pasado de ser cajero en un supermercado a encontrarse en el top de las listas de éxito de gran parte del mundo. Asimilar un cambio tan drástico no es sencillo. “Hace poco que tengo muy claro en la cabeza lo que he conseguido, quizá hace un año o seis meses. Pero hasta entonces, muchas veces se me olvidaba, sentía que era el chamaquito del supermercado”, comentaba el cantante puertorriqueño.
La periodista que firma la entrevista va directa al grano, preguntándole si se puede batir tantos récords en un solo año y no estar loco, a lo que el artista responde: "Algunos días es difícil, pero no me ha dado tiempo a volverme loco”. Probablemente se refiera a lo mucho que ha trabajado durante el último año, en el que ha publicado tres discos.
Sin embargo, más adelante se sincera sobre el que fue uno de los peores momentos de su vida. Hace un año quiso dejar su carrera musical, y aunque algunos creyeron que se trataba de una estrategia de marketing para promocionar 'YHLQMDLG', él confiesa que "en ese momento lo dije porque lo sentía".
Y es que, tal y como él cuenta, justo cuando comenzaba a conseguir éxito, su cabeza le jugó una mala pasada. Él mismo no se atreve a llamarlo "depresión", porque confiesa que no acudió a ningún médico, pero lo que él vivió se asemeja bastante a esta enfermedad que afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo.
"De 2016 a 2018 desaparecí, yo estaba metido en una cápsula, sin enterarme de nada. El mundo me veía, pero yo estaba desaparecido", comenta en la entrevista. “En ese momento yo estaba horrible en mi vida personal, pasaba por una situación donde no me sentía bien, y había soltado mi teléfono y las redes sociales”. Cuenta Bad Bunny que llegó incluso a cuestionarse quién era él y qué le estaba pasando.
Actualmente, su vida está más organizada y él es por fin consciente de quién es y de lo que quiere hacer. Además, tiene la costumbre de entrevistarse a sí mismo, para conocer sus pensamientos, sus opiniones. y su historia.