Mal que nos pese, nuestra vida diaria está repleta de bolsas de plástico que no reutilizamos y van directamente a la basura. Somos yonkis de este material, y no importa que nos bombardeen con campañas de concienciación para que nos pasemos al uso del táper cuando compramos en el mercado y a la bolsa de algodón (otro falso mito sostenible del que queremos hablarte en este artículo).
La otra opción que tenemos es la bolsa de papel, algo incómoda de manejar y con una facilidad sorprendente para romperse a poco que le caiga un líquido o nos pasemos llenándola de vidrio y envases minutos antes de bajarla al contenedor.
Te hacemos la pregunta antes de desarrollarla: bolsa de papel o de plástico, ¿cuál crees que contamina más?
Crédulo humano ecológico que tratas de hacer las cosas bien, ayudar a las ancianas a subir la compra a su casa y separar la materia inorgánica del desamor: seguro que has respondido sin pestañear que la de plástico es la oveja negra y que deberías ir al infierno por abusar de este material. Bien, estás equivocado, o no. El plástico es más malo que la tiña, eso está claro, pero eso no significa que su competidora sea una recomendación a ciegas.
La bolsa de papel, con su color marroncito suave y su aspecto eco-friendly, te la ha colado por la escuadra. Ojalá no tengas que ir al psicólogo después de esta revelación.
Te harás preguntas: ¿acaso no es el papel biodegradable y el plástico tóxico como un mal novio? ¿No es renovable? Maldito plástico, ¡pero si es hijo reconocido del petróleo! Vade retro a la información contrastada.
Lo cuenta la Agencia Ambiental de Reino Unido en un estudio reciente: para darle un uso responsable a la de papel necesitas reutitilizarla tres veces antes de deshacerte de ella (spoiler: no lo haces). Todo eso solo para justificar el proceso de fabricación y los enormes costes medioambientales que tiene fabricarlas en cadena, en los que no pensamos muy a menudo: ya solo el transporte y la tala de materias primas implicadas en el proceso hacen más razonable el uso de la bolsa de plástico, sin que sea ninguna panacea.
A fin de cuentas, pese a que una bolsa de plástico se degrada mucho más despacio que una de papel, no se le suelen dar más de dos usos antes de arrojarla al contenedor y continuar la cadena de destrucción medioambiental. Los tóxicos potenciales de este material acaban casi siempre en la naturaleza.
Los maestros en asuntos ecológicos también advierten de otro mito. Pasarse a la bolsa de algodón no es la mejor idea. Su alto coste de fabricación y uso de recursos no es precisamente la cosa más amable con medio ambiente. Solo las de algodón orgánico aprueban holgadas este test de agresividad con la naturaleza.
Se requiere cuatro veces más energía para fabricar una bolsa de papel que una de plástico, además de una mayor concentración de productos químicos tóxicos en el proceso. Súmale a la cadena de producción la tala de pobres bosques llorosos y el transporte del material hasta la fábrica. Otro spoiler: las bolsas de papel pesan más que las de plástico y requieren más espacio en el traslado, con lo que aumenta la huella del carbono.
Las de plástico se producen a partir de los desechos del petróleo refinado, un proceso más eficiente en cuanto al uso de recursos. Más datos: sí, hay ‘plásticos buenos’, si duran muchos años. Palabras de Leyla Acaroglu, de Greenpeace, en un artículo publicado en El país.
Ni siquiera con el argumento de la biodegradabilidad mayor del papel encontramos un argumento a favor del uso de este tipo de bolsas. Si acaban en el vertedero, generan metano al degradarse, un gas altamente tóxico y una fuente de efecto invernadero. La incineración de ambas emite CO2 y óxido nitroso.
La buena nueva, clave del ecologista de pro a decir de los ‘sabios’ en el asunto, sería que utilizaras ambas con conciencia ecológica y las reutilizaras lo máximo posible antes de dejar que se degraden, en lugar de darte cuenta de que te has olvidado la bolsa reutilizable cuando ya estás en la cola del súper y tu Pepito Grillo medioambiental quiere darte con una regla en los nudillos.