Da igual lo que pase el domingo en la final oficial de este Roland Garros, porque la final moral, la que - a falta de la presencia de Rafa Nadal en el torneo - decidirá quién es el nuevo Rey de la Tierra, se celebra esta misma tarde en la Philippe Chatrier. Carlos Alcaraz, que jugó un "tenis perfecto" en su encuentro de cuartos contra un desinflado Tsisipas, se cruza con Novak Djokovic en lo que - esperamos - sea un partido largo, cardíaco y otra victoria para el español.
Aunque el meridiano no nos fastidia el horario - no tenemos que ver los partidos de madrugada, como en los torneos transoceánicos - junio no es un mes especialmente festivo para los trabajadores y estudiantes, que se encuentran en la recta final de su año escolar. Por eso, muchos de ellos han tirado de ingenio para poder ver los partidos dentro de las aulas, coronándose en el arte del camuflaje:
Con los móviles y tablets dentro de los estuches y riñoneras hábilmente posicionados sobre los pupitres; con dobles pantallas de ordenadores, una para cada rabillo del ojo; con soportes al aire para colocar móviles con suscripción a Eurosport debajo de las mesas, o con el clásico de ponerse el portátil en las rodillas, hasta que te pille el profesor.
De esta forma, ninguno de los alumnos se ha perdido la épica lucha de Davidovich contra Nole, la victoria de Zverev, la desesperación de Stefan (y de su padre) y el ascenso de Alcaraz, que en 2022 cayó en cuartos y, este año, por justicia tenística, no. La seguridad de su juego y su gran capacidad de riesgo e improvisación ha hecho que, aunque echemos mucho de menos a Nadal en su torneo insigne, haya mucha vida más allá de él en el tenis español.