El sudor, esa cosa tan mediterránea, veraniega y odiada, tiene una razón de ser. Cuesta entender cuál cuando estás paseando a 35 por el asfalto de Madrid, con el abanico de tu abuela en la mano y soñando con la piscina que no tienes, pero con miles y miles de glándulas sudoríparas repartidas por todo el cuerpo, lo raro es que en esas condiciones no sudemos como fuentes. Y sudar, sudamos todos, así que, por norma general, no es algo que nos avergüence. Sin embargo, no se puede decir lo mismo del mal olor de pies, que tiene mucha relación con el sudor y puede resultar bastante incómodo.
Porque, en contra de lo que se piense, el mal olor de pies suele tener poco que ver con una falta de higiene: hay muchos factores que pueden llevarnos a sufrirlo. En Yasss te ayudamos a identificarlos y te damos algunos remedios naturales que puedes poner en práctica enseguida.
A veces el mal olor dura un día, por una cuestión particular, pero en otras ocasiones esto se repite y se convierte en un patrón que puede condicionar nuestra vida. A veces tiene que ver con tener el pie concentrado y sudando en un zapato cerrado durante horas, por lo que nuestros calcetines se convierten en campos de cultivo para que las bacterias y los hongos se multipliquen, emitiendo gases que apestan. Básicamente, el sudor y las bacterias que tenemos en nuestra piel se unen, descomponiéndose y dejando a su paso amonio y ácido graso.
Antes no te olían los pies y ahora sí, ¿a qué puede venir este cambio? Pues existen muchos motivos. Por un lado, puede estar motivado por cambios hormonales, que condicionan nuestro desarrollo y expulsan desechos por varias vías, entre ellas las glándulas sudoríparas de los pies. Por otro lado, el estrés y la ansiedad también provocan esta reacción, y ciertos tipos de alimentación o dieta (como las especias, o el abuso de cebolla y ajo) pueden provocar un olor más fuerte en el sudor.
Por supuesto, también está la vía de las infecciones o bacterias en los pies, que afectan a mucha gente y deben curarse con un tratamiento farmacológico, o el uso de calzado o calcetines poco transpirables, lo que haría que el pie ‘respirase’ mal.
Lo primero es echar un vistazo a nuestros zapatos y comprobar que son lo suficientemente transpirables. Lo mejor es que estén fabricados con materiales naturales, como fibras, que no lleven demasiada goma o materiales sintéticos y, si es verano, que sean abiertos, para que el pie transpire mejor. Los expertos recomiendan un calzado ancho, para que el pie no vaya apretado, y airear los zapatos después de usarlos, en un lugar donde no se acumule la humedad, para que no crezcan las bacterias.
Mientras tanto, mantén una buena higiene: ten los zapatos limpios, lleva toallitas húmedas encima y sécate siempre muy bien los pies. Para el olor, suelen funcionar muy bien los baños de pies con aceite de árbol de té (es fungicida, así que puedes dejar los pies en remojo durante un rato) o de lavanda, que además es muy cuidadosa con la piel. Algunos también recomiendan darse baños con bicarbonato, aunque nunca deberás hacerlos de seguido, ya que es un tratamiento un poco agresivo. Con esto consigues neutralizar el mal olor: echa dos cucharadas de bicarbonato en un barreño con agua templada, mete los pies 15 minutos y recuerda secarlos bien con una toalla. También puedes aplicar un poco de bicarbonato en el zapato, antes y después de ponértelo.
No está de más cuidar la alimentación. Como ya hemos dicho, hay alimentos que producen un olor mucho más fuerte en el sudor, lo que puede estar relacionado con la falta de zinc. Así que, para compensar, lo suyo son los productos como las setas o los champiñones, las judías verdes, los frutos secos (sobre todo nueces y anacardos), las semillas, como las de calabaza, el sésamo, las legumbres o el cacao.
Y si nada funciona, quizás sea síntoma de un problema mayor. Pregunta en tu farmacia o visita a un podólogo o médico de cabecera, para que puedan hacer un diagnóstico más acertado de tu caso y darte el tratamiento más adecuado.