Es bien conocido el olfato de muchos reguetoneros para expandir sus negocios más allá de los escenarios, de sus discos y de sus cuentas de Instagram, repletitas de product placement y marcas que patrocinan su carísimo estilo de vida. Bad Bunny es un buen ejemplo: un cantante que ha sabido cómo mutar en empresario, icono deconstruido de la moda, luchador y lo que le echen.
Cuando el cantante decidió enfundarse unas mallas y participar con acrobacias y codazos fingidos en la WWE (la liga de wrestling profesional), ya dio pistas de cómo pretendía inaugurar varias líneas de negocio fuera de la música. La apertura de Gekko, su restaurante en Miami, ha terminado por confirmar lo que muchos ya intuían: el Conejo Malo tiene cierto olfato para saber dónde se mueve el dinero, y no duda en invertirlo en nuevas empresas profesionales que puedan proporcionarle placer e ingresos extras.
Una de las primeras jugadas inteligentes de Bunny ha sido aliarse con David Grutman y la empresa Groot Hospitality. Estas sinergias son algo ya clásico entre nuevos ricos que quieren arriesgar su capital en terreno seguro y no jugársela con experimentos que pueden salir muy mal. Bien, ¿qué mejor manera de invertir en restauración que hacerlo con alguien que domina ese terreno y puede ofrecerte la infraestructura que necesitas?
Era de esperar que la apertura del local trajera cola, tanto por su emplazamiento, en una de las zonas más exclusivas de Miami, como por el plantel de invitados que se dejaron caer en la inauguración. Por ahí han pasado rostros tan conocidos como Karol G, Rauw Alejandro o Lele Pons; y hasta David Beckham hizo un poder y no quiso perderse los platillos que Bunny (más bien, el ejército de chefs y sumiller al servicio de su nueva golosina gastronómica) habían preparado.
Para su nuevo negocio, Gekko, el reguetonero ha decidido apostar por el ‘steakhouse japonés’, un concepto de gran éxito en el mundo de la restauración. Está especialmente pensado para Miami, una ciudad con alta demanda de lugares gourmet que puedan diferenciarse de sus competidores. Sabíamos que el reguetonero es un absoluto enamorado de la cultura japonesa, y aquí está la prueba de que ha sabido darle a este nuevo “juguete” su toque personal, con lo que le apasiona.
La carta, bastante amplia, se centra en distintos cortes de Wagyu, un tipo de carne muy apreciada por los paladares más exigentes. Completa el menú una apuesta clara por la cocina fusión: platos con toques de barbacoa coreana, variedades infinitas de sushi con atún blanco y rojo de la mejor calidad, y distintas preparaciones que se inspiran en distintas regiones de Asia.
Obviamente, tanta especialización ‘gourmet’ iba a ir de la mano con un precio que no es para todos los bolsillos. Justo es decir que, para ser un restaurante exclusivo, la gama de precios es lo bastante amplia como para adaptarse a diferentes perfiles: desde el comensal que quiere la oferta completa y pagar hasta 400 dólares por una cena individual, a los platos de gama media o baja, algunos por debajo de los 14 dólares.
Eso sí, la pieza de Wagyu se pagará al precio que marca el mercado para este tipo de corte, uno de los mejores del mundo. Una ración de 450 gramos rondará los 350 dólares. Si se suman entrantes, postres y espirituosos para darle al dios Baco lo que quiere, la cuenta podría pasar sobradamente de los 600 dólares.