A lo largo de nuestra vida nos vamos a topar sí o sí con situaciones que o bien no nos gustan, o bien no nos apetecen en ese preciso momento. Aunque estés estudiando la carrera de tus sueños, hay asignaturas que te van a dar pereza. En el trabajo sucederá lo mismo. También hay días malos en los que lo único que queremos es quedarnos en la cama durante horas. Por desgracia esto no es posible –y tampoco deseable para nuestra salud mental y física–. La gran pregunta es cómo encontrar motivación cuando lo único que quieres es pasar de todo.
La motivación no es algo estático y constante. Fluctúa dependiendo de la tarea que tenemos en frente, del momento del día, de nuestra forma de ser y de nuestro estado de ánimo.
Veamos detenidamente cómo influye cada uno de estos factores:
Las tareas que son reforzadas externamente, por ejemplo, estudiar para que nuestros padres estén orgullosos, suelen motivarnos menos que aquellas tareas que son reforzantes por sí mismas o, en otras palabras, que realizamos porque de verdad nos gustan.
A veces es difícil ver el lado positivo de una tarea que a priori parece desagradable, como por ejemplo prepararnos para un examen de una asignatura que no nos gusta. En estos casos tenemos que ponernos creativos y analizar las ventajas a largo plazo de la actividad. Por ejemplo, aprender algo nuevo, tener una visión más completa de la materia, ser buenos profesionales en el futuro, etc.
Algunas personas rinden mejor a primera hora, otras son más productivas por la tarde y otras lo dan todo por la noche. La sociedad nos impulsa a ser criaturas diurnas, pero lo mejor es no forzarte y trabajar durante las horas del día en las que más inspirado te sientas.
Sin embargo, no siempre podemos adaptar nuestro horario porque depende de otras personas. Por mucho que lo intentes tus profesores no van a dar clase a las 8 de la tarde y tu jefe no va a cambiarte el turno de trabajo a las 12 de la noche. En estos casos lo mejor es adaptarse poco a poco para adquirir el hábito.
No podemos olvidar la gran influencia de nuestro estado anímico y físico. A veces nos sentimos tristes, agobiados, ansiosos, irritables o simplemente estamos cansados o enfermos.
A nadie le preocupa cogerse un día libre porque tiene un catarro, pero cuando el problema es psicológico parece que da más reparo. Nuestra salud mental es tan importante como la física, y si sientes que el mundo se te viene encima es imposible rendir al cien por cien. La solución no es quedarnos en la cama rumiando una y otra vez nuestros problemas, pero tampoco podemos pretender dar el máximo porque estas expectativas tan altas nos pasarán factura.
Adapta tu ritmo de trabajo y tómatelo con calma. Ponte pequeñas metas y al cumplirlas mejorará tu estado de ánimo, tu autoestima subirá como la espuma y tu motivación se verá beneficiada.
Si te sientes desmotivado por alguno de los factores que acabamos de describir, tienes dos opciones: procrastinar o trabajar.
De vez en cuando es necesario relajarnos, descansar e incluso aburrirnos y no hacer nada, pero no podemos procrastinar constantemente porque suspenderíamos todas las asignaturas, dejaríamos de quedar con nuestros amigos y perderíamos el trabajo. A veces es necesario sobreponernos y darlo todo. La pregunta es cómo lograrlo.
Independientemente de la estrategia que escojas, debes saber que lo más importante es adquirir el hábito. No puedes pasar de cero a cien en un día. Aprende poco a poco a ser más productivo y poco a poco los días malos se reducirán −aunque siempre habrá momentos de pereza, eso es inevitable−.