Tras las fiestas de Navidad, los contagios de coronavirus en España se han disparado. Ayer se registraron más de 34.000 nuevos casos y 404 muertes, cifras alarmantes que obligan a las autoridades a tomar medidas. En estos momentos, el adelanto del toque de queda está siendo debatido, y algunos gobiernos autonómicos piden que les dejen establecerlo a las 20h, algo que, ahora mismo, no está permitido por la declaración del estado de alarma.
Algunas comunidades también van a pedir permiso para imponer nuevos confinamientos, y otras, como Murcia, han llegado incluso a prohibir reuniones sociales con no convivientes. Estamos en un punto de la curva de contagios crucial para evitar una saturación o colapso de algunos servicios sanitarios, con UCIs por encima del 40% de ocupación en algunas comunidades autónomas.
Por otro lado, vamos camino de cumplir un año desde el inicio del primer estado de alarma y los ciudadanos españoles estamos cansados y afectados psicológicamente por lo que hemos vivido. Algunos expertos califican nuestro estado de fatiga emocional, es decir, al haber estado sometidos a una fuente de estrés constante (la pandemia) durante un tiempo prolongado, se produce una reacción de agotamiento, esa sensación de no tener ya más fuerzas para seguir adelante o seguir cumpliendo las normas sanitarias.
Como en este momento la responsabilidad individual es el gran aliado para la reducción de contagios (y, seamos sinceros, la responsabilidad individual nos ha funcionado regular), el Gobierno central está siendo presionado para que se puedan aplicar nuevas normas que limiten nuestros contactos y movimientos. Y uno de ellos, por supuesto, es el toque de queda.
Algunas personas dudan de si el toque de queda realmente está siendo efectivo. Se alude al argumeto de "me puedo contagiar igual a las 6 de la tarde que a las 12 de la noche", entre otros. Pero el toque de queda tiene una función muy sencilla: evitar el ocio nocturno. El propio Fernando Simón reconocía en su habitual rueda de prensa que "los ámbitos de las reuniones de amigos, sean en domicilios o sean fuera, y de las reuniones en interiores de los lugares de restauración son donde mayor transmisión se produciría".
El toque de queda pretende evitar este tipo de reuniones sociales, que se suelen producir a última hora del día cuando terminamos la jornada laboral. El principal problema de las reuniones sociales es que nos relajamos: estamos en un ambiente cómodo, es más probable que tomemos alcohol y, además, a nivel psicológico necesitamos ese alivio de sentir, aunque solo sea durante una hora en una terraza con un par de amigos, que "no pasa nada".
Que el toque de queda se adelante y no podamos tener este tipo de planes con amigos será una carga más a esa fatiga emocional que arrastramos desde hace ya meses, pero está claro que es una solución efectiva, y aunque, a nivel individual, suponga un esfuerzo extra no ver a nuestros amigos o familiares con los que no convivimos, no debemos olvidar que lo que hay en juego son vidas humanas.