Aunque estemos confinados en nuestras casas, fuera los días siguen pasando. Se va acercando el verano, y aunque es sinónimo de ropa ligera, noches largas y zapatos abiertos, para algunas personas es una estación bastante problemática. Con el calor se agrava su bromhidrosis, una enfermedad por la cual su sudor resulta muy fuerte.
Esta enfermedad tiene mucho que ver con lo físico, pero provoca un malestar psicológico enorme. Además, aunque se considera una patología poco frecuente, muchos dermatólogos aseguran que está infradiagnosticado, y que hay muchas más personas sufriendo está enfermedad de las que aparecen en los informes.
La bromhidrosis es un problema relacionado con las glándulas sudoríparas, las encargadas del proceso de transpiración. Su función es regular el calor corporal mediante la evaporación del sudor, pero también de eliminar toxinas y restos metabólicos. Si miramos la composición, el sudor y la orina no son muy diferentes.
En nuestro cuerpo hay dos tipos de glándulas sudoríparas: las ecrinas, que se distribuyen por todo el cuerpo y se dedican principalmente a evaporar agua corporal, y las apocrinas, que se concentran en axilas, genitales y pies. Estas últimas están más relacionadas con la excreción que con la regulación de la temperatura corporal, y algunos estudios apuntan a que son ellas las encargadas de segregar las feromonas, las famosas hormonas de atracción sexual.
A grandes rasgos, el problema con las personas enfermas de bromhidrosis es que sus glándulas apocrinas son más grandes de lo habitual. No se conoce si está en la cantidad o en la composición de lo secretado, pero lo cierto es que hay distintos grados en este trastorno. Hay gente que lo sufre y ni siquiera sospecha de su olor.
Sobre el origen de la bromhidrosis no hay consenso, aunque si va acompañada de hiperhidrosis (el famoso exceso de sudor) suelen recomendar tratamientos con bótox, para detener el sudor. En ocasiones, los dermatólogos prescriben cremas antibióticas, aunque no es muy habitual.
Lo que hay que tener claro es que, independientemente de si sufrimos bromhidrosis o no, nuestra alimentación afecta a nuestro olor: la excreción de unos es más difícil que la de otros. Y aunque el olor corporal está muy relacionado con nuestro metabolismo, hay hábitos de consumo que pueden ayudarnos a reducir el mal olor.
Es el caso de alimentos como el ajo, la cebolla, los lácteos o las grasas animales, así como los licores, los alimentos procesados, la cafeína y las especias muy fuertes, que son de difícil expulsión o producen un olor más fuerte. Si notamos un cambio repentino en nuestro sudor, quizás esté relacionado con un consumo mayor de alguno de esos productos.
Sea por lo que sea, el mal olor condiciona la manera en que nos relacionamos con otros, y puede acarrearnos ciertos problemas. Así que, ¿qué podemos hacer para paliarlo?
En primer lugar, los médicos recomiendan la depilación, sobre todo en la zona de las axilas, ya que el vello contribuye a producir más sudor, y optar por jabones neutros o germinicidas. Se pueden encontrar en farmacias y herbolarios, y no desregulan el Ph de nuestra piel. Es muy importante lavarnos con estos productos varias veces al día (tantas como consideremos o sudemos) y secarnos bien después, para evitar el crecimiento de las bacterias.
También es importante evitar el alcohol y las bebidas excitantes, como los tés o cafés, usar ropa seca y de tejidos absorbentes, para evitar el crecimiento bacteriano, y reducir la intensidad del ejercicio, para no desregular nuestra temperatura corporal, así como el consumo de alimentos azucarados.
Revisa también cómo te aplicas los productos en las axilas. Hay dos distintos: el antitranspirante tiene cloruro de aluminio y bloquea el olor, mientras que el desodorante perfuma la axila. Es importante secarla bien antes de aplicar cualquier de las dos, para evitar bacterias.
¡Y mucho cuidado con el perfume! Añadir capas de un olor dulzón sobre otro que no lo es tanto puede no dar el resultado que esperas. Además, ten en cuenta que no todos los perfumes o colonias duran lo mismo: busca uno que se adapte a lo que necesites y mide tú mismo las cantidades a lo largo del día.
En el caso de que tanto tu ropa como tus zapatillas tengan mal olor, prueba a meterles unas hojas de salvia y unas ramitas lavanda. Y, sobre todo, déjalas airear.