Ojalá nunca se llegara a necesitar, pero hasta que las agresiones sexuales formen parte del pasado, lo mejor es buscar maneras de que estas no lleguen a producirse. La educación es esencial, un cambio que lleva mucho más tiempo del que disponemos actualmente, porque mientras esperamos que las nuevas generaciones aprendan lo que ahora parece que no se entiende, siguen existiendo agresiones sexuales.
Propuestas, iniciativas y protocolos pensados para que nadie se sienta sola son cada vez más frecuentes. Aunque en ocasiones son recibidos con cierta desconfianza, lo cierto es que todos ellos son creados e implantados pensando en el bienestar de quienes se encuentran solas ante una situación incómoda, molesta e incluso una agresión sexual.
Ninguna situación es segura por completo, pero hay algunos ambientes y momentos que parecen potenciar las situaciones de inseguridad. Esto es lo que parece suceder con el ocio nocturno, que en ocasiones aprovecha las situaciones de vulnerabilidad, poca luz, mucho ruido y el consumo de sustancias para incrementar estas actividades y agresiones.
Por eso, la International Nightlife Association puso en marcha un protocolo de seguridad internacional en las salas de ocio nocturno, al que llamaron “International Nightlife Safety Checked”, pero que es conocido como ‘Ask for Angela’ o ‘Pregunta por Ángela’.
Esta fórmula está diseñada para que las personas que se sientan en peligro puedan encontrar siempre un apoyo, lo que les proporciona seguridad extra. Ante una situación incómoda, ya sea por una agresión o porque alguien les está molestando o no las deja tranquilas, las personas agraviadas pueden acercarse a la barra o al personal del local y preguntar por Ángela.
Esta sencilla frase funciona como una alerta, un código de aviso que hace que se ponga en marcha toda la maquinaria de protección que se ha diseñado para mantener ese local como un lugar seguro. La persona a quien se le pregunta si “¿está Ángela?”, avisará al equipo de seguridad de la sala, actuando para proteger a la víctima, ya sea separando a la persona que la está molestando e invitándole a abandonar el local con discreción o procediendo como corresponda (avisando a la policía) en caso de haberse cometido un delito.
Una ayuda que se ofrece con la mayor discreción para evitar que el agresor lo perciba y la situación pueda tomar un cariz aún más violento. Además de separar al agresor, también se comprometen a proteger a la víctima, llevándola a una zona segura y asegurándose de que no está sola, preferentemente acompañada de alguien de su mismo sexo, y avisando a los familiares o amigos que puedan estar en el local.
Este protocolo contempla la formación del equipo para enfrentarse a estas situaciones, para que sepan aconsejar a la víctima hasta que acuda la policía. También proporciona instrucciones en caso de sospecha de que una bebida ha sido adulterada. Un plan que no siempre evita las agresiones, pero que deja claro que estas no son tolerables y que puede ser clave para la futura detención y condena del agresor.