Cuando vamos a un supermercado, hay muchos factores que afectan a la hora de decidir qué metemos en el carrito: confianza en la marca, precio y, cada vez más, también aquellos que son más responsables con el medio. Los llamados productos ‘ecológicos’ se proponen como una alternativa menos contaminante a prácticas tan contaminantes como la agricultura industrial.
Pero, ¿son los alimentos con etiqueta ecológica más nutritivos y respetuosos con el medio ambiente? Casi todos diríamos que sí, aunque lo cierto es que no hay ninguna evidencia científica que lo respalde. Te contamos más en Yasss.
Vayamos, por ejemplo, a una frutería. Paseemos entre los melocotones, las sandías, las pequeñas moras en cajas de plástico. Todas con una pinta estupenda, listas para comer... pero con un impacto medioambiental alto. Piensa en cada envase de plástico, en las condiciones en las que se plantan estas frutas y verduras o en la distancia que se recorre entre el lugar donde se planta y el espacio donde se venden: el precio a pagar por unos colores tan ricos es bastante alto.
En ese contexto, surgen los productos ecológicos, aquellos que, a priori, se preocupan más por las condiciones en las que se producen estos alimentos. Algo así como una alternativa a los productos nacidos bajo el amparo de la agricultura industrial, un sistema de producción que, asegura Green Peace, acaba con la tierra y sus habitantes. A fin de cuentas, se ha probado que no es capaz de alimentar a la población, pero además acaba con el medio ambiente y el medio rural vivo. Según la ONG, el 90% de las plantas silvestres y un tercio de nuestros alimentos dependen de la polinización, pero un 20% de las abejas ha desaparecido de Europa en los últimos años.
Eso por no hablar del impacto que tiene en nuestra salud: pesticidas, hormonas, herbicidas… todo ello acaba por ingresar en nuestro organismo y desgastarlo.
Los productos ecológicos se proponen como sostenibles, protectores de la biodiversidad y alternativas para conservar los recursos animales y desarrollar prácticas medioambientales más respetuosas. A grandes rasgos y según la ONG Intermón Oxfam, se definen por:
Para distinguirlos en las estanterías, basta con buscar la etiqueta oficial de la UE que identifica los productos ecológicos como tales. La distinguirás como un logo con unos pétalos en azul formados por doce estrellas; se añade en los envases que cumplen los requisitos de la UE. Pero lo cierto es que, de entre los beneficios que se le presuponen a los alimentos orgánicos, no hay evidencia científica que lo apoye. No se ha probado que sean más seguros ni más nutritivos que los productos tradicionales.
Por ejemplo, en el cultivo de alimentos ecológicos no se permite el uso de pesticidas, pero sí de antibióticos, siempre y cuando sea “un caso necesario”, según la normativa europea. Tampoco se permiten los transgénicos, pero sí el uso de variedades híbridas, tal y como cuentan en El Comidista. Eso por no hablar de lo común que es encontrar productos ecológicos en envases de plástico de un solo uso que vienen de la otra parte del mundo. ¿De qué vale producir local y sosteniblemente si hay que transportarlo durante más de 8.000 kilómetros?
De hecho, hace algunos años el medio New Scientist publicó un artículo en el que recomendaba “dejar de comprar comida orgánica si realmente quieres salvar el planeta”, en el que explicaban que la producción ecológica es menos productiva que la convencional. Al final, se terminan invirtiendo más recursos para obtener cosechas más pequeñas; entre otras cosas, se terminan emitiendo los mismos o más gases de efecto invernadero, pero se obtiene menos producto que con la agricultura convencional.
Una cosa está clara: poco a poco, hay prácticas alimentarias más sostenibles que empiezan a coger visibilidad. Los productos naturales y orgánicos son quizás los más conocidos, pero la apuesta por el producto local y de temporada es una manera de generar un impacto positivo en el entorno más cercano.
Y si quieres enriquecer a los que te rodean y reducir tu huella de carbono, ¿qué mejor que preparar tus propios alimentos? Si tienes un buen terreno, prepara la zona y siembra lo que quieras; si no, los huertos urbanos son cada vez más habituales y te permitirán comer bien y marcar la diferencia. Además, conocerás a tus vecinos mientras hacéis algo bueno para vuestros barrios, ¿alguien da más?