Es muy difícil imaginarse la vida diaria sin el gesto maquinal de hacerle un Bizum a un amigo. Hoy nos resulta muy sencillo saldar pequeñas deudas así , pero ese mismo gesto nos habría parecido cosa de ciencia ficción hace unos años, cuando el proceso de pagar lo debido era más largo y tedioso e Internet y los móviles no estaban tan avanzados.
¿Transacciones automáticas sin tener que pasar por la kafkiana web de un banco y sus comisiones hasta por respirar? ¿Tiempo ganado a los cinco o seis pasos que hay que dar cada vez que hacemos una transferencia bancaria tradicional? ¿Poder amenazar veladamente a nuestros semejantes para que nos paguen lo que nos deben, y además sin esperar demasiado? Lee nuestros consejos para hacerlo bien y no perder la amistad de esa persona. Todo eso lo ha conseguido la aplicación estrella de los pagos automáticos, además de proporcionarnos cierta diversión en el proceso. La parte más cómica de hacer un Bizum, especialmente si es entre gente con la que tenemos confianza, es el concepto que usamos para la transacción.
Pero ¿cuál es el límite de estas bromas privadas que todos hemos usado? Internet, como siempre, tiene la respuesta. Utilizar determinados conceptos podría traernos serios problemas con nuestro banco o con Hacienda, ese halcón que vigila en las sombras.
Un usuario de Twitter ya reportó en un hilo el kafkiano proceso que había vivido después de enviar un Bizum con un concepto peliagudo para la transacción. Por lo demás, no sabemos si la inteligencia de este ser humano vivía su mejor momento. Utilizar “armas Siria” para gestionar una pequeña deuda no parece la mejor de las ideas. Tampoco “Pago ISIS”, otro de los ejemplos reales de broma con media neurona dentro. Spoiler: sale mal.
Ahí queda la respuesta de la entidad bancaria para demostrar que siempre hay un ojo burocrático en las sombras vigilando lo que hacemos. No solo denegaron el pago amparándose en el sentido común (“Si el concepto de la transacción hubiera sido el correcto, no existiría el problema”), sino que el dinero estuvo retenido en un limbo durante varias semanas.
“Mira este Bizum qué gracioso”. Claro, ¿por qué no? Uno puede levantarse una mañana con la energía creativa en su pico más alto e insinuar en el concepto del Bizum que trafica con órganos en el mercado negro (“Gracias por el riñón”). Asunto bien distinto es lo que dice el mantra del clickbait: “Lo que pasó a continuación te sorprenderá”.
Sabemos perfectamente que ese amigo gorrón te debe dinero desde el año 2002, pero eso no es motivo suficiente para fantasear con sus gritos.
Conceptos tan juguetones como “asesinato”, “sicario”, “paga la coca”, “desayuno continental y secuestro”, “cadáver bajo encofrado” y demás loas al crimen pasional o a la belleza de partir piernas están completamente desterradas de los conceptos que podemos utilizar en un Bizum.
Deducimos que siempre será mejor prescindir de conceptos como “Ántrax”, “Covid power”, “Dildo-bomba”, “Veneno para Putin, Vladimir”, “Mmmmm, plutonio”, “Me gusta tu misil tierra aire”, “Mina antipersona, buenas tardes” y demás apelaciones a la erótica de las armas de fuego. Suena gracioso, durante más o menos un segundo. Luego viene el clavo. El banco pregunta: ¿está usted bien? ¿Se ha tomado su litio? En una escala del 1 al 10, ¿cuántos problemas le apetece tener hoy?
Se sabe que cada entidad cuenta con un filtro automatizado que fiscaliza los conceptos considerados “sospechosos” y filtra lo que podría ser material ilegal. Además, lo actualizan constantemente. Lo mínimo que puede pasar es que anulen la transferencia, y si nos topamos con alguna entidad financiera más huraña de lo habitual, que nos exijan explicaciones y nuestro dinero caiga por un agujero de gusano.