Es cierto que estos meses nos ha tocado pasar mucho más tiempo de lo que estábamos acostumbrados en casa. El confinamiento ha obligado a que hayamos visto el mundo desde las ventanas, balcones y que la forma de estar en contacto con los nuestros se resumiese a través de las redes sociales. El refugio en el mundo virtual nos ha salvado porque era imposible que saliésemos fuera. Eso traducido en números supone un incremento del uso de las redes del 61% según el último estudio de Kantar.
Que veíamos un atardecer increíble desde la terraza (siempre que no estuviésemos de cuarentena en un piso interior) pues hacíamos un clic instantáneo para subir esa foto a Instagram. Lo mismo hemos hecho con ese vecino de arriba que cantaba para animar, con la fiesta de los aplausos de las ocho o, simplemente, con el selfie de nosotros mismos tomando el sol desde la ventana. Todo lo que nos ha ido llenando durante este tiempo de encierro lo hemos compartido en Internet sin darnos cuenta de que eso era un riesgo.
No es que publicar lo que hayamos hecho dentro de nuestra casa sea malo, pero con las exigencias que nos ha impuesto el coronavirus tal vez lo de dar más contenido a Instagram se nos haya ido un poco de las manos. Con eso, hemos podido dar involuntariamente más detalles de los que pensábamos a los ciberdelincuentes. ¿Creéis que eran solo imágenes inocentes? Un simple zoom de una de nuestras fotos podría ponernos en una situación sensible.
Y es que por mucho que nos guste acumular likes y comentarios en nuestras fotos, el ciberpostureo nos puede salir caro, en especial, si esas imágenes que hemos subido desde la ventana o terraza para que nos sigan la pista se asocian perfectamente con nuestra localización. Al dejar poco a la imaginación estamos dejando el acceso libre también para personas desconocidas que no tienen por qué tener buenas intenciones.
Hay que ser conscientes de que nuestras publicaciones en redes sociales aportan mucha más información de lo que pensamos. De esa imagen subida en la que salimos con pintas desayunando y mirando por la ventana, se puede sacar mucho más de lo que a simple vista se ve. El tema de que se pueda ubicar fácilmente nuestra casa y que, incluso hayamos dado más información de la debida como que estamos solos o con algún problema doméstico resulta preocupante.
No se está libre porque en el caso de Instagram no se ponga la localización de forma expresa, si luego en los stories o en las mismas publicaciones se da pistas para el rastreo. Por mucho que deshabilitemos la ubicación, siempre hay detalles de la misma calle, de la fachada del edificio, de las ventanas, de la tienda que hay abajo, susceptibles de ser analizadas no solo por nuestras amistades, sino también por contactos con peores intenciones.
El acoso digital es más normal de lo que se piensa y contra él lo mejor que se puede hacer es tomar una serie de precauciones. A todos nos gusta presumir de fotos en Instagram, pero con garantías de que estas no se volverán en nuestra contra.
Lo de subir fotos es algo que encanta a todo el mundo. No hay que renunciar a ello, pero sí hay que tener cabeza de lo que se puede estar mostrando y que los ciberdelincuentes pueden leer entre líneas. No se lo pongamos fácil. Bastará con ser un poco precavidos y tener controlado quién puede ver nuestras publicaciones, tal como la empresa tecnológica NordVPN ha dejado claro con una serie de recomendaciones a raíz de la costumbre de publicar imágenes ahora desde las ventanas:
Tus publicaciones que sean solo visibles para tus amigos. Por mucho que queramos que una imagen nuestra se haga viral no lo podemos hacer dejando que nuestro perfil sea visible para todo el mundo. Que los post solo los vean nuestros amigos es la mejor garantía de que estaremos a salvo. Lo que hay que hacer es configurar las preferencias de la cuenta en modo privado y antes de subir nada a Instagram, comprobar que seguimos así y no expuestos para todo Internet, es decir, para todo el mundo.
No contactes con extraños. Especial atención nos va a tocar poner a esas solicitudes que recibimos. No son siempre buenos amigos los que se quieren unir a nuestra red. Detrás de su imagen y del arsenal de seguidores que tengan puede que esto se trate de una cuenta fake que trate de robarnos nuestros datos.
Cuidado con las localizaciones. En tiempos de confinamiento hemos puesto de moda lo de compartir imágenes desde balcones y terrazas. Sin embargo, cuando se hace algo así es importante que sepamos que pueden descubrir fácilmente donde vivimos observando el entorno. No hay que dejar que se vean los nombres de calles, números de edificios y cualquier otra información que pueda dar una pista de dónde estás. Tampoco etiquetes ninguna ubicación cerca de tu casa, para evitar que te sigan.
El peligro de la Wifi pública. En un momento dado el que podamos conectarnos desde el Wifi público nos puede venir de perlas para subir una foto, pero ¡cuidado! con usar Instagram u otras redes sociales de este modo. Es fácil que un tercero malicioso tenga pirateado el acceso y pueda suplantarnos o darnos muchos problemas en nuestra cuenta.