Si eres hombre, quizá hayas sentido en algún momento baja autoestima por el tamaño de tu pene o te hayas comparado con otros sin querer. Es normal. Vivimos en una cultura de masculinidad tóxica que por fuerza acaba permeando en nuestras emociones y nos pone metas imposibles de cumplir, o lo bastante tóxicas como para que nuestra vida emocional y sexual se vea atravesada por un canon corporal normativo.
Parece que el mensaje esté siempre ahí, como un hierro al rojo vivo en nuestra carne: nunca tendrás un pene lo bastante grande; todavía te falta para ese six pack; tienes que estar más delgado, más fuerte, tenerla más grande. Lo sexual es político, hasta para caer en las falacias o mentiras del capitalismo de los cuerpos. Asume que probablemente tengas un pene de tamaño normal, dentro de la media. Deberías dejar de culparte.
Existe además otra letra pequeña, aún más envenenada: muchos hombres han construido su propia masculinidad con la cultura del porno, con la imagen de esos penes hidráulicos y descomunales que parecen la norma, y no lo son. Lo más común es que, en algún punto, quieran someterse a lo que se conoce como faloplastia, una cirugía cada vez más popular entre quienes desean cambiar la morfología de su pene y aumentarlo de tamaño.
Como su propio nombre indica, es una operación quirúrgica para aumentar el tamaño: tanto el alargamiento como el engrosamiento. Es el urólogo el que a veces recomienda someterse a esta intervención, cuando el miembro mide entre 4 y 7 cm, lo que se conoce como micropene. Según explican desde la clínica del Dr. Joaquín Pérez Guisado Rosa, “en función de la técnica utilizada y de las condiciones anatómicas del paciente, se podrá agrandar o engrosar el pene más o menos. Por lo general, se puede obtener una ganancia de 2 a 6 cm tras la cirugía”.
El tamaño del miembro es un tema que puede provocar ansiedad, estrés y falta de autoestima entre quienes consideran que su pene es demasiado pequeño. A veces, la única solución es pasar por quirófano y modificar a través de la técnica médica esta parte del cuerpo que nos hace sufrir. No obstante, muchos hombres con un pene de tamaño corriente deciden someterse a esta cirugía por propia voluntad para aumentar el tamaño y sacarle ‘un extra’.
El fin último de la operación puede ser funcional, para mejorar nuestra vida sexual, o simplemente estético, si no estamos contentos con el aspecto de nuestro pene y queremos cambiarlo para que se adapte a otra imagen con la que nos sentimos más cómodos.
El alargamiento suele combinar o necesitar de dos ramas de la medicina: la valoración, asesoramiento y estudio del urólogo, y la intervención quirúrgica a manos de un cirujano plástico. El pene es un órgano con multitud de vasos sanguíneos y una red compleja de nervios, y será el urólogo el encargado de conservar ciertas estructuras, diseñar la angulación o cuidar para que el proceso de tener erecciones funcione con normalidad antes y después de la operación.
Dentro de la llamada cirugía de afirmación de género, existe otra posibilidad: la creación quirúrgica de un pene, pensada sobre todo para personas que están transicionando y quieren que su cuerpo y su identidad de género coincidan. El postoperatorio y la recuperación pueden durar hasta 12 semanas.
En este caso, el procedimiento es distinto al del alargamiento de pene. Los médicos cogerán piel de otras partes del cuerpo (antebrazo, pantorrilla, abdomen), la enrollarán y formarán un pene fijado encima del clítoris. La faloplastia puede implicar también otro tipo de operaciones concretas: glandoplastia (esculpirle una cabeza a ese nuevo pene recién creado), alargamiento de la uretra para permitir la salida de orina o aumentar la sensibilidad de este nuevo órgano con injertos. Este nuevo miembro no podrá tener erecciones por sí mismo. La persona que se ha sometido a la faloplastia deberá utilizar un implante si quiere mantener relaciones con penetración.