Más del 80% de la basura que se acumula y contamina nuestros océanos son plásticos, según la Comisión Europea. Una vez llega al medio, de manera descontrolada y en cantidades enormes, su descomposición es muy lenta. Tanto, que a muchos animales les da tiempo a tragarse kilos de este producto y morir con ellos dentro; algunos, como lo mariscos o los peces, acaban en nuestro plato. Este problema preocupa cada vez a más personas; su daño es evidente.
En ese contexto, parece fundamental desterrar el plástico (una propuesta que muchas organizaciones internacionales y gobiernos han secundado en tratados y otros documentos oficiales) y buscar alternativas más sostenibles. Es aquí donde entran los bioplásticos, materiales llamados a sustituir a los plásticos de un solo uso; en Yasss te contamos en qué consisten y cómo se producen.
Este material imita al plástico en cuanto a textura, forma y durabilidad, pero en lugar de estar hecho a partir de petróleo se crea con materiales orgánicos; en consecuencia, también es biodegradable. Algunos de los materiales empleados son los ácidos polilácticos, que se encuentran en plantas como el maíz o la caña de azúcar, o los polihidroxialcanoatos. Cada uno tiene un uso: según la revista National Geographic, los primeros suelen emplearse en envases de alimentos, mientras que los segundos son especialmente efectivos en suturas, parches y otros productos de uso médico.
Evidentemente, si contamos con un sustitutivo biodegradable del plástico no tendremos problemas a la hora de deshacernos de él y, por lo tanto, no se acumulará indiscriminadamente en todos los rincones del planeta. De acuerdo a los datos aportados por la ONG ecologista Green Peace, cada año llegan a los mares y los océanos hasta 1.2000 veces el peso de la torre Eiffel. En España, tan solo se reciclan un 30% de los plásticos producidos.
Para reducir el consumo y la producción de este material tan contaminante, decenas de ONG se han reunido bajo el movimiento Break Free From Plastic, un proyecto en el que trabajan en común para liberar al planeta de la contaminación de los plásticos. Entre sus propuestas está el fomento de la economía circular, el abandono de los envases y el compromiso de las empresas y los gobiernos para reciclarlos correctamente, así como la promoción de alternativas al plástico.
Los bioplásticos se producen a partir de productos vegetales. Plantas como el maíz, la soja o la patata permiten sintetizar sustancias que, al enfriarse, toman la consistencia de un plástico tradicional, sin que por ello tengan nada que ver.
En muchos casos, los bioplásticos se producen a partir de plantaciones creadas para ese fin. Es decir, no se usa la mondadura de la patata de una cocina para crear bolsas que luego comercializarán en un supermercado, sino que esta planta se cultiva específicamente para ser después tratada en un laboratorio, dando como resultado una materia prima que producirá bioplásticos después.
El objetivo para el que se ha creado este material no es otro que sustituir el plástico y, por tanto, evitar la contaminación que estos producen. Sin embargo, como ocurre con los derivados del petróleo, los bioplásticos también deben ser envidos a un vertedero o una planta específica para su tratamiento; si no se composta en instalaciones industriales, su uso no tendrá mucho sentido.
Según el grupo de energías renovables ACCIONA, las ventajas de los bioplásticos son:
Su uso, advierten, se está extendiendo en muchos sectores, no solo en el de la alimentación. En medicina, ya se pueden crear prótesis e hilos de sutura, por ejemplo, mientras que muchos juguetes y líneas de ropa ya están hechos con estos productos. Parece la alternativa más viable al plástico, que todavía no amaga siquiera con desaparecer y que supone al menos el 8% del consumo de petróleo anual.
Lo que está claro para muchos investigadores es que, si no se controla la forma en que se producen las materias primas para los bioplásticos, su impacto medioambiental también puede ser nocivo. Es decir, si se arrasan espacios enormes para cultivar productos destinados a producirlos o si no existen plantas destinadas a su reciclaje y tratamiento, el esfuerzo de los consumidores por usar estos materiales caería en saco roto.