Según datos del INE de 2019, uno de cada cuatro hogares en España es unipersonal. Un solitario o solitaria, disfrutones de su guarida, por cada familia, pareja en formal unión o comuna poliamorosa. Suponiendo que este dato sea cierto y no una entelequia poco creíble que deja fuera a esa mayoría de población incapaz de independizarse (ya sabes a cuánto están los alquileres), quizá te hayas encontrado con algún que otro problema para llenar tus horas. Lo sabemos: el aburrimiento te hace enloquecer.
La cosa es así: si vivimos solos, toca soportarnos a nosotros mismos como Sísifo subiendo su roca. Solo que la roca eres tú, dispones de tiempo, ya has stalkeado el perfil de tu crush cuatro veces en la última hora, has mantenido un diálogo filosófico con tu gato y se te han acabado las ideas.
Si aun así persistes en tu viaje interior y quieres conocer qué hace la gente que vive sola para no aburrirse, aquí te damos algunas pistas.
Todos deberíamos hacernos esta pregunta para saber por dónde empezar. ¿Sabes lo que te gusta de verdad, o aún no has indagado a fondo en quién eres?
El truco maestro de vivir solo o sola radica precisamente en que deberíamos recordárnoslo de vez en cuanto. Puedes pintar, escribir, bordar, crear memes, amusgarte como un liquen en el sofá con un maratón de The Office o Euphoria, y hacerlo sin ninguna culpa. Puedes no hacerlo. La gracia está en poder elegir. El aburrimiento no es algo sagrado a lo que debas tenerle miedo. Te encontrarás dos clases de personas que viven solas: las que lo disfrutan y las que piensan que se les cae la casa encima.
Si sientes que no te queda nada por aprender quizá te hayas reencarnado en ciénaga o en bisagra y no te merezca la pena seguir viviendo. Si crees que hay esperanza para ti, sé práctic_ al llenar tu tiempo. ¿Quieres explorar nuevos territorios más allá de tu zona de confort? Puedes ser autodidacta, o buscar un curso que te haga salir de casa y reunirte con otros homínidos; por supuesto. Speed dating, cuidado de plantas, collage, bordado, curso de bikrham yoga, club de juegos de mesa, fotografía, escritura. Eres tú quien que te impones estar ocupad_. Nadie te obliga, recuerda.
La lección más valiosa hacia las pasiones recién descubiertas: mantente en el juego inocente y el disfrute mientras puedas; de otro modo se convertirá en un trabajo y acabarás en el palacio de la neurosis. La vida no está hecha de ‘debería’, es lo primero que te dirá un psicólogo. Mejor otra fórmula más amable: ¿y si aprendo algo nuevo? ¿Y si me lo tomo con calma? ¿Y si no se trata de hacer muchas cosas sino de encontrar tiempo de calidad para descubrir qué quiero hacer?
Si tu dieta tiene la desnutrida complejidad del hervido, o solo sabes echar cosas en la plancha, quizá sea momento de adentrarse en las viejas recetas de tu madre o tu padre, meter el hocico en la gastronomía italiana o aprender cómo encontrar el escalfado perfecto del huevo. Y más allá de eso: una comida decente tarda un buen rato en prepararse, y tú quieres amordazar a tu voz interior, la que te azota con que eres una criatura vaga, así que aprovecha para llenar túpers con tus nuevos descubrimientos gastronómicos. Si limpias la casa y haces inventario, ya te has hecho el día.
No te vamos a descubrir América si te decimos que la meditación tiene un montón de ventajas para limpiar el cerebro de mugre y ego. Una de ellas: superar esa voz interior que nos atorra con un blablerío y sinsentido sobre nosotros mismos, o en este caso, sobre lo malo que es aburrirse. Estar aquí, y ahora. La atención presente. Meditar podría ayudarte a aceptar ese tiempo de inacción que antes condenabas entre espumarajos, y de paso, enseñarte algo importante: no eres (exactamente) lo que tu cerebro te dice que eres.
Mira toda esa gente que de pronto decide estudiar algo nuevo cuando se han cansado de la maquinaria oxidada de su tiempo libre. ¿Aprender filosofía? ¿Empezar la carrera de psicología clínica? ¿Reciclarte profesionalmente con algún curso monográfico o posgrado? Recuerda: se trataba de disfrutar la vida en solitario, no de arrodillarse ante los gurús de la productividad, que te exigen sacrificios y ofrendas para alcanzar esa imagen engañosa y prístina de ti mism_. En fin, nadie es perfecto, y aceptamos estudiar y formarnos como animal mitológico favorito si eso va a suponer que salgas de los brazos cruzados.
Al aburrimiento se le combate con la mirada. Si no quieres enfocar el paseo como el ‘deporte para gente vaga’, piensa en ello como los viejos flanêurs parisinos. Caminar es descubrir, transitar zonas inexploradas de la ciudad, replegar el ojo hacia lo que no se ha visto. Ración de vitamina D y safari.
Lo sabemos: el mundo te exige la hiperestimulación, estar ocupad_ al modo de una máquina capaz de rentabilizar el tiempo libre en una fábrica invisible. La filosofía psicópata del pensamiento neoliberal te acaricia el oído con sus mensajes, y calan, claro que cala. ‘Tienes que dar tu mejor versión’; ‘Si te aburres es porque quieres'; recorta, pinta, colorea, lo que sea si eso significa que dejarás la vagancia y limpiarás el maletero de tu coche cada semana.
La verdadera enseñanza desoye los discursos tóxicos: no es obligatorio estar ocupado, hacer cosas, llenar las horas. De verdad, créenos. En la inacción y el preferiría no hacerlo del viejo Bartleby también hay una enseñanza. Al menos, estarás llevándole la contraria al discurso oficial.