Sales de fiesta, beber unos chupitos de más y conoces a alguien que te excita mucho. Habláis, tonteáis y acabáis con ganas de más, así que decidís iros del bar juntos. Al llegar a casa, algo se tuerce: has bebido demasiado y no eres capaz de darlo todo. ¿Te ha pasado alguna vez? Probablemente sí, ya que, en contra de la creencia popular, sexo y alcohol son incompatibles.
Muchas personas se sorprenden al descubrir que emborracharse puede afectar negativamente a nuestro rendimiento porque con unos niveles leves de alcohol en sangre, hay ciertos efectos ‘positivos’: con una copa o un par de cervezas, la excitación psicológica aumenta. Esto se relaciona mucho con el efecto desinhibitorio del alcohol. Además, muchas personas beben para soltarse, ser más sociables o ligar con más facilidad. Pero, ¿qué ocurre cuando cruzas el límite y te emborrachas?
El primer efecto del alcohol que notarás en tu cuerpo es la dificultad para lubricar si eres mujer. Esto se debe a que, en primer lugar, el alcohol produce un efecto inhibitorio en las hormonas responsables de producir la excitación física, es decir, las ‘adormece’ haciendo que sea mucho más difícil lubricar. En segundo lugar, el alcohol nos deshidrata, y eso también influye en la capacidad para lubricar.
¿Se puede evitar este problema? Sí, utilizando lubricantes artificiales a base de agua o de silicona. Desgraciadamente, el alcohol produce otros efectos indeseados en la respuesta sexual.
Si eres hombre y has intentado tener sexo bajo los efectos del alcohol, con gran probabilidad habrás notado tres cosas: que la erección tardaba en llegar, que costaba mantenerla y que además no era tan intensa como en otras ocasiones. Esto también ocurre a las mujeres, ya que el clítoris también se erecta aunque no nos demos cuenta.
Estas dificultades para conseguir y mantener la erección se deben a que cuando bebemos, ciertas zonas de nuestro cerebro se apagan un poquito. La situación es excitante, pero nuestro cerebro no manda la señal responsable de que llegue un gran aporte sanguíneo al pene o al clítoris y, en consecuencia, ambas zonas se mantienen flácidas.
Sin lubricación y con problemas de erección, el sexo ya se va torciendo, pero imagínate que todo fluye. ¿Por qué tardas tanto en llegar al final? Porque tal y como hemos visto antes, la conexión nerviosa responsable del orgasmo está ‘apagada’. Necesitas una estimulación muchísimo más intensa, a veces prácticamente imposible de lograr, para lograr el clímax.
Además de las dificultades sexuales, cuando bebemos mucho nos enfrentamos a una serie de síntomas fruto de la intoxicación etílica: estás mareado, con el estómago revuelto y con desorientación. ¿De verdad crees que vas a disfrutar del sexo en esas condiciones? La respuesta es no, e incluso puedes empeorar los síntomas provocando una situación del todo desagradable –sí, hablo de vomitar–.
Bajo los efectos del alcohol somos más proclives a realizar conductas de riesgo, por ejemplo, tener sexo sin preservativo o bien porque no nos damos cuenta, o bien porque nos parece una chorrada usarlo. ¡Error! Las ITS que puede portar tu pareja sexual (o las que puedes portar tú sin darte cuenta) están ahí, aunque tú tengas la cabeza en otra parte.
Por otro lado, el alcohol difumina la línea del consentimiento. No es moralmente correcto acostarte con alguien que ha bebido más de la cuenta porque quizá sin alcohol no querría tener sexo. En otras palabras, no está en pleno uso de sus facultades y esto puede dar lugar a una situación de sumisión química oportunista. Te estarías aprovechando de una persona que va borracha para agredirla sexualmente, así que si tu ligue ha bebido mucho, no sigas adelante.