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'Cushioning', la moda que destroza relaciones: cuando tu pareja tiene un amor de reserva

El amor contemporáneo es un vertedero de emociones mal gestionadas, y eso lo sabe cualquiera que esté un poco al día de los términos que se utilizan para nombrar lo rotos que estamos en las relaciones.

Buena parte de estos 'palabros’ importados directamente del inglés alude a algún comportamiento tóxico, un secretito a buen recaudo, una inmadurez emocional mal gestionada que acaba dejando algún que otro cadáver por el camino. No te gusta que te hagan ghosting, ni pocketing, claro. Ay de ti, alimaña del amor, que sufres de breadcrumbing y sigues comiendo del rastro de miguitas de pan que te deja tu novio tóxico para que nunca lo abandones.

Si se trata de sufrir por amor, el festival nunca se acaba. Al miedo a ser abandonados como ancianos en una gasolinera, al compromiso, a la precariedad sentimental, a acostarte con alguien que vota a un partido de ultraderecha y a la gente que no está emocionalmente disponible y afirma ser libre como las olas del mar (o como una plaga bíblica de langostas), se suma ahora el pavor de estar con alguien que mantiene otro corazón en la reserva: cushioning.

Te quiero, pero hablo con otras personas

Como casi siempre, el término alude al pecado original, al secreto guardado bajo siete llaves, a eso que no le cuentas a tu pareja pero mantienes vivo por si acaso, ya sea un mensaje inocente en Instagram o una conversación con todas las de la ley. 

El concepto de cushion significa literalmente almohadón, y referido a este fenómeno, implica el tener ‘parejas de reserva’, por si la relación de pareja actual falla, siendo cada una de estas ‘reservas’ un cushion (un almohadón)”, explica para S Moda el psicólogo y sexólogo Alberto Álamo.

En la práctica, este comportamiento se basa en disociar nuestra vida oficial de la secreta. Un plano real, estable, de intimidad con nuestra pareja, salidas a Ikea, alimentar al gato para que no os mate, gestión de la agenda, compromiso, vínculo a todos los niveles. 

Una existencia más o menos secreta donde mantenemos prendida la llama del flirteo con otra persona o ‘almohadón’, a la que tenemos en la reserva, calentita. En esa vida practicamos un flirteo en sordina, de baja intensidad.

El término lleva tiempo siendo objeto de estudio en diferentes investigaciones. En un trabajo de los investigadores Jayson Dibble, Narissra y Michelle Drouin, Psycology Today desveló que un 56 por ciento de las personas con pareja estable confesaban mantener en secreto un ‘almohadón’ (‘cushion’), o pareja de reserva. Hay que aclarar que esta tendencia suele hacer referencia al ‘pecadillo’ (conversar, flirtear-pero-no-mucho, mantenernos distantes pero interesados), más que a la traición de una infidelidad con todas las de la ley, aunque en la práctica pueda considerarse un engaño o una deslealtad emocional hacia tu compañerx

Los participantes del estudio confesaban que esta relación en las sombras se basaba en mantener conversaciones con su ‘reserva’ a través del correo electrónico o las redes sociales.

El dato más interesante llega con la encuesta realizada por One Poll, una empresa de mercadotecnia, puesto que arroja luz sobre algunas diferencias entre géneros a la hora de entregarse al cushioning. En el caso de las mujeres, un 56% aseguraba tener pareja de reserva por si su relación actual no funciona; y añade un matiz interesante: quienes confesaban practicar el cushioning mantenían a su pareja real y a su reemplazo muy cerca, hasta el punto de que la pareja oficial conocía al ‘otro’.

¿Por qué necesitamos este tonteo de baja intensidad?

Los motivos por los que practicamos cushioning no son exactamente un misterio. Algunas personas tienen pánico cerval a quedarse solas, pese a que todas las señales indican que su pareja funciona bien y su intimidad goza de buena salud, y por ese motivo abren esa puerta secundaria y la alimentan, no sea que ‘me deje’, ‘se vaya con otrx’, ‘no me quiera’, ‘mi vida sentimental se convierta de pronto en I'm fine, el meme del perro rodeado de llamas’.

Según la sexóloga Judith Viudes, “puede ser consecuencia de muchas variables, por ejemplo, en perfiles que sienten miedo a la soledad, miedo a enfrentarse a emociones dolorosas tras una ruptura o no saber gestionarlas, viven con inseguridad por el qué dirán, existe una ausencia de conocimientos sobre lo que es o no una relación sana; por egoísmo, por falta de responsabilidad, por una autoestima baja, etc.”.

Como vemos, hay quien no está del todo bien con su pareja y, en lugar de reconocer que existe una desafección, verbalizar el conflicto y mantener una conversación seria con la otra persona, empiezan a hociquear en pastos amorosos ajenos. Preparan el terreno para que la ruptura no sea fría, sino caliente y mullida. Un clavo saca a otro clavo, y mejor que ese clavo o ‘reemplazo’ vaya calentando en el banquillo, dirán.

Las razones para mantener un amor en la reserva son tan variadas como el tipo de relación que vivamos con nuestra pareja, y en parte se alimentan del uso que hacemos de las redes sociales y esa insatisfacción permanente que nos inoculan cuando paseamos por feed ajenos y observamos al microscopio otras vidas. La sociedad líquida, como ya predijo Bauman, se basa en la gratificación inmediata, total y absoluta de todas nuestras necesidades. El cushioning nunca mira el coste de quererlo todo: una relación estable y una idílica al mismo tiempo.