“Los gays son viciosos”. “En todas las parejas de bolleras una lleva el rol de chico”. “Que se quieran, sí, pero que no lo enseñen”. “Los transexuales están enfermos”.
¿Te suenan estas frases desafortunadas?
Sería ya hora de que se erradiquen de un bombazo atómico ciertos mitos sobre la identidad sexual (aquí las tienes todas), que sobreviven como malas hierbas en la cabeza de la sociedad. Aún nos queda mucho trecho por recorrer. Habitamos un mundo de creencias erróneas que, literalmente, se orinan en los derechos humanos. El resultado es una sociedad menos libre e igualitaria, a menudo dividida, en la que quedan todavía repuntes de violencia homófoba (‘¡Maricón!’), negación de los derechos trans y asesinatos por obra y gracia del talento de los que consideran que la orientación sexual debe ser una y trina.
Hoy te hablamos de algunos de estos mitos que todavía hacen tanto daño. Por cierto, ¿con qué identidad te identificas tú?
Conceder la categoría de estable, normativa y deseable la frecuencia sexual de las personas heterosexuales suele ser moneda de cambio en los que todavía mantienen esta creencia, bastante estúpida. A ella podemos sumar el término “promiscuidad”, casi prehistórico a estas alturas (y con una capa de moho ideológico por encima, si nos preguntas a nosotros). No hay absolutamente ninguna relación (ni cifra que lo pruebe) entre el género y el sexo y la actividad sexual (frenética o tímida). En el mundo LGTBIQ puede haber tantas o más parejas estables que en el desierto hetero.
En el caso de las personas bisexuales, un estudio de 2007 a más de 200.000 personas tira por tierra ese falso mito que dice que son más tendentes a la promiscuidad. La orientación sexual no supone ninguna gran diferencia en cuanto al deseo sexual y la frecuencia de las relaciones.
Te sorprenderá oírlo, pero hasta hace solo unas décadas esta creencia tenía su público en nuestro país, lastrado por el periodo franquista y la criminalización de diversos colectivos.
A las orientaciones sexuales no normativas solía caerles un sanbenito parecido a este. “Se drogan más que los demás”. “Sobreviven robando”. Simplemente, era otra manera fácil y exitosa de criminalizar a un colectivo.
Falso de toda falsedad. Las orientaciones e identidades de género disidentes, fuera del espectro mayoritario, se han documentado desde hace cientos de años en todas las sociedades humanas. Otro de los mitos más extendidos ha afirmado que la homosexualidad es un invento de occidente, algo que, de nuevo, es completamente falso.
Es cierto que buena parte de la legislación que condena y castiga a las personas LGTBI en países como Rusia, Ucrania o Sudán es un legado de las potencias coloniales del siglo XIX, pero ahí se queda la cosa.
La función procreadora, la unión legítima y obligatoria entre hombre y mujer… toda esa cháchara de los grupos conservadores que mucha gente ha adoptado como prisma para mirar el mundo y que, si acudimos otra vez al abrazo de la ciencia, no tiene el menor sentido.
El pensamiento de que solo lo que es ‘natural’ es bueno ha hecho estragos, pese a que no hay ninguna evidencia (solo la caspa moral) que lo pruebe. Ni siquiera en el mundo animal la heterosexualidad es la norma. Ahí tenemos el mejor ejemplo de que el cortejo y la cría se da en parejas de machos o hembras sin el menor problema.
Si no quieres hacernos caso a nosotros, escucha a la Universidad de Cornell, que con 49 estudios diferentes, centrados en la felicidad de los hijos de parejas LGTBI, desmontó este mito y concluyó, por una aplastante evidencia, que los hijos que crecen en familias heterosexuales o LGTBI tienen las mismas probabilidades de ser felices e infelices, y ni siquiera por obra y gracia de los que defienden esta absurdez van a desarrollar problemas de disforia de género o de identidad.
Otro mito que ha calado, y que por más extraño, no goza de ningún dato que lo respalde. Las ITS no entienden de género ni sexo. Son consecuencia de una mala protección durante las relaciones sexuales, y esto afecta tanto a uno como a otros. No distingue entre personas trans, gays, bi o heterosexuales.