Ay, los brackets: tan necesarios, molestos y característicos. La ortodoncia es la mejor solución si tenemos los dientes descolocados y, aunque es muy habitual en la adolescencia, la verdad es que se pueden poner a cualquier edad. Eso sí, cuanto antes lo hagamos, antes podremos ponerle fin a este problema de salud dental.
El momento en que, con 14 años, te dicen que llevarás brackets los próximos 18 meses (spoiler: siempre será más tiempo) es de lo más dramático. Sentado en esas butacas que apestan a anestesia, con una persona enguantada con los dedos en tu boca, te anuncian: “Uy, vamos a tener que ponerte brackets”. Y ríe. Y tú no sabes dónde está la gracia, y ya te ves con hierros en la boca hasta los treinta, los cuarenta, hasta la jubilación. Y aunque quizás sea cierto (¡y tampoco pasa nada!), la verdad es que hay brackets de mil formas y tonos, y algunos son más discretos que otros. En Yasss te contamos todo sobre los distintos tipos de ortodoncia, para que puedas elegir de la mejor forma posible.
Dependiendo del problema que tengas, los dentistas te recomendarán una u otra cosa. Los problemas con la mordida son los más habituales, bien porque los dientes superiores e inferiores no chocan, bien porque los primeros sobresalen por fuera o por dentro con respecto a los segundos. También puede haber desplazamientos o retrasos de una mandíbula respecto a la otra, así como amontonamiento de piezas.
Sea cual sea tu caso, será un ortodoncista quien te asesore en el tratamiento para tu problema. Quizás la más conocida sea la ortodoncia metálica, esos famosos brackets de acero con gomitas de colores, conocida por ser la más resistente y una de las más económicas. Además, también es bastante eficaz.
Pero no es la única. También tenemos, entre otras, la lingual (muy parecida a la metálica, pero se coloca en la cara interna de los dientes), la de cerámica, de un color muy parecido al del diente, la de zafiro, en la que los brackets son transparentes, o la invisible, que se quita y pone como una funda, sobre los dientes.
Aunque la ortodoncia metálica es la forma más sencilla y eficaz de arreglar los problemas de colocación de dientes, es cierto que son difíciles de ocultar. Pero, además de los brackets metálicos, existe otro grupo de ortodoncias llamadas ‘estéticas’, una alternativa que sigue mecanismos parecidos a la metálica, pero que se nota bastante menos.
Es cierto que la efectividad de este tipo de ortodoncias es un poco inferior, y en los casos más severos no es una opción viable. Entre ellas, destacan la ortodoncia invisible (la menos efectiva, por lo que la mayoría de las veces no se recomienda), la de zafiro, la de cerámica y la lingual.
Estos aparatos se componen de piezas de un material resistente, que se colocan sobre el diente con un pegamento especial, y que ejercen presión en distintas direcciones, para que al final se corrijan. La principal ventaja de los brackets estéticos es que son más discretos que los metálicos, pero hasta ahí podemos leer. En el fondo, son menos resistentes que los metálicos y menos efectivos. A continuación, te contamos más sobre los pros y contras de cada tipo.
Tu ortodoncista será quien mejor te asesore, pero ten en cuenta que existen todas estas opciones antes de llorar en la silla de la consulta. Si tu problema no es muy grave y tienes el dinero, seguro que puedes llevar una alternativa más discreta a los brackets metálicos.
Porque, a la hora de la verdad, estos dos grupos se distinguen por la discreción y el precio. En líneas generales, e independientemente del material del que estén hechos, los brackets estéticos se ven menos, pero también son más caros y necesitan mucho más cuidados.
Dentro de los brackets estéticos, los de zafiro y los cerámicos duran tanto como los metálicos, si bien son más frágiles que los de plástico y resina. Si optas por alguno de estos dos, hazte a la idea de que se van a romper y tendrás que cambiarlos, con el consiguiente desembolso de dinero. E incluso entre los dos hay diferencias: por ejemplo, los de zafiro no se manchan ni se desgastan demasiado mientras los llevamos puestos, pero los cerámicos sí se amarillean si abusamos de bebidas como el té o el café.