En el último año han pasado demasiadas cosas, pero, si de todas ellas, tú has sacado al menos estas dos lecciones, puedes darte por satisfecho. La primera, necesitamos ciencia. Hay que invertir en ciencia, en salud, porque nuestra vida depende de esto; la segunda, el ser humano tiene una capacidad extraordinaria para adaptarse a las circunstancias más extrañas y seguir haciendo su vida.
Date un minuto para mirar atrás y ser consciente de todas las situaciones tan complicadas por las que has pasado: la amenaza de un nuevo virus cuyos síntomas y efectos no son del todo claros, un confinamiento estricto, restricciones para viajar y ver a tus seres queridos, teletrabajo, o peor, pérdida del trabajo, clases online, el auge de las fake news, cifras diarias del número de muertos... ¿crees que todo esto no nos iba a afectar?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) creó el nombre de 'fatiga pandémica' para definir una sensación que estaban viviendo muchas personas y que, sin duda, afectaba a su salud. Podría definirse como un estado de agotamiento debido a la sobreatención que estamos poniendo en las restricciones y precauciones que han de tomarse durante la pandemia de coronavirus. A esto se le suma la sobreinformación y sus efectos en nuestro estado de ánimo y la falta de actividades de ocio con las que distraerse o desconectar.
Según la OMS, un 60% de la población europea presenta síntomas de fatiga pandémica. Sus síntomas se parecen a los de la ansiedad generalizada, el estrés postraumático o la depresión. El primer síntoma y uno de los más comunes es el de la desmotivación, se te quitan las ganas de hacer cosas, incluso las que te gustan y puedes hacer, como verte una película en casa tranquilamente. A esto hay que sumarle un sentimiento de tristeza y desesperanza, porque todavía no vemos el final de las restricciones y aún recordamos y echamos de menos cómo era nuestra vida antes de que nos las impusieran.
La incertidumbre sobre la situación que estamos viendo también genera preocupación constante, no solo por el miedo al contagio, también por el miedo a una crisis económica. Todo esto puede ocasionar, también, pérdida de memoria, dificultad para la concentración, y problemas de sueño. Hay gente que está durmiendo más de lo que solían considerar normal y también gente que está desarrollando problemas de insomnio.
A pesar de que la idea general es que los jóvenes son los que menos están sufriendo las consecuencias del coronavirus, por eso siguen con sus fiestas y su despreocupación, lo cierto es que en este sector de la población también se están acusando ciertos comportamientos y actitudes que encajarían perfectamente dentro de la definición de fatiga pandémica.
Ansiedad, miedo, agorafobia, son algunas de las consecuencias de la pandemia entre los más jóvenes. Un estudio realizado por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) publicado el 19 de febrero revela que los jóvenes son los que más sufren la fatiga pandémica, además de apuntar que estos han perdido la confianza en los organismos claves para superar la crisis, como los políticos o los expertos y científicos.
Mientras que en 2020, y según este estudio, los jóvenes eran los más optimistas a la hora de superar la crisis sanitaria y económica, diez meses después se muestran muy preocupados por el avance de la enfermedad y el futuro próximo.