Si algo hay que reconocerle al orgasmo es la capacidad de generar mitos por encima de sus posibilidades en nuestro imaginario sexual. Ahí esta Freud y su espíritu netamente ficcional. El autoproclamado demiurgo del inconsciente llegó a inventarse toda clase de teorías bizarras sobre la sexualidad y el placer femeninos.
Está esa otra creencia tristemente extendida que defiende la existencia de dos tipos de orgasmo femenino, clitoriano y vaginal, cuando lo cierto es que, como ya han demostrado distintas fuentes autorizadas y estudios, a lo largo de estas últimas décadas, el clímax es el mismo, aunque la intensidad, claro, es variable y depende de otros factores. Juegos, dirty talk, prolegómenos, edging y toneladas de cariño siempre son buenas opciones para que el orgasmo nos parta (mejor) en dos. Cualquier cosa antes que ponerse en la postura del misionero como dos bestias perezosas en el Serengueti.
Desde el ámbito científico permean hasta nuestra lengua y conocimiento otra clase de teorías. Por ejemplo, aquella que establece una relación directa entre el orgasmo y la capacidad para conciliar mejor el sueño. Esta es más que interesante. Muchas personas tienen dificultades para liberarse de las tensiones del día a día y sufren insomnio cuando llega la hora de dormir, bien sea por unos malos hábitos de vida o sencillamente por un desajuste del organismo y los biorritmos.
Pero, ¿es esto cierto? Veámoslo.
Con el asunto de dormir mejor no estamos diciendo ni mucho menos que ese pueda ser tu argumento en el próximo encuentro con tu pareja; algo del tipo: “Me gustaría que nos desnudáramos, que hiciéramos cosas de adultos, pues en media hora pretendo roncar como un jabalí o una tuneladora y necesito tu ayuda”. Lo que sí puedes hacer es confiar en que, por lo menos, ya existen distintas fuentes que. Incluso te animamos a gritarlo, para que acabes convencidx. “¡Lo dice la siensia!”
Nos basta con citar un estudio realizado por la Central Queensland University en el que se afirma que tener sexo antes de agarrarse a Morfeo como una garrapata son dos cosas que van bien juntas. Las pruebas están ahí: más del 60% de los 460 participantes llegaron a la misma conclusión: dormían mejor después de darse a los placeres de la carne.
Tiene sentido, teniendo en cuenta que la descripción más o menos técnica del orgasmo es la de una descarga de la tensión acumulada en los músculos. Las contracciones sostenidas llevan necesariamente a la relajación del sistema nervioso central y a la liberación de hormonas fundamentales para aumentar el bienestar y la felicidad. En suma, un orgasmo nos dopa y nos adormece 'acolchadamente', con una sonrisa boba en el rostro y una modorra maravillosa. Hay que dominar algunas claves.
En cuanto a las teorías de por qué existe esta correlación, uno de los propios responsables del estudio, el doctor Michele Lastella, afirmó que, tras el clímax, el cuerpo libera la hormona de la felicidad en cantidades superiores a lo normal. El ser humano es un loco de la oxitocina, especialmente cuando actúa como sedante, como es el caso.
De hecho, no es la única hormona que interviene en esta liberación controlada de determinadas sustancias una vez llega el orgasmo. Tenemos la epinefrina y la serotonina, para regular los ciclos de sueño, aunque cada una tiene un papel distinto según hablemos de fase REM o No-REM. A su vez, tiene su papel la prolactina, una hormona que aumenta en las distintas fases del sueño; o la vasopresina, que controla nuestras ganas de orinar y regula la producción de cortisol. Es una de las hormonas implicadas la liberación de estrés.