En un mundo, por suerte, cada vez más inclusivo y abierto a los matices en los géneros y las identidades sexuales, es de agradecer que el espectro de nuestros deseos y sentires sea cada vez más amplio. El sexo y el deseo es mucho más que categorías binarias lastradas por las apps de citas y el ghosting, el amor romántico y las orientaciones sexuales aceptadas por la mayoría como la heterosexualidad o la homosexualidad, que a menudo damos por supuestas en los demás sin haber hecho un ejercicio de empatía con sus circunstancias particulares.
Por suerte, hablar de bisexualidad o asexualidad con normalidad está empezando a ser una realidad y no una excepción. Uno de los términos que más dudas provoca es el de la cupiosexualidad, una identidad que a menudo se confunde con ser asexual. ¿Qué diferencias podemos encontrar entre las personas asexuales y las cupiosexuales?
Lo curioso de la ‘cupiosexualidad’ es que su origen (“cupio” proviene del latín y significa “querer o desear”) no parece tener mucho que ver con el espectro de la asexualidad, la llamada “cuarta orientación sexual”, a la que según algunos expertos pertenece, dentro de un espectro que incluye también a los demisexuales (que solo sienten deseo sexual y mantienen relaciones con personas con las que han establecido un vínculo emocional profundo y sólido).
Las personas cupiosexuales, también llamadas kalosexuales antes de que un término sustituyera al otro, no sienten deseo sexual por otros seres humanos. Como hemos dicho, este dato ya nos indicaría que es una orientación casi calcada a la de las personas asexuales, con un pequeño matiz: los cupiosexuales no experimentan deseo sexual y atracción física por otros seres humanos, pero sí pueden manifestar interés en mantener relaciones sexuales con otras personas por el simple hecho de echar de menos este tipo de encuentros. Desechar el contenido (el deseo sexual, la atracción) y abrazar el continente.
La sexóloga Tanya M. Bass afirma que los cupiosexuales pueden buscar el encuentro sexual por diferentes motivos, desde el placer físico que nos produce el sexo si llegamos al orgasmo y nos corremos al placer de nuestra pareja, que puede no funcionar bajo la misma orientación sexual que nosotros y anhelar el sexo y el placer tradicionales.
Ahí radica la diferencia fundamental con las personas asexuales, que han renunciado al sexo y los encuentros sexuales de cualquier forma posible, mientras que los cupiosexuales viven también sin sentir atracción por otras personas, pero pueden anhelar conscientemente el encuentro sexual y lo que significa como rito dentro de las dinámicas amorosas.
De ahí lo de ‘cupio’ (desear y querer), que ahora sí encuentra su razón de ser. Incluso podríamos ir más allá, con una diferencia de facto entre ambas orientaciones: los asexuales no tienen sexo, mientras que los cupiosexuales sí, con un interés muy concreto que no tiene nada que ver con sentirse atraídos por otras personas.
La cupiosexualidad cuenta por su propio símbolo y bandera, dentro de las que ya existían para categorizar la asexualidad. El color rosa intenso representa el amor, el claro, la falta de deseo sexual hacia otras personas. Por su parte, el blanco se refiere a las relaciones, el morado más claro a la sexualidad y el morado más oscuro al sexo.
El símbolo que representa esta orientación está formado por un círculo de color negro (el de la asexualidad) al que atraviesa transversalmente una barra (falta de deseo y atracción sexual). La remata un pequeño corazón, que pone el matiz principal: significa el aprecio por las relaciones sexuales y el deseo de tenerlas.