Si alguna vez has tenido la regla, seguramente habrás tenido al menos uno de los síntomas que ofrece el síndrome premenstrual (SPM): ansiedad, llanto, falta de apetito, insomnio, problemas de concentración o cambios en la libido. De 0 a 100 en medio segundo y vuelta a empezar.
Los estudios dicen que al menos tres de cada cuatro personas menstruantes sufren el SPM en alguna de sus formas. Normalmente, descansando o tomando algún tipo de analgésico puedes seguir con tu vida, pero en el 5% de los casos no es así. En estas personas, el SPM causa muchísimo estrés y tristeza, pudiendo desembocar en depresión o cuadros de ansiedad.
A eso se le llama trastorno disfórico premenstrual (TDPM) o síndrome premenstrual severo, y es una enfermedad muy seria que no permite desarrollar tu vida con normalidad. Según la escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, estos síntomas premenstruales suelen tratarse como algo trivial, y aunque hay medicación con la que tratarlo, no siempre se prescribe. ¿Cómo puede ser eso? Bueno, tradicionalmente la medicina, como todos los campos de estudio, ha sido bastante sexista, y hasta hace muy poquito se creía que el SPM era una enfermedad mental. Se estima que el 15% de los pacientes diagnosticados con TDPM ha tratado de suicidarse.
En 2017, la BBC preguntó a mujeres con TDPM cómo era una vida en convivencia con la enfermedad. Todas coincidían en que era imposible llevar una rutina, ya que el TDPM, que aparece mensualmente, puede alargarse hasta tres semanas. Una de las chicas, Laura (38 años) contaba que convivió con la enfermedad durante más de diez años. Su primer episodio fue a los 17.
“Un día me caí”, explicaba al medio. “Estaba hiperventilando y mi madre llamaba a los médicos para que me sedaran”. A partir de ahí, la vida de Laura estuvo mediada por el TDPM. Solo podía hacer trabajos temporales, y los dolores la dejaban tan doblada que se pasaba tres días al mes durmiendo. “Empecé a tener pensamientos suicidas”.
Otra de las pacientes, Sarah (23 años), explicaba que empezó a tener TDPM a los 14 años. Con la enfermedad llegaron la ansiedad y la depresión, y con el tiempo llegó a tener episodios psicóticos y maniacos. Cuando la hospitalizaron, fue diagnosticada con un trastorno bipolar. Pasó un año entero entrando y saliendo de la unidad psiquiátrica por una enfermedad mal diagnosticada. Como los síntomas son cíclicos, en ocasiones los psiquiatras confunden el TDPM con bipolaridad, y tratan la enfermedad con métodos que no le corresponden.
El SPM y el TDPM tienen síntomas muy similares. Ambos comienzan en la segunda parte del periodo, unos diez o catorce días antes de empezar a sangrar, pero los síntomas del TDPM son mucho más severos.
Las dos enfermedades pueden acarrear problemas que se extiendan a varias áreas de tu vida, como tristeza o llanto, sensación de nervios o ansiedad, ira, antojos, problemas de atención, fatiga, dolores de cabeza, musculares o en los senos e insomnio. Son síntomas que tienden a reducirse cuando llega el sangrado, aunque no siempre es así.
En el caso del TDPM, la mayoría de las pacientes diagnosticadas presentan al menos cinco de estos síntomas:
El problema con el TDPM es que aún no está del todo cercado. Se cree que puede estar relacionado con cambios hormonales y la manera en que nuestro cuerpo reacciona a los estrógenos y a la progesterona, entre otras. Además, como sociedad, tampoco conocemos este síndrome, que no fue reconocido como un trastorno depresivo hasta la década pasada y que tiene mucho que ver con cuestiones biológicas.Esas fueron las conclusiones a las que llegó el instituto de Medicina de la Universidad de Harvard en uno de sus últimos estudios consideraban que el TDPM estaba relacionado con las hormonas sexuales, aunque no estaba claro porqué algunas personas eran más sensibles a estos cambios que otras. Algunos factores de riesgo que podían desencadenarlo son el estrés, el sobrepeso e historiales de abuso sexual, aunque los científicos no pueden asegurarlo.
Para superarlo y tratar el TDPM, el estudio de la universidad proponía acudir a la consulta de un psiquiatra, así como hacer cambios en la dieta (consumir menos cafeína, alcohol y azúcar para reducir los síntomas del SPM), empezar a practicar ejercicio aeróbico, como la natación o el ciclismo (para mejorar el humor y aumentar los niveles de energía), o incluir suplementos como la vitamina B6, el calcio o el magnesio, aunque no hay consenso respecto a este último punto.