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¡J Balvin fue secuestrado en EE.UU.! Así vivió el cantante una de las experiencias más traumáticas de su vida

  • La mujer que lo acogió en una estancia en Estados Unidos le quitó el pasaporte y le dejó incomunicado.

Ha habido episodios negros en la vida de J Balvin. Sí, las superestrellas también sufren en sus mansiones y sus vidas de piscina y mayordomo. Las redes sociales a menudo nos ofrecen una imagen distorsionada y aspiracional de esas existencias en continuas giras, conciertos y botellas de champán recién descorchadas, y son ellos y ellas los que muchas veces tienen que dar la voz de alarma y mostrarse más humanos que lo que el algoritmo desea.

En la vida de Balvin, no todo son giras, temazos junto a Rosalía y perreo. También sabemos de algunos episodios menos amables, momentos de bajona máxima: esos días que necesita ir al psiquiatra por sus ataques de depresión y ansiedad o uno de los eventos más traumáticos de su vida. Balvin fue secuestrado cuando tenía 19 años. Es sincero. Quiere que sus redes sociales sean un espejo limpio de lo que es, dar buen ejemplo, abrirse al mundo sin máscaras de ninguna clase.

“No me gusta actuar, no me gusta estar fingiendo, ah, la felicidad, todo está perfecto. Porque soy un ser humano como y cualquier otro y soy también frágil y muy vulnerable, posiblemente más que muchos de ustedes”.

Fue hace años

Como superestrella que valora públicamente el lugar de donde viene y sus orígenes, Balvin siempre tiene en cuenta su pasado, todo ese trabajo duro que ha tenido que hacer para subir en la escalera social y conseguir casi cuarenta y seis millones de seguidores en Instagram gracias a lo que mejor se le da: la música. Es una inspiración para tod_s, también por la franqueza con la que habla de uno de los eventos de su pasado que más a fuego le marcó: su secuestro, cuando tenía 19 años y estaba de intercambio en Estados Unidos.

En 2019, tras su paso por el festival Lolapalooza, se lo contó al youtuber puertorriqueño Chente Yndraw. Una entrevista a quemarropa, como es habitual. Respuestas sinceras y dolorosas. Allí fueron saliendo todos esos asuntos que le preocupan y que no quiere esconder para los millones de personas que lo admiran y tararean sus temas. Depresión, ansiedad, aspiraciones, sueños, el precio de la fama.

En cierto momento, la cosa se tensa. J Balvin le explica al youtuber que cuando tenía 19 años estaba realizando un intercambio en Oklahoma y la directora del colegio le ofreció hospedarse en su casa el tiempo que durara su experiencia formativa. Según cuenta el colombiano, al principio no hubo nada raro. La mujer que lo acogió se deshacía en atenciones y estaba muy pendiente de sus necesidades. Se llevaban de maravilla.

“Nosotros como latinos siempre somos muy detallistas, sonreímos, queremos ayudar; es parte de esa cultura latina”, cuenta. “Y, sin duda alguna, ella sintió ese cariño tan especial que dijo: ‘Este hijo no se me va de acá’. Lo que hubo ahí fue un cariño descontrolado de una madre”.

Incomunicado y sin contacto con los suyos

Poco después, la mujer que le había acogido se obsesionó tanto con él que empezó a manipular su rutina para aislarlo poco a poco. Balvin se dio cuenta poco después. Algo olía raro. Era muy extraño no recibir llamadas de sus padres ni sus amigos, y por lo que parece, la directora desequilibrada del colegio siempre se las arreglaba para no dejarle usar el teléfono.

Empecé a caer en una tristeza muy grande porque no recibía llamadas de mi padre, de mi familia, de mi novia… Ella cortó la comunicación con mi gente. La confronté un día que me quise escapar”.

¿El problema? Según palabras del artista, la casa de acogida estaba en una zona boscosa, y no era precisamente en un lugar concurrido. Podría decirse que Balvin estaba incomunicado. La madre de cogida le había quitado el pasaporte y se había metido de lleno en una trama parecida a la de ‘Misery’, de Stephen King, que en el cine interpretó Kathy Bates. De ahí al cuchillo, la víctima atada a la cama con las piernas rotas y obligada a hacer lo que mejor sabe hacer (en la novela era escribir; en la vida de Balvin, cantar), hay un pequeñísimo paso.

Vivíamos en un bosque muy lejos de la carretera en Atoka”, confiesa. “Fui a buscar el pasaporte y no estaba, lo busqué, lo busqué, y cuando me di cuenta, ella no me lo dio… Yo dije: esto es un secuestro. Así estuve por un mes y medio”.

Por suerte, la situación dio un giro cuando Balvin consiguió ponerse en contacto con un amigo colombiano para que buscara ayuda y lo rescatara de la casa de los horrores. De aquella, Balvin era todavía un chico con la maleta llena de sueños, y le quedaba todo el camino por hacer antes de convertirse en un artista de fama planetaria. Cuenta que, cuando consiguió escapar, pasó una temporada en Nueva York cumpliendo el rito de paso y el cliché prototípico de muchos artistas: la vida proletaria, mancharse las manos, llorar cuando se acumulan las facturas. En Nueva York, para sacar algo de dinero, paseó perros, entre otros muchos trabajillos, y siguió con ello a su regreso a Colombia. Allí pintó casas y, mientras daba brochazos, se ríe. Soñaba con el futuro. La brocha gorda no era lo suyo.

En fin, un ser humano.