Ahora que Rosalía ha reventado nuestras sinapsis con ‘Motomami’, su nuevo trabajo, ha regresado al ojo de los medios uno de esos asuntos que siempre han traído cola en la industria musical. Por los loles, por la polémica, por los espíritus sensibles, siempre atentos a lo que les subleva.
Con ese desnudo frontal, la catalana parece lanzarnos un mensaje claro: “Una motomami hace lo que le sale de… salva sea la parte, a ver si os atrevéis a impedírmelo”. Sería revolucionario, si no fuera porque el asunto de despelotarse para la portada de un disco ha sido un gesto habitual en la historia de la música. Rosalía solo es una humilde sierva de esta tendencia que reivindica el cuerpo femenino, la libertad y la mirada autoral.
Hoy te hablamos de algunos de los desnudos en portadas de discos más famosos de la historia.
Dicen que a Jimmy Hendrix le chiflaba el universo femenino y por eso se conchabó con su discográfica para lanzar este harén de mujeres desnudas en la portada; porque sabía que tarde o temprano la mano blanda y censora de los que predican un “ojos que no ven, corazón que no siente” iban a obligar a la discográfica a sustituir la orgía visual por un retrato adusto del músico, poniendo así fin a la polémica. Ahí quedó el escándalo, para vender copias mientras durara el estupor de los censores y erigirse como una de las portadas más deslenguadas y atrevidas de la historia del rock progresivo.
El graffiti que le tapaba los pechos a Rihanna en su disco más cañero fue claro precedente de las influencers que burlan la censura de Instagram colocando un elemento estratégicamente situado para que oculte los alegres pezones o el pubis. Sabia diva del Pop, que cambió de look y se cortó el pelo de forma salvaje para este estreno, y claro, discazo.
Para su reinicio, cual Ave Fénix, Melendi quiso ser Adán recorriendo el paraíso; concretamente uno de neón, en una metáfora visual un poco chusca. No pasará a la historia por ser el disco con la portada más rompedora, pero quizá sí una de las más horteras, la que te haría tu peor enemigo. Hay niños que lloran en África cuando recitas el título del disco tres veces delante del espejo. ¿Y qué tal un poco de tortura para los ojos? Hay donde elegir: ese fondo que parece un croma ideado por un daltónico, los colores artificiales o la hoja de parra tamaño alfombra del Ikea que tapa las vergüenzas del cantante.
Ese aire documental y desvaído del desnudo frontal de la portada tiene su razón de ser. El disco iba a formar parte de una serie de álbumes que documentarían la vida de la pareja. Fue Lennon el que disparó, con las reservas de Yoko Ono, que no se sentía del todo cómoda con la idea de llamar a un fotógrafo.
El álbum fue tildado de obsceno y confiscado, y varias distribuidoras se negaron a distribuirlo hasta que la pareja consiguió que otra empresa hiciera llegar la obra a las tiendas; solo los vinilos, los cartuchos de ocho pistas fueron destruidos. Para burlar a los pacatos, la distribuidora le colocó al disco una cubierta de cartón neutro que solo mostraba las caras de la pareja. Para Lennon, la portada era una declaración de naturalidad: “Todos estamos realmente desnudos. Si podemos hacer que la sociedad acepte este tipo de cosas sin ofenderse, estaremos logrando nuestro propósito”.
En 1972, año de la publicación del disco, no cayó nada bien el juego visual de la portada, que no tiene nada de inocente en la composición. No hay que ser muy listo para encontrar la ‘anomalía’ en la melosa abertura en el centro, que remite directamente a cierta parte del cuerpo femenino. Si a eso le sumamos el significado del título, "El pastel de manzana de mamá", no queda mucho espacio para la imaginación. La palabra que nos viene a la cabeza es "elegante". Freud, por su parte, pediría postre después de mirar un rato esta portada.
No podíamos dejar fuera de este artículo precisamente al que promete ser uno de los discos del año: “Motomami”. La portada del disco está cuidada al detalle. Algunos de esos trazos desmañados que rodean al elemento principal parecen haber sido puestos por casualidad, pero ya sabemos que eso no existe en la vida de Rosalía, y que la cantante tiene un olfato privilegiado para hacer pasar por ligeros y poco graves detalles muy estudiados de su estética. Por ejemplo, la tachadura a boli en la zona de la vulva, o su nombre escrito con letras de palo y boli bic. El desnudo es casi lo de menos; todo hace al conjunto memorable.