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Medio ambiente

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Sostenible y práctico: un ingeniero usa botellas de plástico para construir casas en el desierto

  • El plástico es un aislante térmico que protege del sol y las tormentas de arena. Por eso, el saharaui Tateh Lehbib ha construido con botellas abandonadas una veintena de casas en el campo de refugiados de Tindouf, donde le conocen como ‘el loco de las botellas’.

El agua embotellada es un negocio de millones de euros. Las botellas de plástico están hechas con derivados del petróleo que suponen un peligro medioambiental durante su producción, pero también por su posterior eliminación; tardan, según la ONG Greenpeace, unos 500 años en descomponerse. Además, en España tan solo se reciclan un 30% de los plásticos, y el resto llega a los mares, campos o desiertos, entre otros.

La situación es dramática, más aún si tenemos en cuenta que la producción de plásticos sigue aumentando. En ese sentido, hasta la iniciativa más local es necesaria. Lo sabe bien el ingeniero Tateh Lehbib, apodado ‘el loco de las botellas’, que se encarga de montar casas en campamentos de refugiados argelinos a partir de residuos y botellas de plástico. Su modelo de vivienda no solo es sostenible, sino que se ha mostrado perfectamente capaz de plantar cara a las duras condiciones del desierto.

El saharaui abandonó el campamento de Tindouf con 11 años para formarse y, según explican en El País, ha vuelto “con un solo empeño: convertir el desierto en el que se asientan los campos de refugiados en un lugar habitable”. Ahora, Lehbib aprovecha este residuo para sustituir las habituales casas de adobe y techos de chapa, auténticos hornos inhabitables, del campamento. Allí viven más de 170.000 refugiados saharauis, abandonados por las instituciones, desde hace más de 45 años. La zona, un desierto de piedra, no solo es climáticamente complicada (las temperaturas son extremas, las lluvias torrenciales y los vientos fortísimos, tal y como explican desde ACNUR), sino que dificulta la práctica de la agricultura y limita “las posibilidades de autonomía productiva” para miles de familias.

Las casas del desierto

Es allí donde este ingeniero lleva a cabo su proyecto. Al ingeniero y divulgador experto en clima le llaman loco desde que, en 2017, construyó 25 casas en la pedregosa llanura en la que él mismo nació. Su proyecto comenzó después de que, en 2015, unas fuertes lluvias arrasaran las viviendas de 5.000 familias en Tinduf, entre ellas la de su abuela. Las chapas con las que está hecho el techo se desprenden cuando hay tormenta y vuelan, provocando aún más destrozos.

En ese entonces, Lehbib estudiaba un máster en Energías renovables en Las Palmas de Gran Canaria. A su vuelta, un año después, decidió poner en práctica su TFM, con el que había conseguido matrícula de honor: un trabajo que trataba sobre la construcción de viviendas eficientes en Tindouf. El joven recogió tantas botellas de agua vacías como pudo, para usarlas como cimientos y como muros exteriores, después de rellenarlas con arena, cemento y tierra con paja, y montó una vivienda para su abuela. La planta de la casa es circular y está hecha con estas botellas de plástico, que funcionan como aislante térmico y protegen de las condiciones climáticas del desierto.

Cada casa tiene unos 5.000 envases, llenos de arena y otros materiales. La planta de la casa es de unos cuatro metros de diámetro, y redonda, para evitar que se acumule la arena durante las tormentas. Los cimientos sobre los que se asientan las botellas son de cemento, y el exterior se bloquea con cal, para que la luz solar refleje y en el interior de la casa la temperatura no sea tan alta.

Y entonces entró ACNUR

En 2016, ACNUR visitó la casa que Lehbib había montado para su abuela, y les interesó tanto que financió la construcción de 25 casas más a través de su fondo de innovación. Más de 55.000 euros que dieron trabajo a un millar de personas y una vivienda a una veintena de familias de la zona. Sin embargo, algunos de sus familiares y amigos no estaban de acuerdo con la idea de construir casas con botellas: “Me ayudaron por ser mi familia y mis amigos, no porque creyeran en el proyecto. Si me hubiera rendido, no lo habría logrado”, reconocía.

Las viviendas levantadas con residuos son un remedio útil y efectivo: en el interior, hace menos calor que en una vivienda de cemento, y además protege de las tormentas de arena. Sin embargo, todavía hay que perfeccionarlas, ya que los recursos son limitados y, desde luego, el futuro en el desierto no pasa por llenar la zona de plástico. Como recuerda el propio ingeniero en El País, “resulta complicado llevar a cabo cambios en las viviendas. Aunque los saharauis nos instalamos aquí hace 40 años, no perdemos la noción de que estamos de manera temporal”, añade. “La gente no quiere tener una casa mejor, la gente quiere volver a su tierra”.

Lehbib ha montado un centro de investigación y desarrollo sobre arquitectura sostenible en la misma zona, con el que pretende mostrar a los refugiados las ventajas de estos métodos y materiales. Además, investigará cómo mejorar el adobe, el material tradicionalmente usado en las casas del desierto, pero poco resistente en la arena salina de esa zona.