Hasta hace no demasiado tiempo, lo normal en las calles de Madrid y Barcelona era apartarse a un lado porque un conductor de patinete eléctrico o algún loco a los mandos de un hoverboard quería pasar sin respetar los carriles habilitados para su circulación. Durante meses fue muy habitual que los encontráramos abandonados en mitad de las calles y aceras sin ningún orden.
Gracias a una normativa laxa que cambiaba a capricho cada semana, los patinetes eléctricos de alquiler brotaron como ejércitos invasores ocupando los lugares del espacio público que les correspondían (y los que no), y empresas como Lime o Acciona, además de todas las que licitaron para conseguir su parte del pastel, se adueñaron de muchos espacios que antes estaban reservados a los peatones.
El argumento de los defensores del patinete eléctrico siempre se ha basado en una asunción rebatible: que estos vehículos eran una alternativa sostenible para el medio ambiente y contaminaban mucho menos que los vehículos tradicionales como las motos y los coches. Un reciente estudio ha demostrado que esto no es del todo verdad. No son tan ecológicos como creíamos. Al menos en comparación con los vehículos tradicionales, sus efectos contaminantes tienden a quedar en tablas, pese a que todas las fuentes recomiendan su uso por encima del coche. Eso sí, en comparación con la bicicleta, uno de los medios de transporte menos contaminantes, van con mucho retraso.
Pese a que las empresas que los fabrican ponen siempre el acento en su bajo nivel de emisiones de CO2, algo que ha demostrado tener un porcentaje de verdad bastante alto, los datos apuntan en una dirección mucho más crítica. Un reciente estudio de la Enviromental Research Letter ha estudiado una serie de factores que concurren para desmentir los datos que las empresas licitadoras argumentan en favor de su producto.
Para el estudio, se han tomado dos ciudades como referencia: Raleigh, una ciudad norteamericana, y por la parte europea, Bruselas. Se ha analizado la cantidad de emisiones de CO2 de los patinetes VMP (vehículos de movilidad personal) a lo largo de su vida útil, el coste de producción de componentes y el gasto de energía empleado en el proceso, el transporte de las flotas por las ciudades, desde la fábrica hasta los puntos de recarga, así como el gasto eléctrico de cada carga.
El estudio actualiza comparativamente las cifras con otros factores como la huella de carbono, el impacto en el medio ambiente y otros tantos inputs que, correlacionados, arrojan conclusiones mucho menos amables. Una llama la atención sobre el escaso ciclo de utilidad de uno de estos cacharros que parecían llamados a perdurar entre los devotos de la movilidad alternativa.
Jeremiah Johnson, uno de los autores del estudio, explica que el daño ambiental no viene del patinete en sí, sino de las flotas de vehículos contaminantes que tienen que recogerlos y transportarlos hasta los puntos de carga. A este factor hay que sumar el coste ambiental de producirlos, tanto en los componentes como en los materiales (aluminio, por ejemplo). Este argumento es apoyado por el coordinador de Ecologistas en acción, Paco Segura.
“En ciudades como Madrid, tienes cada noche una flota de furgonetas circulando y compitiendo entre sí", dice. Advierte además que los patinetes añaden un problema a esa movilidad sostenible, tan cacareada por sus defensores: la ocupación salvaje del espacio público. El coordinador de Ecologistas en Acción explica que, si hubiera más puntos de carga, se evitaría que los usuarios los dejaran tirados en cualquier parte.
Por su parte, Johnson termina su argumento diciendo que, pese a los datos, es preferible optar por el patinete eléctrico para moverse y descartar el coche. El 25% de las emisiones y gases de efecto invernadero provienen del tráfico rodado, y en ese sentido, podría añadirse otro dato en contra del mito del uso positivo del patinete frente a opciones como las bicicletas eléctricas: un porcentaje muy pequeño de los viajes en patinete (20%) está sustituyendo al transporte en coche, moto o autobús.
Lime, una de las empresas más conocidas, ha recogido el guante del estudio, agradeciendo “la investigación sobre los beneficios ambientales de las nuevas opciones de movilidad". No les parece del todo bien lo que consideran que son suposiciones y datos incompletos, más que teorías probadas. Sus responsables están convencidos de que, con el tiempo, serán una empresa todavía más sostenible.