Hablamos tanto del famoso coronavirus que casi se nos olvida que existen otras enfermedades. En concreto, estos días nos han llegado buenas noticias relacionadas con la cura de otra enfermedad vírica, el VIH, que ha afectado a la salud de millones de personas y acabado con la vida de otras tantas. Una enfermedad que, una vez contraída, acompañaba al paciente toda su vida. Al menos hasta ahora.

Hace un año conocíamos la noticia de que un hombre con VIH se había sometido, tras sufrir un cáncer, a un trasplante de células madre de la médula ósea, y que aparentemente se había repuesto de ambas enfermedades. Esta semana, los investigadores dieron a conocer que el llamado ‘Paciente de Londres’ lleva 30 meses sin tomar tratamiento y sin signos del virus en el cuerpo, por lo que consideran que se ha curado. Es la segunda persona en el mundo que se repone del VIH.

Buenas noticias que contrastan con otras un poquito más alarmantes, como el repunte de las enfermedades de transmisión sexual en España. El uso del preservativo, el único anticonceptivo que previene de las infecciones y enfermedades de transmisión sexual, se ha reducido muchísimo en España, y con ello ha aumentado el número de infecciones (ITS) en circulación. De entre ellas, la gonorrea es una de las más comunes.

La gonorrea es una ITS causada por una bacteria, el gonococo (Neisseria Gonorrhoeae, para los del bachillerato científico). El riesgo de contagio se produce en una relación sexual (vaginal, oral o anal) sin preservativo, en la que esté involucrada una persona con infección.

Uno de los grandes problemas de esta enfermedad es que en muchas ocasiones es asintomática. El ministerio de Sanidad asegura que más del 50% de las mujeres y del 10% de los hombres con gonorrea no presentan síntomas, y que este porcentaje aumenta si la infección se localiza en el recto o la garganta.

Según el ministerio, la mayoría de los casos se diagnostican en jóvenes, y entre ellos en hombres que tienen relaciones con otros hombres, así como en personas con múltiples parejas sexuales que no utilizan las medidas de prevención adecuadas.

En personas con vagina, los síntomas de la gonorrea más habituales son un cambio en el color, olor o cantidad del flujo, sangrado intermenstrual o reglas más cuantiosas, ardor al orinar y, en ocasiones, dolor o malestar en la parte baja del abdomen. En el caso de las personas con pene se suele producir ardor al orinar, secreciones del extremo del órgano y dolor testicular. También puede haber brotes de fiebre, vómitos y picor en la zona infectada.

Si crees que puedes tener la infección, debes acudir a tu médico de cabecera o a un centro de planificación familiar. Allí te darán una cita para hacerte la prueba, que consiste en tomar una muestra de la zona genital, anal o faríngea para hacer el diagnóstico (a veces piden también un análisis de orina). Probablemente te pidan una prueba para detectar otras ITS, ya que la gonorrea puede convivir con otras infecciones en tu cuerpo.

Es importante recibir el tratamiento específico tan pronto como sea posible, para evitar problemas de salud a largo plazo. Si finalmente tus resultados dan positivo, es fundamental tomar responsabilidad e informar a aquellas parejas sexuales que puedan tener riesgo, para evitar la propagación. Ellos también deberán ir al médico y someterse a las pruebas.

Si das positivo, evita mantener relaciones sexuales (incluso con preservativo) hasta que finalice el tratamiento y los síntomas hayan aparecido.

Antes de nada: no por haber pasado la infección una vez tienes menos probabilidades de contraerla de nuevo. Es fundamental protegerse contra nuevos brotes utilizando preservativo durante las relaciones sexuales.

La gonorrea mal tratada (o no diagnosticada y no tratada en absoluto) puede desarrollar enfermedades inflamatorias pélvicas, que generan un dolor agudo en el abdomen y la pelvis, e incluso llevar a la infertilidad y el embarazo ectópico. También son habituales las infecciones testiculares muy dolorosas y, en algunas ocasiones (cuando la gonorrea no se ha tratado), la ITS se extiende y produce infecciones en otras regiones del cuerpo, como la piel o las articulaciones.