El flujo vaginal es una secreción producida en las paredes de la vagina. Los labios vaginales también segregan un líquido lubricante, producido por las glándulas de Bartolino. Es normal expulsar este tipo de líquido a partir de la pubertad, cuando tus genitales se preparan para las relaciones sexuales y la gestación, pero debes prestar mucha atención a la textura, el aspecto y el olor de tu flujo vaginal a lo largo de tu vida, ya que puede cambiar, y eso significará diferentes cosas. ¿Preparada para aprender?
Su función más conocida es la de la lubricación. Cuando te excitas, tu cuerpo, automáticamente, porque es superlisto, empieza a segregar esta sustancia que ayuda a la penetración, para que nada te roce o te haga daño.
Pero su función más importante es la de proteger de infecciones toda la zona genital. La vagina se limpia sola a través del flujo, que expulsa todo aquello que no necesita, como el endometrio que se desprende en cada menstruación o cualquier otro tipo de sustancia no deseada.
Del mismo modo que sabemos cuándo nuestros mocos son normales (sí, sí, los de la nariz), o cuándo el semen presenta un buen aspecto, debemos conocer nuestro flujo vaginal para saber si todo va bien o hay algo que no está funcionando correctamente.
El flujo suele ser acuoso, pero un poquito denso; también de textura pegajosa y tirando a un color blanco-transparente, un poco como la clara del huevo. Dependiendo en qué momento de tu ciclo menstrual te encuentres, tu flujo irá cambiando, siendo a veces más abundante (cuando estás ovulando) y en otras ocasiones más denso o más blanco. Por esto no tienes que preocuparte. Con observar mes a mes cómo va cambiando sabrás qué es lo normal en ti. Así sabrás identificar las anormalidades que podrían ser indicio de algún problema.
Tu flujo vaginal es tu garantía de salud, y aprender a diferenciar cuándo es su aspecto saludable y cuándo no es fundamental. Podría decirse que tu flujo es anormal cuando el olor que desprende es demasiado fuerte, se vuelve muy espeso y blanco, con una textura similar al yogur o al requesón, o cambia de color, volviéndose amarillento, grisáceo o incluso verde.
Otra de las señales de alarma es la lubricación escasa. Por causas físicas, como un embarazo o la menopausia, y causas psicológicas, como el estrés, puedes dejar de producir flujo y eso dificultará tus relaciones sexuales, además de que pondría en peligro tu zona genital ya que no estaría tan protegida.
En cualquier caso, si notas alguna anomalía en tu flujo vaginal, deberás consultar con un médico, bien sea tu médico de cabecera o directamente un ginecólogo. El o la profesional sabrá reconocer los síntomas y ponerte un tratamiento adecuado.