Cualquiera que escuche las canciones de Natti Natasha o vea sus videoclips se imaginará una vida de lujos que no ha probado ni gota de desigualdad o del sinsabor de los destinos humildes. En cierto modo, es lo habitual en el mundo del reguetón y la música urbana. A menudo, con honrosas excepciones, el género tiende a representar un imaginario aspiracional marcado por el lujo, el baile y el perreo hasta el suelo: coches de gran cilindrada, joyas extravagantes (suelen gustarles mucho a los próceres del género) y cierto gusto por el brillo lascivo del dinero contrastan con las historias reales que hay detrás de las figuras más conocidas del mundillo. El blanco del dinero por el dinero sobre el negro de la precariedad y el sueldo justo para el pan en la boca; lo que nunca se cuenta, o se glorifica para crear un nuevo relato.
Como ya te contamos en otro artículo, los comienzos de la cantante y su experiencia migratoria fueron de todo menos fáciles. De hecho, se sabe porque ella misma lo ha contado que una parte de su suerte y de su inspiración al llegar a los Estados Unidos se las debe a Don Omar, su mentor en la industria; el hombre que, al parecer, le abrió las primeras puertas.
Te contamos por qué
Los detalles de la curiosa conexión entre la cantante y uno de los padres fundadores del reguetón los ha dado Natasha muchas veces, aunque resultan especialmente interesantes en una entrevista de 2020 con el youtuber Daniel Habif. En ese alegato, la cantante explicó que para triunfar es absolutamente necesario esforzarse al máximo.
“Siempre sentí que estaba aquí por una razón. Cuando me fui de República Dominicana a los Estados Unidos empecé a grabar en diferentes estudios y nunca me sentí insegura”, contó la cantante sobre su primer año en Manhattan, el tiempo que tardó en coger el ascensor social y pulsar el botón de las plantas superiores. “Llegué a Nueva York y me moví. No me importó que hubiera tormenta de nieve. Caminaba en la tormenta porque no tenía para el taxi, buscaba la manera de llegar a los lugares de una forma o de otra. Eso nunca me detuvo. Sentía que cada día estaba más cerca”.
Esa voluntad de transformación y ese aguante ya los defendía en 2013, cuando, en otra entrevista, habló de los valores que le había transmitido el padre del género para triunfar en la industria: tener disciplina y aguantar, cueste lo que cueste. “Antes de conocerlo, mucha gente me vendió sueños, pero después, le tomé un respeto muy grande”. Del Don destacó entonces una de sus mejores cualidades: su mente “abierta” para componer canciones, su olfato, muy por encima de otros perros viejos de la industria.
Como ella misma ha contado en más de una ocasión, Don Omar le mostró toda la generosidad de la que es capaz ofreciéndole colaborar con él en varias canciones a través de su organización Orfanato Music Group. Quizá la más exitosa sea ‘Dutty Love’, que precipitó la fama de la cantante y lanzó su nombre por primera vez a esa ruleta desquiciada del mundo del reguetón, la que hace girar la bola entre el éxito, el fracaso o el más absoluto anonimato. Muchxs se quedan por el camino, pero no Nattasha, que ha demostrado ser una de las bestias del género. No por nada, a Dutty Love la llamaron la canción “que empieza las fiestas”.
Durante la entrevista con Habif, en 2020, la cantante volvía a explayarse detalladamente sobre el motivo por el que Don Omar había sido tan importante para ella en su llegada a los Estados Unidos, un periodo de enorme dificultad en el que tuvo que realizar trabajos manuales precarios de todo tipo mientras arañaba algo de tiempo y soledad para seguir componiendo canciones.
“En Nueva York, en un estudio, me encontré con Don Omar. No me lo esperaba, y desde ese día empecé a trabajar, no te digo canciones, simplemente ayudando por haberme encontrado a un artista de este calibre y que le haya gustado lo que hago, fue genial”.