Dar en la tecla en Eurovisión no es una tarea sencilla. La canción, el desempeño vocal, la interpretación, la puesta en escena, la iluminación o la coreografía son solo algunos de los factores que determinan el mayor o menor acierto de una propuesta. Elementos que, debidamente mezclados, pueden construir lo que se ha venido en llamar un 'pack cerrado', una candidatura con un concepto claro y reconocible, en la que hay poco margen de improvisación y de la que solo se tienen que pulir detalles desde que es conocida. Es lo que ocurrió con Chanel y 'SloMo' el año pasado, y lo que sucede en esta edición con Blanca Paloma y ‘Eaea’. Pero hay otro factor más en esta ecuación: el temido puesto de actuación.
Es uno de los momentos más temidos, generalmente, para los eurofans: el del anuncio del orden de actuación durante las galas. Se trata de una cuestión compleja, que ha variado enormemente en las más de seis décadas de historia del certamen. Tras distintos modelos, actualmente funciona de la siguiente manera.
Los países que actúan en las semifinales y en la final participan en un sorteo en el que, de forma totalmente aleatoria, se les reparte en dos mitades de la escaleta de la gala. Los representantes sacan así una de dos opciones: actuar en la primera parte de la gala, o en la segunda. Una vez todos tengan adjudicada su mitad, los productores del certamen adjudican los puestos en los que actúa cada país de forma totalmente discrecional, y en base a criterios musicales, televisivos y de las necesidades de montaje de las escenografías.
Este método lleva utilizándose desde 2013. Y en torno al mismo han surgido distintos mitos y leyendas. La teoría dicta que la audiencia tiende a retener mejor aquellas actuaciones que se producen al final del show, y a olvidarse de las primeras en salir a escena, a las que a veces incluso ni ha visto por incorporarse tarde a la retransmisión. También que actuar justo antes o después de una favorita puede perjudicar, al verse engullida dicha actuación por el impacto y los comentarios que genera la candidata más fuerte. Asimismo, se suele decir que el segundo puesto del orden está maldito, o que salir detrás de las pausas publicitarias genera caídas de interés que afectan a las candidaturas que compiten justo después.
La situación ha excedido de la comunidad eurofán, llegando hasta las distintas delegaciones y los artistas (que no pueden evitar cierta cara decepción al sacar la primera mitad en el mencionado sorteo de puesto de actuación). Pero, ¿qué hay de cierto en todo ello? El análisis de los datos en las diez ediciones celebradas desde el establecimiento de este sistema ofrece algo de luz al respecto. La cuenta @dolphin_done, especializada en análisis y estadísticas eurovisivas ha publicado en Twitter un gráfico en el que recopila y calcula la media de dónde finalizó en la clasificación cada uno de los puestos de actuación , durante el período 2009-2022.
De las métricas se deducen varias conclusiones claras: la importancia no tiene tanto que ver con la mitad en la que se actúa, como con el puesto dentro de la misma. Los finales de mitad (las posiciones 10-13 en la primera, y 19-26 en la segunda) son los que presentan las mejores medias de todo el gráfico. Existe una diferencia notable: el jurado parece ser menos permeable a este factor (al conocer las canciones con anterioridad y pode revisarlas posteriormente), mientras en el caso del televoto los picos y bajos del cuadro son más acusados, siendo muy favorables los últimos minutos de la gala a estos efectos (donde se suman más espectadores).
Las primeras posiciones de cada mitad son las más perjudicadas, especialmente las del comienzo de la gala. Existe un claro reflejo de ello en la distinta posición que obtienen algunas candidaturas en las semifinales frente a su resultado en la final: el caso paradigmático es We Are Domi, representantes de la República Checa en 2022, terceros para el televoto en la semifinal actuando los últimos y vigésimo primeros en la final actuando los primeros de la gala.
Esto se corresponde, por ejemplo, con los artistas ganadores de cada año: desde el 2013, de hecho, son más las vencedoras que se han llevado la victoria desde la primera mitad. Todas ellas, eso sí, desde las codiciadas posiciones citadas: Conchita Wurst (11), Måns Zelmerlöw (10), Salvador Sobral (11), Duncan Laurence (12) o Kalush Orchestra (12). Las otras cuatro lo hicieron desde la segunda mitad, algo más repartidas: Emmelie de Forest (18), Jamala (21), Netta (22) y Måneskin (24).
Es preciso tener en cuenta un último elemento en esta ecuación: el efecto que se acaba generando con el paso de los años. El hecho de que los responsables adjudiquen , por norma general, las consideradas buenas posiciones a las mayores favoritas, redunda en que sean estos puestos de salida los que, finalmente, siempre presentan mejores medias en cuanto a resultados.