Maquillaje, zapatos, las latas de cerveza, ¿nos vienes a buscar o vamos en bus?, quedamos a las once donde siempre y ya vemos, si no dejas de mandar Whatsapps no puedo empezar a prepararme… los días en los que sales de fiesta con tus amigos (¿salías?) son ahora recuerdos de Instagram para compartir en las stories cuando cumplen un año. En la mayor parte de España no se permiten ni las reuniones de más de quince personas ni el ocio nocturno, precisamente para evitar que se repitan estampas como la que ahora añoras tanto.
Pero, pongamos el foco en otro lado, ¿cuál era el impacto medioambiental de cada una de esas salidas? Porque, aunque en España las industrias más contaminantes sean la eléctrica, petrolera o cementera, los ‘pequeños gestos’ también dejan su huella. Por ese motivo, cada vez más personas son vegetarianas o veganas. Pero, ¿Qué pasaría si te dijésemos que una noche de fiesta contamina más que producir un chuletón?
Así lo muestra un reciente estudio llevado a cabo por científicos de Reno Unido, Noruega y Japón y publicado en la revista científica ‘One Earth’, en el que se ha analizado el impacto medioambiental de ciertos productos y hábitos alimenticios. La conclusión quizás no te haga gracia, pero resulta que llenar la despensa de alcohol y dulces puede ser bastante más contaminante que arrasar en la carnicería.
Antes de empezar, un poquito de contexto: el estudio está hecho en más de 60.000 hogares repartidos por Japón, un país cuyo consumo de carne es bastante más bajo que el del español medio. Los ciudadanos del país asiático comen de media unos 6,2 kilos de carne por cabeza, según informa El País, frente al promedio de los 15,5 kilos que se traga un ciudadano de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Los científicos analizaron el CO2 que se producía a la hora de generar estos productos en Japón. Sin embargo, las circunstancias de cada país son distintas, y el mismo caso puede ofrecer distintas conclusiones si se plantea en España o si se analizan otros gases contaminantes, como el metano. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la ganadería es responsable de casi el 15% de los gases de efecto invernadero. Por eso, es normal que esté en el ojo de los ciudadanos más comprometidos.
Pero, según el estudio, los hogares más contaminantes no se caracterizaban por ingerir más carne, sino por consumir el doble de productos azucarados y salir a comer fuera dos veces más que las casas menos contaminantes, así como beber más del triple de alcohol.
Ahora, pon eso en contexto en una noche de fiesta. Piensa en los gastos que ha podido suponer esa paleta de sombras que compraste tan barata y que viene de China: quizás sus trabajadores no hayan cobrado mucho, pero los gastos derivados de la fábrica (que a saber dónde vierte sus residuos) y del transporte hasta España, así como su mantenimiento en la tienda de cosméticos. Quizás se haya pasado allí dos meses hasta que tú cogiste el coche (con su consiguiente huella de carbono), fuiste hasta allí y la compraste.
Lo mismo ocurre con la ropa que te pongas o la cena que hagas antes de salir. ¿Y qué decir del alcohol? Llenar el vaso contamina, pero dependiendo de con qué lo hagas el resultado será más o menos catastrófico. Aparentemente, según una empresa vega de cervezas, la huella de carbono de un paquete de seis botellas equivale a la que deja un coche que recorre 12 kilómetros; si cambiamos el vidrio, más pesado, por latas reciclables, el impacto será menor.
Evidentemente, la huella no será tan alta si consumimos productos locales, que apenas se desplazan entre su lugar de producción y su punto de venta, o si bebemos productos que no necesiten mantenerse en neveras, como el vino y los licores.
Ahora bien, ¿sugiere esto que haya que quedarse en casa viendo series toda la noche, como una ameba? Tampoco parece ser la opción más ecológica. Según publicaba la BBC, la industria de las tecnologías de la información generaba el año pasado el 2% de las emisiones globales de CO2; una cifra que, debido a la pandemia, probablemente este 2020 aumente mucho más. Sin tener en cuenta esto último, en 2019 la consultora McKinsey ya calculaba que este año esta industria produciría alrededor del 4% de las emisiones de CO2.
¿Cuál es la alternativa? Los expertos abogan por ser más conscientes y analizar el peso de nuestro propio ritmo de vida en el medio. No hace falta volverse loco, pero sí cambiar aquellas cosas que están en nuestra mano, como reducir el uso del transporte privado, consumir productos más responsables con el medio o apagar el router, la televisión o el ordenador cuando vamos a dormir. Esos gestos pequeños sí dependen de nosotros.