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Adolescencia, una montaña rusa emocional: ¿cómo cambian tu cuerpo y tu cerebro las hormonas?

  • La pubertad y la adolescencia son épocas de cambio. En Yasss te contamos qué tienen que ver tus hormonas en todo esto.

¿Son las hormonas nuestras jefas? En determinados momentos, parece que sí: tan pronto nos mandan a llorar tres horas, como nos suben o bajan cinco kilos en la báscula sin pestañear. Y a ver quién es el listo que les dice nada. De entre el abanico de momentos hormonales que compartimos todos, quizás la más representativa sea la pubertad, ese periodo de cambios en el que el cuerpo infantil empieza a dar forma al de un adulto. Durante ese tiempo, el cuerpo crece más rápido que en cualquier otro momento de tu vida, a excepción de tus primeros meses de vida. Ahí es nada.

Tal como ocurrió entonces, en la pubertad te cambia el cuerpo, aprendes muchísimas cosas y te encuentras de cara con un mundo totalmente desconocido. La única diferencia es que no tendrás que llevar pañal ni usar sonajeros… y que deberás vestirte tu solo. Por lo demás, la pubertad (y más tarde la adolescencia) nos convierte en auténticos niños de teta, desconocidos dentro de un cuerpo que va cambiando sin que nosotros entendamos del todo por qué.

Todas esas modulaciones (esos gallos en la voz, esos pelos sobre el labio, la tan temida llegada de la regla) darían mucho menos miedo si supiésemos, por un lado, a qué atenernos, y por otro, que todos nuestros compañeros, que todos los niños de nuestra edad en todo el mundo están pasando exactamente por lo mismo. Los adultos tienen en común la pubertad, y entenderla puede hacer todo ese proceso mucho más sencillo.

¿Qué pasa con la pubertad?

Cuando llegas a una edad (habitualmente, entre los 8 y los 13 años en las niñas, y entre los 9 y los 15 en los niños, aunque puede darse antes o después), el cerebro entiende que es tiempo de cambiar y libera una hormona que inicia los cambios característicos de la pubertad. Se trata de la hormona liberadora de gonadofrina o GnRH, por sus siglas en inglés, y cuando llega a la hipófisis (una glándula pequeña que tenemos bajo el cerebro), esta libera dos hormonas más, la luteinizante y la foliculoestimulante. Todos segregamos estas hormonas, aunque dependiendo del sexo, irán a uno u otro sitio.

En el caso de los chicos, las hormonas comienzan un viaje por el torrente sanguíneo que llega a los testículos, para que empiecen a producir esperma y testosterona. Esta última es la hormona que produce casi todos los cambios físicos de la pubertad, entre ellos:

  • Agrandamiento de los testículos y el escroto.
  • Vello púbico.
  • Cambios en la forma del cuerpo.
  • Crecimiento del pene y de los senos.
  • Cambios en la voz.

Por su parte, en el caso de las chicas estas dos hormonas se dirigen a los ovarios, a los que estimulan para que empiecen a producir estrógenos, otras hormonas encargadas de buena parte de los cambios físicos de la pubertad. Algunos de ellos, tal y como explica la Academia de Pediatras Americanos (AAP, por sus siglas en inglés) son:

  • Crecimiento de los senos.
  • Vello corporal.
  • Flujo vaginal.
  • Periodos menstruales.
  • Aumento de estatura y ensanchamiento de las caderas.

¿Solo es un estirón?

Entre esos cambios, los olores corporales y el potencial acné, muchos jóvenes dejan de reconocer su cuerpo. Es habitual que se comparen con sus compañeros, especialmente con aquellos con un desarrollo más precoz, lo que puede tener consecuencias desastrosas en la autoestima. Pero, además, somos mucho más sensibles a nuestras emociones: la mayoría del tiempo nos sentimos como el tiempo en un día gallego, subiendo y bajando doce veces a lo largo del día.

Los cambios de humor en los chicos se deben, además de a la testosterona, a la vasopresina, y los de las chicas a los estrógenos y la oxitocina. Estas cuatro hormonas, pero especialmente estas dos últimas, ponen todo patas arriba: los preadolescentes, especialmente las chicas (esto por una cuestión muy relacionada con la cultura y la educación, explican los psicólogos y biólogos), necesitan aprobación y capacidad de comunicarse.

Las chicas cuentan con áreas cerebrales destinadas a la comunicación de mayor tamaño, explica la empresaria Pilar Jericó en El País, y el lenguaje afecta sus centros de placer. Con la intimidad y las charlas, se despiertan la oxitocina y la dopamina, dos hormonas que reducen el estrés social en una época en la que la validación del grupo lo es todo. En el caso de los chicos, la testosterona se multiplica por veinte durante la pubertad, según algunos estudios. Estas hormonas pueden propiciar conductas agresivas y territoriales.

Lo que parece indudable es que la pubertad y la adolescencia son un periodo lleno de cambios moleculares, somáticos y psicológicos, de difícil digestión personal. Entender por qué y cuándo pueden llegar los cambios no la hará más sencilla, pero sí más comprensible y llevadera.