Hay tanta leyenda negra sobre la primera visita al ginecólogo como para escribir una tetralogía, y casi toda se ha formado en patios de colegio, en esos grupitos que hablan sobre sus reglas y el pánico que les da ponerse un tampón por primera vez (“¿Y si se me queda dentro para siempre?”). Hay de todo: que seguro que el ginecólogo es un viejo verde y, además, te pregunta por tu vida sexual delante de tu madre, que seguro que te dicen que eres estéril, que te meten una cámara por el cuello uterino… casi todos miedos infundados y, lo que es peor, que nadie se molesta en desmentir.
¿Te preguntan por tu vida sexual delante de tu acompañante? No, la mayoría de los ginecólogos piden a la persona que va contigo que salga de la sala antes de hacerte cualquier consulta personal. ¿Te van a decir que eres estéril? Podría pasar, pero no es una patología tan habitual y, en cualquier caso, hasta que no vayas no vas a saber nada. ¿Te van a meter una cámara por la vagina? Rotundamente no. En todo caso, lo que quizás te hagan es una citología, que no tiene absolutamente nada que ver. En Yasss te contamos un poco más sobre esta prueba.
La citología vaginal es una prueba, bastante fiable, que ayuda a la ginecóloga o ginecólogo a detectar cáncer de cuello de útero y casi cualquier otra lesión en la zona. Los especialistas recomiendan hacérsela a partir de los 25 años, o bien tres años después del inicio de las relaciones sexuales y repetirla, dependiendo del resultado de la prueba, anualmente o cada tres años. Hay muchos otros motivos que pueden llevar a que te hagan una citología: reglas irregulares, dolores… si descubres alguna anomalía con tu ciclo menstrual o relaciones sexuales, lo mejor es acudir a tu ginecólogo. Él o ella decidirán qué prueba puede diagnosticar mejor tu situación.
Tiene peor pinta de lo que resulta ser: es una prueba incómoda, pero rara vez dolorosa. El procedimiento es el siguiente: te tumban en la cama en posición ginecológica, con las piernas abiertas, y te piden que te relajes. Con una mano, separan los labios, y con la otra introducen el espéculo. Una vez introducido, lo abren y fijan, como una especie de paraguas. La idea es recoger tomas celulares del interior y exterior del cuello, así como del fondo de la vagina, para analizarlas después.
El material se lleva a un laboratorio donde se trata y observa, utilizando tintes especiales. Este método se conoce también como test de Papanicolau, ya que se considera a este doctor el ‘padre’ de la citología exfoliativa. Fue él quien descubrió este test, y por eso tanto al proceso como a la propia citología se las conoce también con su nombre.
Tranquilizarse es fundamental: cuanto más tensos estén los músculos, más incómoda será la prueba. Los médicos también recomiendan abstenerse de mantener relaciones sexuales en las 48 horas previas a la prueba, haber terminado con la regla cuatro o cinco días antes y evitar los tratamientos tópicos, como los espermicidas y las cremas vaginales, en la semana previa a la cita. En lo que respecta a los lavados, mejor si son externos y con agua y jabón.
La citología es una prueba muy útil que facilita la detección precoz del cáncer de cuello de útero, como ya hemos dicho, pero también sirve para detectar infecciones vaginales, alteraciones inflamatorias u hormonales. De hecho, la realización sistemática de pruebas de Papanicolau a toda la población, desde la década de los sesenta, ha ayudado a disminuir radicalmente los casos de cáncer de cuello uterino en todo el mundo.