Para cualquier artista, escoger bien el apodo por el que será recordadx forma parte de esos ritos de paso imprescindibles. Es un gesto que puede definir una trayectoria con un chasquido de dedos. A algunxs, su apodo les trae paz y respeto; a otros olvido y ridículo. Ciertxs cantantes viajan a la niñez y repescan el apodo por el que eran llamados de niños; otrxs, como Bad Bunny, miran una fotografía del pasado remoto en la que aparecen disfrazados de conejo malhumorado, y con ese animal totémico se quedan para su voz del futuro.
A la Mala Rodríguez le bastó con quitar un par de letras y colocar otra en el letrero luminoso de la identidad. En el ecosistema del rap español, solo algunos nombres tienen derecho a sentarse en el trono de las rimas y la gloria, y esta artista puede decir que ha triunfado y que lo ha hecho en unas condiciones de todo menos fáciles. La vida le ha puesto unas cuantas piedras en el camino y ella las ha triturado con la boca.
Ahí están las pruebas, las del tiempo. Hace veinte años, oír a una mujer rapear en el territorio hipermasculinizado de las rimas y las barras era tarea casi imposible. Hoy, después de publicar una biografía ardiente en Planeta, siete discos más vieja y combativa y unas cuantas mordidas y polémicas por el camino, pocxs pueden medirse con ella y su carácter.
Te desvelamos por qué eligió un apodo tan particular y otras tantas curiosidades sobre su vida.
Mala (María) Rodríguez ya prometía desde pequeña que iba a rabiar contra las costumbres impuestas y a revolotear muy a gusto en el desprecio a la autoridad. Cuenta la cantante en una entrevista que su nombre no lo eligió ella, sino que le vino por su tía. "Me lo puso mi tía Sario porque decía que era muy mala en mi adolescencia. Muy brava. Un día decidí que ese sería mi nombre de guerra”.
Con los años, ha explicado en multitud de encuentros que ella no era mala, sino combativa. Iba por la vida con un cuchillo entre los dientes. Del apodo de su tía le gustó el golpe que daba sobre la mesa. Se lo quedó para todo: para vivir, para polemizar con su cuerpo, sus normas y sus reglas en una plataforma como OnlyFans; para sacar discos. Mientras elevaba el rap con su cante jondo y le aportaba frescura al género, le dio tiempo a ser madre de tres hijos y mudarse a los Estados Unidos durante un año entero para entender qué se cocía en la industria de allí.
Desde luego, el apodo de la Mala Rodríguez parece apropiado para esa vida agitanada, salvaje e hirviente que le tocó navegar de niña, en una casa llena de mujeres y sororidad. No seremos nosotros quienes hagamos romanticismo barato con el nombre. En sus memorias, ‘Cómo ser Mala’, la cantante enumeró una a una las piedras que se había encontrado por el camino, las muescas en la pared, los trabajos sueltos como cuentas de collas (camarera, profesora, operaria de limpieza) que le faltaban para hacer lo que siempre quiso: cantar Le tocó ser hija, a su vez, de una madre adolescente. Lo peor vino en las esquinas oscuras del camino, los recodos de la vocación y de la mala vida: abuso de drogas y problemas de salud mental.
"Siempre había estado rodeada de mi familia, y de repente estar sola, drogarme, me sentó fatal... Me dio como un brote psicótico, me vi sola, sola, sola. Nunca he tenido un padrino, una figura que me protegiera dentro de la música. Y no es fácil estar sola, más siendo mujer",
No le han faltado detractores a la Mala; hordas de haters, escrutinio obsesivo en redes, una mirada con lupa a cada gesto y a cada declaración que se salía de la norma. Ahí está la guerra que se desató cuando dijo que se abriría OnlyFans, una de las redes sociales más polémicas de los últimos años. Ella siempre es sincera, y no se calla.
La última enganchada, por ejemplo, surgió por un escupitajo hacia Rosalía, seguramente sin mala intención, pero ya sabemos que las redes y sus próceres se engorilan y a la mínima ocasión ya quieren santificar o demonizar a sus ídolos. La Mala dijo: “Al final le cogeré asco a la muchacha”. Las redes salivaron su poquita de bilis y enseguida la persiguieron. Ella ya andaba en otros asuntos. Se justificó como pudo. “Es como Paulina Rubio en su día, una artista de pop. No creo que me tengan que comparar con ella. Vale, ha cogido de allí y de aquí. Pero lo ha cogido ella, no yo, tócate los huevos. Ha escuchado mi discografía ocho veces, me veo en sus logros y eso es guay, pero yo soy muy feliz con lo mío".