¿Tu pareja tiene controlados los TT del día, pero no se molesta en preguntarte qué tal te ha ido la semana? ¿Si habláis de un tema, te saca artículos de Google Scholar para reforzar su posición de autoridad? Cuando salís a cenar y te atragantas, ¿está más pendiente de lo que suben sus colegas a las stories que de hacerte la maniobra de Heimlich? En ese caso, lector o lectora, tenemos malas noticias: no solo tienes una relación poco atractiva, sino que sufres ‘phubbing’, un neologismo necesario que habla de quienes están más pendientes del móvil que de su pareja. Spoiler: es una porquería.
Nadie quiere eso, pero parece que se acerca más a la realidad de lo que nos gustaría. Los smartphones llevan entre nosotros menos de dos décadas, pero son una herramienta más que asentada. Para que te hagas una idea: de media, los jóvenes entre 18 y 24 años revisan su móvil más de 80 veces al día, según un estudio de la consultora Deloitte. No parece una cifra descabellada: a fin de cuentas, son herramientas que entretienen, conectan, informan y palian ese sentimiento de soledad tan agraviado por el COVID. En España, explican desde la Universidad de Comillas, “la soledad grave” ha crecido un 50% desde el comienzo de la pandemia.
Quizás leas esto negando con la cabeza (¡qué chorrada, siempre con las palabritas en inglés!) y el móvil en la mano, o tal vez te estés acordando de aquella cita en la que casi le tiras el móvil a la cabeza a Manolito, que estaba viendo el partido de Champions del Madrid por debajo de la mesa mientras tú le hablabas de tu vida. Sea como sea, si alguien se ha molestado en ponerle nombre a algo tan concreto, sus motivos tendrá. El phubbing es una realidad: basta con darse una vuelta por un restaurante italiano un sábado por la noche para comprobarlo.
Empecemos con una certeza: ni a tu madre le gusta que cenes en Nochebuena con el móvil en la mesa ni a tus amigos que quedes con ellos una vez al mes y te pases la tarde respondiendo mensajes en Tinder. Por lo que sea, a los seres humanos no suele gustarnos que nos ignoren, y los smartphones suelen interponerse en esta vocación. Lo explica el autor James Roberts en su libro ‘Too Much of a Good Thing: Are You Addicted to Your Smartphone?’: “La clave para una relación saludable es estar presente”.
Los foros y cuentas de memes estadounidenses están llenos de referencias a la regla de los tres, una variación del fenómeno de la triangulación que asegura que, en un grupo de tres o más personas, una puede mirar su móvil siempre y cuando las otras dos estén charlando. Cada uno decide qué o cómo actuar con la gente que tiene alrededor (quizás lo mejor sería plantear si les importa que mires el móvil), pero, por norma general, suele resultar ofensivo. Además, en una pareja monógama, los tríos rara vez están contemplados.
En un estudio publicado en la revista Psychology of Popular Media Culture en 2016, el 70% de las mujeres consultadas reconoció que los móviles estaban afectando negativamente a su relación. De entre ellas, más de un tercio dijeron que su pareja respondía a las notificaciones mientras conversaban, y una de cada cuatro aseguró que su pareja enviaba mensajes de texto durante sus charlas. Sobra decir que ninguna de las 143 encuestadas salía con el Presidente de los Estados Unidos, pero casi todas reconocían que el teléfono interfería en sus relaciones. Aparentemente, pocas sabían cómo confrontar el tema.
Tal vez hayas conocido a tu pareja por una app para ligar y ahora prefiere ver vídeos de gatos tocando la gaita antes que a ti. Eso no es justicia poética; normalmente, explica la escritora Marita Alonso en El Confidencial, es la respuesta a una adicción al teléfono o a que ya no le interesas al otro. Antes de tomar cualquier decisión, lo mejor es averiguar cuál de los dos motivos explica que tu pareja haya respondido “aha”, distraído y pegado a su móvil, cuando le has dicho “me acosté con tu mejor amigo”.
Para afrontar el problema, no hay nada como hablar. En unas declaraciones con el New York Times, la profesora y especialista en liderazgo Judith Bell recomendaba charlar en positivo, enfatizando los beneficios que podría llevar a la pareja “estar más conectado”. “En vez de dictarle a tu pareja lo que debe o no debe hacer, intenta con un acercamiento como este: ‘Me encanta hablar contigo, pero cuando estás revisando constantemente tu celular es difícil tener una buena conversación’”, sugería.
El primer paso es ser consciente del problema. Después, no hay nada como designar horarios o zonas sin teléfonos, no colocarlos en la mesa para evitar sucumbir a la tentación y establecer nuevas reglas, al menos durante el tiempo que estáis juntos. Si tu pareja no parece dispuesta a renunciar a sus hábitos de uso, puedes buscar una fuente objetiva, que conozca sus patrones de consumo en el teléfono. La mayoría de los móviles, de hecho, cuentan con una opción que te permite conocer cuántas horas has pasado conectado y en qué apps. Tú teléfono, ya sabes, es tan pronto tu aliado como tu enemigo.
Si no, siempre puedes recurrir a la prueba de Compulsión a los Smartphones que desarrolló el profesor de Psiquiatría de la Universidad de Connecticut David Greenfield. Quince preguntas que, aunque no son un diagnóstico psicológico, te ayudarán a salir de dudas.