Pase lo que pase en las elecciones generales del 28 de mayo de este año, el ministerio de Irene Montero será recordado. Para bien o para mal, la cartera de Igualdad ha introducido cambios históricos en el Código Civil durante los últimos meses, siendo el último la aprobación de una Ley Trans que nunca se hubiera podido ni imaginar en la redacción primaria de este código, vigente desde 1889.
En dicho documento, la ley amparaba la supremacía patriarcal de los hombres sobre las mujeres, que debían "obedecer" a sus maridos, seguirles en cualquier cambio de residencia (que no fuera de ultramar o al extranjero), pedirles permiso para gastar dinero o, incluso, para comparecer en un juicio. Las viudas no podían volver a contraer matrimonio en un plazo de 300 días desde la muerte de su cónyuge, la mujer adquiría la nacionalidad del esposo (y el apellido, por supuesto) y le cedía sí o sí la patria potestad de los hijos.
Aunque parezca la redacción de una novela de Lorca, estos artículos bernardianos eran reales, estaban firmados y se aceptaban socialmente con normalidad, hasta que mujeres como Clara Campoamor empezaron a decir basta. Por eso, desde el prisma feminista de la actualidad, leyes como las promulgadas por Irene Montero serían un sueño para aquellas mujeres de finales del siglo XIX y principios del XX que vivían bajo el yugo del machismo, entonces sí, hasta en los mismos tribunales.
Leyendo el código original, se aprecia el salto que ha dado España en materia feminista, mucho más allá de los años 60 en los que la mujer tenía que pedir permiso para trabajar de los que habla la revista Time. La mítica cabecera le ha dedicado un artículo a la figura de Irene Montero porque, al César lo que es del César, sus propuestas han plasmado el clamor social de avanzar hacia un feminismo de igualdad real, ya no solo para las mujeres, sino también para, como dijo hace poco Sorogoyen, el colectivo "más machacado de la historia de la humanidad": el transexual.
La ministra recibió el aplauso de la bancada que portaba la bandera trans tras aprobarse una ley en la que, a partir de los 16 años, toda persona podrá cambiarse el nombre y el sexo en su DNI sin necesidad de ser sometidos a un examen psicológico, como si fuera necesario. Pero, sin duda, la ley que ha traído más cola y que destaca la cabecera estadounidense es la del 'Sólo sí es sí'. Time recuerda el caso de La Manada, punto de inflexión en España sobre la necesidad de incrementar las penas por agresión sexual.
En primera instancia, los cinco de Sevilla fueron condenados por abuso, pero en una revisión del caso elevada al Supremo, finalmente, fueron condenados por agresión sexual, cuyo número de años en prisión era considerablemente mayor (15 años). La indignación popular que causó la primera sentencia, fue lo que llevó a la integrante de Podemos a imaginar una España en la que no hubiera distinción entre abuso o agresión, sino que todo fuera considerado como la infracción más grave y, por tanto, punible.
Hoy, con la ley del 'Solo sí es sí' esa idea ya es una realidad. Pero en el reajuste de las condenas penales ha ocurrido algo que, aunque pueda proteger a la mujer en el futuro, ha hecho daño a las que ya fueron agredidas en el pasado. Con la revisión de condenas que ha permitido la nueva legislación, cientos de agresores sexuales, han quedado en libertad. Si bien, Montero ha reconocido que todas las leyes tienen "complicaciones" y necesitan un tiempo de transición, la revictimización de las víctimas es algo que se debe detener ya, según su socio mayoritario de Gobierno, el Partido Socialista.
Aunque Time haya definido esta discusión de Gobierno como una crisis que pueda verse reflejada en las urnas, lo que se palpa en España es un debate de coalición que se tiene que solucionar. Lo que pide Igualdad es que se mantenga la esencia de esta fusión de las penas: el consentimiento. Y que, se incluya o no la violencia y la intimidación (eso devolvería a su ser las penas mínimas), las mujeres no tengan que llegar con una herida en la cabeza para demostrar "que mantuvieron las piernas cerradas". Ése es el verdadero cambio de paradigma.