Hay muchísimas maneras de aproximarse al sexo con nuestra pareja y a la relación que tenemos en la cama, todo depende de factores tan básicos como la comunicación, el consenso, la preparación de un ambiente óptimo que suba la temperatura y la exploración de técnicas sexuales y posturas que van a hacernos disfrutar tanto como nosotros vamos a hacer disfrutar a la otra persona. La monotonía en una relación puede matarlo todo: el sexo, primero, y poco a poco, las emociones.
Para saber lo que te gusta en la cama, te conviene hacerte preguntas, y hacérselas, ya de paso, a tu compañerx. ¿Eres más de coitocentrismo clásico y de no comerte mucho la cabeza, o te va la marcha? ¿Intercambiamos roles? ¿Qué te parece si probamos un poco de verbo sucio y subimos la temperatura diciéndonos lo que le haríamos al otro?
Cuestión de ensayo y error, de inventiva y de ir más allá de las dinámicas que ya conocéis. A veces el placer entra por las cosquillas, como demuestra el tickling, una práctica sexual cada vez más de moda entre quienes se atreven a burlar las convenciones.
El tickling ha llegado para quedarse.
Como su propio nombre indica, esta práctica erótica que cada vez practican más parejas consiste en hacerle cosquillas a tu pareja para estimular su placer y generar un ambiente de intimidad y risas. El punto clave: la exploración de su piel con los dedos o con otros objetos (una pluma), centro de terminaciones nerviosas.
No nos centramos exclusivamente en los genitales de la otra persona, sino que acariciamos mediante un cosquilleo progresivo zonas como los pies, las costillas, el cuello, la nuca, las axilas, los pezones, el ano o el perineo. El acto de cosquillear al otro mientras tenemos sexo es perfecto en combinación con otras formas de estimular como el humming, en el que se utiliza la boca para generar una vibración que eleve por mil el placer del sexo oral. También puedes utilizar ‘vibradores líquidos’. Son unos geles que, en contacto con la piel, reaccionan generando una vibración muy particular.
No olvides que cualquier práctica sexual debe basarse en el consentimiento mutuo y la comunicación abierta. Es fundamental mantener una conversación sincera con tu pareja para establecer límites y expectativas claras. Ambos tenéis que sentiros cómodos. Al fin y al cabo, hay personas a las que les encanta que les hagan cosquillas y otras que no los soportan y no van a aguantar más de cinco segundos antes de patear con un instinto reflejo (y la verdad es que acabar el encuentro sexual en el hospital no es la mejor de las ideas)
El cosquilleo que le hagas a tu pareja puede variar en intensidad, desde una caricia muy suave una estimulación más intensa. Es importante hablar mientras lo hagáis para ajustar la estimulación según las preferencias de ambos. Si en algún momento uno de los participantes se siente incómodo o desea detenerse, se debe respetar esa decisión de inmediato.
Con el tickling, cualquier área especialmente sensible puede convertirse en un motivo para excitarnos con las caricias que nos prodiga o prodigamos. No olvides que el buen sexo es una mezcla de dar y recibir. Entregar, y dejar que la otra persona nos lea y se excite con lo que nos gusta o le pedimos.
Al fin y al cabo, desde que somos niños, y salvo excepciones, asociamos las cosquillas a la intimidad, a la risa y al juego de ciertas sensaciones placenteras. La combinación entre cosquillas y bienestar también puede tener su potencial en el ámbito sexual y las respuestas emocionales.
Desde una perspectiva psicológica, el cosquilleo sexual puede considerarse un juego íntimo entre parejas. Fomenta la complicidad, la confianza y una sensación compartida de vulnerabilidad. Además, las cosquillas liberan endorfinas, que contribuyen a hacer de nuestra experiencia sexual un juego maravilloso.