Hay quien llora, quien no hace un solo ruido o quien se echa a reír justo después de llegar al orgasmo. El sexo es un catalizador de emociones y, por mucho que puedan llegar a chocarnos, este tipo de reacciones extremas no son nada del otro mundo. Quien no lo ha vivido, ha escuchado una historia al respecto.
La descarga incontrolable de oxitocina, prolactina y endorfinas puede venir acompañada de emociones absolutamente desbordantes. En un artículo para Tentaciones, la escritora y periodista Gabriela Wiener preguntaba a algunas amigas por sus reacciones más desproporcionadas después del sexo.
La encuesta, aunque no es nada representativa, mostraba que ni el llanto ni las carcajadas al alcanzar el orgasmo son casos aislados: por poner dos ejemplos, la artista María Llopis aseguraba que las lágrimas después de una relación se parecían “al nirvana ese del que hablan” y la actriz porno Amarna Miller reconocía que, en varias ocasiones, había tenido relaciones con unos sentimientos “tan grandes que la única manera de sacarlos era llorar”. En ambos casos, y en contra de lo que se pueda pensar, expresiones emocionales con connotaciones positivas.
Ahora bien, estas explosiones parecen ser más habituales en mujeres que en hombres. Lo comprobaba Wiener con sus amigas y lo secunda la sexóloga Ana García para El País: “Lo poco que se sabe es que, durante las relaciones sexuales, suele ser la mujer la que es más emocional y más apegada, y por esto el llanto y la risa se produce más en mujeres que en hombres”. Partimos de la base de que las emociones suelen estudiarse en relación con las mujeres, y que quizás no se trate tanto de a quién afecta sino de qué esconde este fenómeno.
Las hormonas juegan un papel fundamental tanto en el desempeño de nuestras emociones como en la resolución del orgasmo, especialmente la oxitocina. Esta puede inducir a un estado de hipersensibilidad que, en determinadas ocasiones, puede inducir a la risa o al llanto después del orgasmo. ¿De qué depende que tienda a un lado o a otro? Pues de otra serie de factores psicológicos o circunstanciales, que poco tienen que ver con el sexo en sí. Es probable que, en estados de euforia, la hipersensibilidad derive en risa, y en momentos de preocupaciones o estrés ocultos, en llanto.
Es la línea en la que trabaja la sexóloga Nayara Malnero, que asegura en su blog haberse encontrado con algunos pacientes que acuden a consulta preocupados ante la posibilidad de ser la causa de las lágrimas de su pareja después de alcanzar el orgasmo. ¿Es posible que ese llanto denote “decepción y disgusto”? La sexóloga reconoce que existe la opción, pero que, la mayoría de las veces no es la respuesta. Sea como sea, no hay nada como aprender a comunicarse en pareja o pedir ayuda para salir de dudas.
“Lo que suele suceder”, apunta, “es que el orgasmo viene acompañado de una descarga no solo física, sino también emocional. Esa tensión que se acumula para después descargar de golpe puede hacer que nuestros sentidos se revolucionen y, sencillamente, las lágrimas se escapen”. Habitualmente se da durante el periodo refractario, que es el tiempo que tarda el cuerpo en volver a excitarse después de una relación.
En ocasiones, continúa la sexóloga, “ocurre que el orgasmo provoca tanto bienestar y felicidad que las lágrimas aparecen sin más, de emoción. Esta emoción, de hecho, puede ser tan intensa que llegue a confundirse la tristeza con la felicidad”. Para “la mayoría de las personas”, apunta Malnero, el sexo no es solo la relación entre dos cuerpos, sino una unión mucho más profunda. En ese contexto, “las lágrimas son solo un elemento más de esa interacción”.
La explosión emocional es tan solo una de las explicaciones posibles. La otra más habitual es lo que se conoce como disforia postcoital, también conocida como la bajona después del sexo. Hay a quien las relaciones sexuales le producen tal nivel de euforia y disfrute que, cuando acaban, se pegan un buen golpe con la triste realidad. Esa pena puede traducirse, sin ningún tipo de motivación problemática, en llanto.
Lo estudió el psiquiatra Richard Friedman, quien apuntó que la causa de esta tristeza podría estar en la amígdala, que deja de funcionar durante el orgasmo, y se ha tratado de mostrar en varios estudios. Uno de los más recientes, publicado en la revista Sexual Medicina y liderado por el Doctor Robert Schweitzer, se centraba en la experiencia sexual de 230 mujeres universitarias. De entre ellas, el 46% aseguró haber tenido síntomas de disforia postcoital alguna vez en su vida, y el 5,1% en el último mes. “Nuestros resultados apuntan a que este síndrome tiene funciones evolutivas”, concluyó Schweitzer. Además, apuntó a que existía una correlación entre la disforia postcoital y el nivel de intimidad de las relaciones.
Sea como sea, la risa y el llanto parecen emociones más o menos habituales después del orgasmo, muchas veces relacionadas con la euforia y la intimidad. Si la situación es recurrente o te preocupa, no dudes en ponerte en manos de un profesional para averiguar el motivo de tus reacciones. Pero, a veces, no hay que buscarles sentido a las lágrimas.