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El paso de Zendaya por la factoría Disney: de su éxito al golpe en la mesa con el que dejó claro su carácter

  • Su lucha por convertirse en una joven empoderada comenzó a los 13 años

  • Consiguió, allá por 2009, el papel co-protagonista de la serie Shake It Out, ficción de Disney Channel sobre dos amigas que sueñan con convertirse en bailarinas profesionales

  • Fue capaz de enfrentarse a los productores de Disney y acabó produciendo su propia serie

Se ha convertido en el icono de una de las generaciones con más referentes de la historia. Ha sido la persona más joven en recibir un premio Emmy y sus actos son el reflejo de la madurez que mucha gente joven posee a pesar de la imagen que los adultos poseen de ellos. Zendaya Coleman posee, a sus 24 años, una larga trayectoria profesional como actriz y hay quien aún se sorprende al saber que la joven estadounidense comenzó su carrera siendo chica Disney.

Los inicios de la joven actriz llegaron a los 13 años, cuando la poderosa casa Disney la fichó para la serie ‘Shake it up’. Allí interpretaba el papel de Rocky Blue, una adolescente que bailaba, iba al instituto y era el gran apoyo de su amiga Cece. Con el típico look de moda en Disney de ir colocando prenda sobre prenda, Zendaya ejercía de chica buena y se veía obligada a mantener su papel fuera de la serie.

Se enfrentó a los jefes de Disney y terminó produciendo su propia serie

Tal y como confesó en una entrevista para Vogue, su etapa en la cadena de Mickey Mouse no fue la mejor de su vida. Tuvieron que pasar tres años actuando para la productora para que se sentase ante sus superiores a sentar las bases de sus próximas actuaciones: nada de bailes, cantes ni papeles de chicas “sin cerebro”.

Quería que su próximo papel fuese el de una chica capaz de hacer todo lo que pudiese hacer un chico, inteligente como cualquier otra persona y nada de ser la chica popular del instituto. “Quiero que sea una persona normal con una vida extraordinaria”, explicaba recordando aquel momento para la revista. Fue así como nació su papel protagonista en 2015 de ‘K.C. Undercover’, donde también ejerció como productora.

Tres años duró su segunda serie en Disney Channel donde encarnaba el papel de Kasey Cooper ‘K.C.’, una estudiante genio de las matemáticas y experta karateka que vive en el seno de una familia de espías. Sí, este fue el resultado de dar un golpe en la mesa con tintes feministas ante los mandamás del canal de moda entre los adolescentes.

Icono de mujer racializada y empoderada desde sus inicios

Ya entonces quiso dar ejemplo de empoderamiento para sus espectadores, y ese es el argumento que sigue guiando su vida profesional en la actualidad. Gracias a esa actitud, Zendaya es el icono que es hoy en día.

Pero ella no era solo una chica empoderada: era una chica de color empoderada. En un mundo donde sus principales protagonistas eran chicos y chicas blancos -Miley Cyrus, los Jonas Brothers, Bella Thorne…- aparecía ella para unirse a los pocos personajes de ascendencia afroamericana. Su compromiso en la lucha contra el racismo no comenzó con el ‘Black lives matter’ ni mucho menos.

La defesa educativa a ultranza de sus padres

Si ha logrado llegar donde está siendo tan joven es gracias a la madurez que demostró desde bien pequeña al comienzo de su carrera. En su propia familia le apodan la “abuela” por su actitud de sobreprotección y extrema madurez ante sus familiares más pequeños.

Puede que gran parte de culpa la tenga la educación que sus padres le otorgaron. Ambos se dedican a la docencia, y tuvieron claro que querían que la educación jamás se alejara del trayecto de su hija. Por ese motivo, su madre no cesó en su exigencia a la cadena para que Zendaya tuviese un maestro que le acompañase en cada uno de su movimientos, por mucho que costase compaginar su trabajo como actriz con las clases que necesitaba recibir.

A diferencia de muchos de sus compañeros del mundo Disney, el camino de la ganadora de un Emmy no se desvió hacia lados oscuros. Supo encauzar su trayectoria hacia el destino que desde sus 13 años tuvo claro: el de exigir lo que ella quería y no ceder jamás ante normas impuestas que la oprimiesen como profesional y, más aún, como persona.

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