Lector, lectora, no has de distraerte con el fotograma de esta película viejuna y ochentera, ‘Cuando Harry encontró a Sally’. Si no la conoces, Meg Ryan finge el clímax en un restaurante y una señora en la mesa de al lado pide al camarero que le sirvan lo mismo que ha tomado.
Tu orgasmo es tu arma contra esta vida de tedio, trabajo y rutinas esclavizadoras, y es bueno, ¡y es gratis! No tienes que fingir como Meg. Busca un lugar apartado. Abre tu bragueta o súbete la falda. Mira tu mano, mueve tus dedos. Córrete, alma de cántaro, criatura en busca de la catarata interior. Te lo pide la ciencia.
Te hablamos de algunas ventajas para la salud rigurosamente científicas de masturbarte como si mañana fuera a declararse una nueva pandemia. No hay tiempo que perder.
El término negativo asociado a la masturbación, el ‘onanismo’ (frungirnos con la mano, darnos placer a lo loco), viene de 1716, cuando el teólogo Johannes Bekker precisa una definición. Ya Onán, en la biblia, se tocaba la balalaika a placer (bueno, técnicamente, lo que hacía era practicar el coitus interruptus y la marcha atrás con la viuda de su hermano)
Bíblico latinajo: ‘manus turbare’, dicho sin retintín ni negatividad: violentarse con la mano. También ‘manus estuprare’, con esa connotación de lo sucio. Excitar el sexo con incendios y caballos. ¡Humano malo, no te humedezcas!
En las épocas oscuras del mundo esta práctica ha sido muy rechazada. Eso de tocarse entre las piernas ha estado muy perseguido y estigmatizado por diferentes ‘autoridades’ (la iglesia, entre otras). En la antigua Roma se consideraba un placer menor propio de esclavos mugrientos y gente de baja ralea. Lo dijo Marcial, un poetastro satírico, no nosotros, que somos inocentes y nos gusta lo lúbrico a rabiar. En otras décadas de ignorancia y oscurantismo, a los jóvenes se les ataban las manos por encima del edredón para que no pudieran engendrar la música del cuerpo. Ceguera, idiocia, desviaciones de columna y hasta tuberculosis; todo eso se le ha atribuido a esta práctica por parte de las mentes cerradas.
No hace tanto que la culpabilidad, el pecado y el pudor se han desligado (y no del todo) de una actividad tan beneficiosa para riego sanguíneo que nadie entiende cómo no andamos con el rostro enrojecido las 24 horas del día buscando un nuevo rincón en el que pulsarnos las teclas el piano. En fin, hay que trabajar, pagar facturas, ir al gimnasio a perder la dignidad en las clases de crossfit y solazarnos en la soledad de las horas mientras nuestras parejas o amantes están a sus cosas, aunque se sabe que la masturbación aumenta, por regla general, en las personas con pareja. Hay que tocarse. Hay que resistir, solos o acompañados.
La masturbación nos iguala a hombres y a mujeres en esta cruzada del autoplacer. No solo es un rito de paso fundamental en toda iniciación a la vida erótica, ya que muchos expertos afirman que es el método para aprender a graduar y controlar nuestra excitación sexual. Hay mucha lírica, eso sí, en los miles de relatos de descubrimiento e iniciación a la vida que se pueden encontrar en foros de internet y en Twitter, sobre todo por parte de ellas. Dulces epifanías en el coche, en los vestuarios de gimnasia, con un peluche, en el turbador roce del pico de un sofá mientras los padres sesteaban con el telediario una tarde de verano.
El uso creativo de la mano para hallar el centro del placer es parte de nuestra naturaleza, pero es que además tiene múltiples ventajas fisiológicas. Es una fiesta llena de términos propios de médicos y psiquiatras contentos: dopamina, que nos libera de los dolores de cabeza, serotonina, oxitocina cabalgando en el córtex cerebral. Lo lleva arriba, pero además, lo calma, así que otro de los beneficios es que nos ayuda a conciliar el sueño.
Si uno es ese hombre aterrado que quiere dar esquinazo al cáncer de próstata, tal y como afirma un estudio del Centro Epidemiológico del Cáncer, en Melbourne, le conviene muchísimo convertirse en seguidor de Onán, claro que para eso hay que mantener cierta constancia olímpica y masturbarse cada día con dedicación. En dicho estudio, los hombres que se masturbaron más de siete veces a la semana mostraron menos posibilidades de tener este tipo de cáncer que los que se masturbaron menos de tres veces.
Podríamos seguir: masturbarse ayuda a vencer la anorgasmia situacional y la pérdida de deseo sexual, y puede servir como proceso analgésico en los periodos de síndrome premenstrual si se realiza antes y después del sangrado. Aligera, por cierto, el tracto urinario cuando liberando fluidos y mucosidades, que matan las bacterias.
En el caso de ellos, furibundos monos onanistas, picapedreros del badajo, se sabe que ayuda a fortalecer el sistema inmune, le hace un corte de manga a la disfunción eréctil y previene las infecciones, al circular el semen por los conductos seminales. ¡Desatasca, vamos! ¡Maravíllate con tu propia fontanería! Cuantos más orgasmos tengas, más inmunoglobina A, algo así como el séptimo de caballería que te evita el avance de la gripe y los resfriados.
Para concluir: allá donde fueres, haz lo que vieres. Un estudio de la marca de productos eróticos Tenga te lo cuenta claro y meridiano. Somos el país del mundo que más se masturba, por encima de los ingleses, los alemanes y los estadounidenses.